Romper el silencio salva vidas: la prevención del suicidio empieza por hablar
- Hilario Blasco, psiquiatra infanto-juvenil, desmiente mitos del suicidio y recuerda en Mente abierta que la prevención es crucial
- Línea 024 de atención a la conducta suicida y Teléfono de la Esperanza, ambos gratuitos y confidenciales


Difícil, pero imprescindible. Hablar de suicidio da miedo. Es un tema incómodo, rodeado de incomprensión, vergüenza y estigmas. Pero, a su vez, es una realidad que no podemos seguir ignorando. Afecta a todas las culturas y edades. En España, cada año, se quitan la vida alrededor de 4.000 personas. Son 11 al día, lo que lo convierte en la segunda causa de fallecimiento no natural en nuestro país y la primera entre los jóvenes de 15 a 29 años.
"Aproximadamente un 18% de los adolescentes y adultos jóvenes presentan autolesiones no suicidas, y entre un 5 y un 8% de este grupo muestra intentos de suicidio a lo largo de la vida", señala Hilario Blasco, psiquiatra infanto-juvenil, en los micrófonos de Mente abierta de RNE.
Durante mucho tiempo, explica el experto, se creyó que solo sacando el tema a la luz, se empeorarían las cosas, que provocaría el temido "efecto llamada". Se pensó que mencionarlo, mataba. Sin embargo, no es cierto. "Es un mito", insiste Blasco.
"Hablar del suicidio es una válvula de escape. Poder expresar el sufrimiento, ya sea con alguien o a través de mecanismos como el deporte o el arte, alivia", subraya. El silencio no salva vidas. La información sí.
Detrás del suicido se esconde un dolor insoportable. Una desesperación que parece no tener salidas. Pero existen caminos de esperanza. "El suicidio es una solución permanente para un problema temporal", asegura Blasco. Y es que, "aunque no siempre se puede predecir, sí se puede prevenir. Y hacerlo –añade– es relativamente barato". Basta con visibilizarlo.
Además de los planes nacionales de prevención que deben impulsar los gobiernos, es fundamental "desarrollar campañas". Estas generan lo que se conoce como el efecto Papageno. "Se trata de un fenómeno que demuestra que, cuando las noticias sobre suicidio se abordan correctamente, tienen un efecto preventivo y pueden reducir el número de muertes", explica el psiquiatra.
"Los medios pueden ser muy poderosos para transmitir qué hay que hacer, qué no y cómo podemos ayudar", apunta Blasco. Su impacto está más que demostrado. "Está comprobado que funcionan los programas multicapa, aquellos en los que toda la población sabe cómo actuar en cada momento", dice Blasco.
¿Por qué? Porque al educarnos, contamos con más herramientas. Porque al educarnos, podemos detectar antes los primeros síntomas, tanto en nosotros mismo como en los demás. Porque al educarnos, la ayuda llegará más rápido. Porque no dará tanto pudor pedirla. Ni será tan complicado hacerlo. Porque al educarnos, distinguiremos entre mentiras y verdades.
¿Cuáles son las señales ante las que hay que actuar?
Sabremos, por ejemplo, que "si alguien se autolesiona no es porque quiera llamar la atención". "Nunca hay que banalizar una amenaza", advierte Blasco. "Lo que hay que hacer es ayudar a esas personas para evitar una escalada de sus conductas suicidas".
Porque, lo más importante es que, gracias a esa educación, no solo veremos este tipo de afirmaciones como mitos, sino como un síntoma al que atender. Ya no se pasará por alto ni esta ni otras señales de advertencia.
Unas señales entre las que se encuentran los cambios bruscos de comportamiento. "Si alguien se encierra en sí mismo o, por el contrario, una persona muy deprimida de repente se muestra muy contenta, puede decirnos que ya tiene planificado el suicidio", subraya Blasco.
También las redes sociales pueden darnos "pistas", especialmente en jóvenes. "El ciberacoso es una de las principales causas del sufrimiento social en este grupo. La evidencia científica es apabullante sobre el efecto nocivo de las redes. No son malas per se, pero el uso mayoritario que se les da está empeorando la salud mental. Y los más pequeños son quienes más solos se sienten en ellas", recalca el psiquiatra.
En adultos, aunque el aislamiento social también es un factor de riesgo, hay otra señal clave: la mala calidad del sueño. "Es uno de las primeras señales, sobre todo en las mujeres", afirma Blasco.
¿Qué hay que hacer ante las primeras señales?
Sean cuales sean los síntomas y sea quien sea el que los detecte, lo siguiente es buscar ayuda inmediata.
"Puede ser de un profesional, pero si no tenemos a alguien cercano al que acudir, se puede llamar a los servicios de Emergencias Médicas al 112, al teléfono del Ministerio de Sanidad que es el 024 –accesible las 24 horas del día, gratuito y confidencial desde todo el territorio nacional– o al Teléfono de la esperanza, el 91 459 00 50", recuerda Blasco, que añade: "El mero hecho de comunicar nuestro malestar ya hace que disminuya".
Y esto se aplica asimismo para quienes han perdido a alguien querido por este motivo. Porque ese dolor es muy complicado de gestionar. La culpa se apodera de uno mismo. Le absorbe y le anula. Puede ser paralizante.
"Por cada persona que se suicida, hay una media de siete impactadas directamente. Son unas 30.000 personas al año solo en España, calcula Blasco. Para ellas, la ayuda resulta igual de imprescindible. Es básica. "Existen programas de postvención que buscan minimizar este impacto", concluye el psiquiatra.