Entre el instinto y la prisión: así funcionan las fobias
- Las fobias se definen como las reacciones de miedo intenso, desproporcionado e irracional ante ciertos estímulos
- En Mente abierta, analizamos qué son y cómo tratarlas junto a la psicóloga clínica Nuria Losada
Hay miedos que protegen y miedos que paralizan. Es un instinto que puede salvarte la vida, pero también hacerte prisionero. Porque no es lo mismo un susto pasajero que una fobia. A veces, basta una palabra, una simple imagen, un sonido, un olor o incluso una sensación para hacer que nuestra mente pierda el control, sin razón aparente.
Hay personas que temen volar, otras que sienten pavor por la oscuridad o por los espacios abiertos. También hay quién sufre terror al ver serpientes o arañas, y otros que no pueden siquiera acercarse a objetos tan cotidianos como son los globos, como le ocurre a una oyente del programa de Mente abierta de RNE.
Las fobias no entienden de lógicas, pero condicionan vidas enteras ¿Por qué sucede esto? ¿Es posible a aprender a vivir con ellas? ¿Se pueden curar? La psicóloga clínica Nuria Losada acompaña a María Torres para intentar desentrañar este complejo fenómeno y ofrecernos respuestas.
Lo primero es entender realmente qué es una fobia. Según Losada, "una definición básica sería la que habla de las reacciones de miedo intenso, desproporcionado e irracional que pueden aparecer ante multitud de estímulos". Unos estímulos que no siempre son fácilmente identificables o visibles. Pueden ser muy concretos y hasta palpables, como las agujas o los animales, pero también pueden ser intangibles, casi siempre relacionados con circunstancias concretas. Es el caso, por ejemplo, de la ansiedad por encontrarse en espacios cerrados, de la fobia social, o del miedo a hablar en público o a hacer el ridículo delante de los demás.
Estas respuestas fóbicas, tan diversas y personales para cada individuo, cuentan con diversos orígenes. Algunos, explica Losada, proceden de "eventos traumáticos y situaciones con una carga emocional tan intensa que terminan por convertirse en un mecanismo de evitación. Esto –añade– protege al individuo de exponerse nuevamente a la experimentación de aquello que le ha generado ese gran temor".
Otros, sin embargo, residen en “el aprendizaje y en la observación”. Porque las fobias, en ocasiones, pueden heredarse. Se contagian, y si bien esto puede suceder en cualquier etapa vital, ese proceso de "incubación", más progresivo y paulatino que el de los eventos traumáticos, es más común durante la infancia.
"Si tus figuras de referencia, como pueden ser tus padres o tus abuelos tienen, por ejemplo, fobia a las tormentas y cada vez que se acerca una reaccionan de forma desasesogante, no es disparatado que tú integres ese miedo. Es decir, que lo hagas tuyo y que aprendas que esa es la forma de defenderte ante tal circunstancia", explica la psicóloga.
No obstante, también es posible que nunca se llegue a identificar ese por qué. Hay personas que desarrollan un miedo irracional sin haber pasado necesariamente por un evento traumático o sin haberlo adquirido a través de la imitación. "A esto se le llama fobia simbólica", señala Losada y "son fobias muchas más complejas de tratar porque requieren un conocimiento muy profundo del individuo". Y no solo eso. Muchas veces este tipo de fobias tienden a minimizarse, e incluso llegan a banalizarse.
Además de contra la confusión propia, deben las personas que las sufren deben luchar también contra el estigma y la incomprensión de los demás."Un elemento fundamental y tristemente demasiado habitual en este tipo de fobias", afirma la experta, "es que, por el hecho de no estar respaldadas en un evento concreto, se desestiman rápido".
Rápido y mal, porque según Losada suelen acompañarse de miradas y dedos acusadores, así como de reproches del estilo "no está sufriendo nada grave, simplemente quiere llamar la atención". Algo que, evidentemente, no hace sino agrandar el problema.
El trato incorrecto de una fobia puede conllevar la aparición de otras nuevas. "Un mecanismo clave del mantenimiento de la fobia es la evitación, por lo que, si una persona hace todo lo posible por evitar enfrentarse a aquello que le da tanto miedo, suele a retraerse cada vez más", argumenta Losada. Así, por ejemplo, el pavor hacia los ascensores puede ir, poco a poco, derivando hacia otros espacios diferentes como discotecas, bares, oficinas o centros comerciales. Y todo eso lleva hacia la desconexión social.
¿Se puede tratar y curar una fobia?
El tratamiento adecuado y personalizado de expertos, por lo tanto, y tal y como insiste la psicóloga Losada, es crucial. Existen tantas fobias como personas hay en el mundo. Nunca hay dos orígenes iguales y tampoco dos procesos idénticos. "Para poder tratar la fobia hay que tener muy en cuenta el tipo de fobia al que nos estamos enfrentando, porque en base a ella se irá construyendo ese traje a medida del paciente", subraya.
Así, aquellas que tienen un "origen más concreto y no estén enraizadas en experiencias más complejas” del desarrollo y del crecimiento de la persona, suelen ser más fáciles de tratar y de curar. "Su pronóstico es bueno y su tratamiento más sencillo. Hay técnicas como la terapia cognitivo conductual mediante la exposición en vivo, en imaginación o en realidad virtual, o las herramientas como el mindfulness, de las que se obtienen resultados muy muy positivos", explica destacando también la eficacia de otros tratamientos, como el EMDR.
"EMDR es una terapia DE desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares", apunta. "Está orientada al trabajo en trauma y por eso tiene resultados geniales con esas vivencias más traumáticas que desencadenan el miedo, y las sucesivas que la refuerzan", matiza recordando, sin embargo, que no siempre debe optarse por un único enfoque. "Hay fobias que requieren un mayor arsenal de técnicas ya que, cuanto más holísticos y más integradores seamos los profesionales, más fácil será adaptarnos a la complejidad de la persona que tenemos delante", y por tanto, ayudarla.