Robe y el poder de su arte que se llevó el aire
- Robe Iniesta, alma de Extremoduro y leyenda del rock, murió este miércoles a los 63 años
- Su trascendencia en la música española está al alcance de muy pocos
Robe siempre decía que la última canción que componía era la que más le gustaba y "El poder del arte", ya convertida en himno, está entre las canciones del que ya es también su último disco: "Se nos lleva el aire".
Quizá premonitorio, a Robe se le ha llevado el aire, como ese "hombre pájaro" del que también hablaba en este álbum en el que cantó, gritó y reivindicó que el poder del arte “bien nos pudiera salvar de una vida inerte, de una vida triste, de una mala muerte”.
En este trabajo, que presentó en una gira que acabó precisamente de una forma abrupta por motivos de salud, Robe se preguntaba “de qué está hecha la vida” y “de qué está hecho el amor” y, como siempre, ofrecía respuestas cargadas de simbolismo: “De viento, de puro viento”, “de dejarse llevar”, “de morir en el intento”, de “fundirse en abrazos” y de “volver a empezar”.
Robe es (en presente porque sus canciones no mueren) grosero y delicado a partes iguales, barriobajero y lírico, rabioso y tierno, quinqui y rapsoda, indomable, enigmático, rompedor, críptico letrista inmenso que pasaba de lo burdo a lo espiritual, de lo más llano a la filosofía más pura. Un genio no para pocos.
El Robe poeta y más romántico que escribía “se rompió la cadena que ataba el reloj a las horas, se paró el aguacero ahora somos flotando dos gotas” y “sueña que sueña con ella, si en el infierno le espera, quiero fundirme en tu fuego, como si fuese de cera”, también era el mismo Robe transgresor que gritaba “iros a tomar por culo todos” y que se pasaba la vida entera "tocando los cojones".
También era ese Robe que vomitaba letras llenas de “chorros de lefa” y "pollas", que cantaba al amor más sexual diciendo “miente el carnet de identidad, tu culo es mi localidad” y "me pongo palote solo con que me toque" y el Robe que se metía “mil rayas”, al que le subían los tripis y se lo bebía todo. Cuando no existía lo políticamente incorrecto, Robe también gritaba “puta” y “golfa”, canciones que tocó en su última gira. Siempre hizo lo que le dio la gana.
Robe bebe en sus canciones de la calle, del bar, del pueblo, pero también de Friedrich Nietzsche, Pablo Neruda, Federico García Lorca o Pablo Chinato, entre otros.
10 de diciembre de 2025, marcado en la historia musical de España
Estas letras ya forman parte del legado que en su cabeza y corazón guarda la legión de fans y fieles seguidores de Robe y Extremoduro que este miércoles despertaron con la peor de las noticias: la muerte del que muchos de ellos consideran un dios. Si concretó o no su "muerte con Satán" es algo que solo él sabe.
El de su muerte fue un día en el que los amigos se hermanaron recordando canciones, conciertos y vivencias, un día en el que padres e hijos lloraron la muerte de alguien a quien solo han visto subido en el escenario, un día en el que exparejas volvieron a hablar para recordar tiempos felices y tristes vividos, un día en el que quien se sabía sus ‘riffs’ de guitarra le rendía homenaje tocándolos, un día en el que poner a todo volumen en el coche la canción favorita. Una despedida en la que, parafraseándole a él, sus fans dejaron "las ventanas sin cerrar, la cama sin hacer y la puerta abierta" por si él quiere aparecer.
Fue un día de llorar, pero también de reír, de recordar, de ver tu vida entera pasar. Un 10 de diciembre que ya queda marcado en la historia musical de España.
Robe podía gustar o no, llegar o no, colarse en tu alma o no, pero nadie en la industria musical se atrevió nunca a no respetarlo y muchos artistas y de muy diversos estilos le reverenciaban como icono y referente indiscutible. Es una leyenda del rock español que no necesitó morirse para ser leyenda.
Su trascendencia en la música española es colosal e ingente, a la altura de muy pocos, y su huella en los seguidores difícil, imposible de borrar. Este miércoles sentían una orfandad que solo ellos podían entender.
Abrazos entre fans, sabiendo lo que el otro siente al escuchar "y si fuera mi vida una escalera, me la he pasado entera buscando el siguiente escalón, convencido que estás en el tejado, esperando a ver si llego yo" o "mientras tanto pasan las horas, sueño que despierto a su vera, me pregunto si estará sola y ardo dentro de una hoguera". Punzadas en el corazón.
Sus fans le consintieron siempre todo: si se iba de un concierto al rato de empezar, por no estar en la mejor de las condiciones, daba igual; si paraba un concierto 40 minutos y salía después, no pasaba nada tampoco. Cuando insultaba, bien; cuando recitaba el poema más hermoso, bien también. La edad le hizo abrirse un poco más, solo un poco, pero nunca rompió ese halo misterioso que le acompañó siempre. Se ha ido así, sin querer hacer ruido, pero provocando un terremoto en la cultura descomunal.
Del amor a lo marginal: pura filosofía
Sus letras son mayúsculas, de una profundidad absoluta en algunos casos, y se han escrito auténticas tesis doctorales sobre qué quiso decir con esta u otra estrofa. El misterio dominó su vida y su carrera. Nunca necesitó publicidad. No la tuvo.
Robe inventó la necesidad de escuchar los discos del tirón como 'La ley innata' o 'Mayéutica', con canciones que superan los diez minutos y que no quieres que acaben nunca. Experiencias religiosas ya cuando Rosalía no había nacido.
Pocos le han cantado como él a la ausencia, al dolor, al mal de amores, al desgarro de esperar, a sentir que se mueve ese "eje del salón" del que siempre hablaba. Tampoco nadie ha cantado como él a lo marginal y a lo antisistema. También a lo peor de la condición humana con nanas crueles que desgarran en cada letra.
Robe no canta. Robe rabia, sangra, supura, llora, susurra, apuñala, emociona y siempre rompe. Siempre. En quien le escucha y entra en su mundo provoca dolor, pero una sanación absoluta también. Nunca quiso quedarse a medias y siempre buscó en su arte "propiedades demoledoras": "Que me derrumbe el alma, que me derrumbe entero, que me reviente el alma y que me reviente dentro".
Su evolución musical discurrió paralela a la de su vida, donde hubo excesos, desorden, descontrol, heroína. "Demasiadas drogas hasta para mí", reconoció. Pulió su rock, siempre transgresivo, y en sus canciones se nota el poso de sus lecturas que crecieron y crecieron.
Robe lee poesía y se convierte en poeta para quedar por siempre en el imaginario colectivo. Usando sus propias palabras, su arte son "tripas soñadoras", "suspiros acompasados", "sauces llorones que cantan" y su vida, "una letra" que escribe en "hojas en blanco". La suya y la de muchos.
"Agila" es un antes y un después en su carrera y Robe va puliendo su música con un trazo cada vez más fino y con canciones igual de largas que siempre. Inabarcables y abrumadoras, a ratos.
El fin de Extremoduro en 2019, tras tres décadas de carrera y más de una decena de discos, convulsionó a su tribu, pero aún quedaba Robe que, ya en solitario, firma otros seis discos más. 'Mayéutica' y 'El poder del arte' contienen unas letras soberbias y los violines y clarinetes empiezan a compartir más y más protagonismo con las guitarras.
Poca duda de que este miércoles Robe se hubiera quitado importancia y quizá, ante las alharacas de algunos políticos lamentando su muerte hubiera lanzado un "iros a tomar por culo todos". Seguramente no hubiera acudido a su propio entierro y lo mismo se retuerce al ver que "ante la muerte traicionera", no ha sido enterrado "con la picha por fuera pa que se la coma un ratón". Genio y figura.
Él ya se ha ido y, como tantas otras cosas, lo dejó por escrito: "Si te vas, me quedo en esta calle sin salida". Robe se abrazó tan fuerte al vacío que ha acabado por desaparecer, pero solo en cuerpo porque su alma, tras su muerte, solo se ensancha.