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El gasto público en universidades no despega y sigue por detrás de la media europea

  • El presupuesto para las universidades esapoñalas está aún por debajo del objetivo del 1% del PIB fijado
  • La empleabilidad y la transferencia del conocimiento, principales fortalezas del sistema
Un grupo de alumnos se presenta a la PAU en una facultad de Barcelona
Un grupo de alumnos se presenta a la PAU en una facultad de Barcelona Lorena Sopêna / Europa Press

El gasto público en las universidades sigue sin despegar en España, aún por debajo del objetivo del 1% del PIB fijado en la Ley Orgánica del Sistema Universitario (LOSU) para el año 2030 y de los fondos destinados a los centros superiores presenciales en el año 2009. Las mejoras presupuestarias que han comenzado a asomarse durante estos últimos años no han compensado los recortes derivados de la crisis de deuda, según un estudio de la Fundación CYD (Conocimiento y Desarrollo) sobre la materia.

Este informe, referencia para el análisis del sistema universitario en España, refleja una tendencia al alza de la inversión desde el 0,69% registrado en 2015, pero insuficiente en cualquier caso. En 2023, el gasto público alcanzó el 0,75%, con una inversión por estudiante que se sitúa también por debajo de los principales referentes internacionales. Con 18.369 dólares por alumno —dos de cada tres derivados de las arcas públicas—, el dato de España es inferior al de la media de la UE (21.486 dólares) y al del conjunto de la OCDE (22.828 dólares).

Los niveles de financiación de la red de universidades aún se sitúan un 10% por debajo de los de 2009 en términos reales, una vez descontada la inflación, a pesar de una subida que se deja notar especialmente en la inversión en I+D. El dinero destinado a este ámbito encadena nueve años de crecimiento hasta el 1,49% del PIB, lo que no evita que España también quede en este apartado por debajo de los niveles de la UE (2,13%) y de la OCDE (2,7%).

El impacto social de las universidades

En el otro lado de la moneda queda la eficiencia global, una variable que tiene en cuenta la capacidad del propio sistema para transformar en resultados tangibles los recursos disponibles en cinco funciones estratégicas: gestión del talento, transferencia de conocimiento, empleabilidad, internacionalización y equidad. La Fundación CYD lo sitúa en 57,58 puntos sobre 100, con una mejora del 3,87% en los últimos cuatro años.

Informe semanal - Diagnóstico de la Universidad

La transferencia de conocimiento es la función que más progresa, con un crecimiento del 44,33% desde el curso 2020-2021 derivado en gran medida del fuerte aumento de la colaboración entre universidades y actores no académicos. Se deja notar un salto progresivo desde una producción científica centrada en volumen a otra más orientada al impacto social y económico.

La empleabilidad también se mantiene como una de las funciones más sólidas del sistema de universidades, con valores de eficiencia de 82,76 puntos sobre 100. El salto cualitativo en esta materia pasa por pasar de una estrategia centrada en el salario a otra que apunta a la estabilidad y la dedicación completa, en línea con los objetivos fijados en la reforma laboral de 2021. Así, el peso relativo del porcentaje de estudiantes de grado con contrato indefinido se duplica y el de afiliados a jornada completa crece un 36%.

La internacionalización, la asignatura pendiente

Por su parte, la estabilidad contractual y los progresos en igualdad de género en las plantillas contribuyen a que la gestión del talento mejore un 10,43%, mientras que la equidad se consolida y la proporción de mujeres graduadas aumenta un 31,4%.

La internacionalización, en cambio, deja mucho margen de mejora. El estudio identifica este ámbito como una de las principales debilidades del sistema de educación superior, con un descenso del 9,57% en materia de eficiencia. La movilidad de estudiantes se limita a estancias cortas y, aunque aumenta el personal docente e investigador extranjero en los centros españoles, apenas representa el 3,3% del total.

Una de las autoras del informe, Jasmina Berbegal, incide en la importancia de aprovechar ahora esta cascada de datos, que "traduce indicadores complejos en información accesible y accionable", para el "autodiagnóstico" y la "planificación estratégica" del sistema. "El propósito del estudio de indicadores no es únicamente medir o clasificar, sino convertir los resultados en herramientas de reflexión y decisión", subraya.

La directora de la Fundación CYD, Sònia Martínez Vivas, advierte de que los cambios "necesarios" que quedan en evidencia requieren de un cambio en el modelo de gobernanza que pasa por "una mayor autonomía universitaria y una rendición de cuentas rigurosa, modernizar la selección y promoción del personal y otorgar a los equipos de gobierno una mayor capacidad ejecutiva", entre otros aspectos.