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"Papá, mamá, me ejecutan mañana": los últimos fusilamientos de un franquismo "agónico" que "murió matando"

  • Cinco antifascistas fueron asesinados por el régimen en septiembre de 1975 tras cuatro consejos de guerra
  • Su causa, sin garantías jurídicas, resuena cuando se cumplen 50 años de la tragedia
Medio siglo de los últimos fusilamientos de la dictadura

La cárcel de Carabanchel se vistió de luto la última semana de septiembre de 1975. El "agónico" régimen del general Franco se había propuesto "morir matando", explica el doctor en Historia Contemporánea Pablo Alcántara, y con sus últimos coletazos disparó a matar contra cinco jóvenes antifascistas. Algunos de los reclusos de esta prisión madrileña han compartido con los ajusticiados sus últimas horas de vida. Otros, han estado a punto de compartir con ellos algo más que eso.

"Nos sacaron de las celdas de aislamiento y salimos al patio donde estaban todos los presos. Nos recibieron con un silencio total y nos dieron un abrazo". Manuel Blanco Chivite fue condenado a muerte ese verano, pero su pena fue conmutada, según cuenta a RTVE Noticias 50 años después. La misma suerte corrieron otros cinco de los 13 procesados en los consejos de guerra que sentenciaron a los últimos fusilados del franquismo.

Se cumplen 50 años de los últimos fusilamientos del franquismo

"Desde un silencio sepulcral, 40 o 50 personas recibimos a los compañeros que en el último segundo se habían salvado, todo con el doloroso recuerdo de aquellos con los que habías compartido unos pocos días de patio". Nos lo cuenta por su parte Pablo Mayoral, condenado a 30 años de prisión por el mismo tribunal militar, sumándose al relato de Chivite.

El testimonio de ambos persiste en un local de Villaverde Alto, donde han sido entrevistados y mantienen activa su militancia con la editorial El Garaje. Pero los hay cuya voz solo ha quedado impresa en papel: "Papá, mamá, me ejecutarán mañana [...] Cuando me fusilen pediré que no me tapen los ojos para ver la muerte de frente". Fue la última voluntad de Xosé Humberto Baena, uno de los asesinados, tal y como recoge su carta de despedida.

Carta de despedida de Xosé Humberto Baena

Carta de despedida de Xosé Humberto Baena Cedida por Victoria Sánchez-Bravo, hermana de Jose Luis Sánchez-Bravo

"Que mi muerte sea la última que dicte un tribunal militar"

El fin de la guerra es la paz, pero aquí el fin de la guerra fue la dictadura". Cinco décadas tras lo ocurrido, Blanco Chivite conserva nítidos sus recuerdos en la lucha antifranquista. Son los últimos años del régimen, atravesados por una "convulsa movilización popular", sostiene Alcántara. “Los últimos meses del franquismo fueron de una violencia atroz [...] Hacías una huelga y te jugabas la vida”, ilustra por su parte Blanco Chivite.

En ese contexto de agitación permanente y enfrentamientos con las fuerzas del orden, 13 opositores al régimen fueron detenidos en el verano de 1975 y acusados de atentar contra cinco agentes de la Policía franquista.

Portada del diario ABC del 27 de septiembre de 1975 que informa sobre las ejecuciones

Portada del diario ABC del 27 de septiembre de 1975 que informa sobre las ejecuciones Archivo histórico de EFE

Los gendarmes han sido asesinados por varios comandos del Frente Patriota Revolucionario Antifascista (FRAP) o, en su contra, por la banda terrorista ETA, ya activa esos años. “Los miembros de la [Brigada] Político Social y la Policía Armada están calientes, habían matado a sus compañeros y querían sangre”, expone Alcántara.

Chivite y Mayoral, militantes del revolucionario Partido Comunista de España m-l (marxista leninista), fueron detenidos y trasladados a las dependencias de la temida Dirección General de Seguridad (DGS) en el marco de las "indiscriminadas detenciones" que, día sí, día también, lleva a cabo el régimen, matiza el historiador.

Rueda de prensa de un PCE (m-l) recién legalizado en 1978. Blanco Chivite, el segundo por la izquierda, y Mayoral, el primero por la derecha

Rueda de prensa de un PCE (m-l) recién legalizado en 1978. Blanco Chivite, el segundo por la izquierda, y Mayoral, el primero por la derecha Archivo histórico de EFE

Allí son torturados, aislados, y sometidos a los interrogatorios de la Policía política de Franco bajo órdenes del comisario Roberto Conesa. "Un tipo sádico, bastante ruin y con un aspecto salvaje", describe Mayoral. "Desde el primer momento aseguraban que iban a acabar con nosotros", agrega.

Ambos son señalados por el asesinato de un agente de la Guardia Civil en los alrededores del canódromo madrileño. En el marco de la misma causa, la Policía también incrimina a Vladimiro Fernández Tovar, Fernando Sierra Marco y Humberto Baena Alonso como autores del crimen. De todos ellos, únicamente Baena, vigués de 24 años, fue fusilado en Hoyo de Manzanares (Madrid).

En la clandestinidad, sus camaradas le conocen por 'Daniel' en honor a Daniel Niebla, otro joven asesinado por la Policía, confiesa Blanco Chivite. Su última carta refleja la agonía de alguien que se asoma a la muerte:

Papá, mamá: Me ejecutarán mañana de mañana.

Quiero daros ánimos. Pensad que yo muero, pero que la vida sigue. Recuerdo que en tú última visita, papá, me has dicho que fuese valiente, como un buen gallego. Lo he sido, te lo aseguro. Cuando me fusilen mañana pediré que no me tapen los ojos para ver la muerte de frente. [...] ¿Recordáis lo que dije en el juicio? 'Que mi muerte sea la ultima que dicte un tribunal militar'. Ese era mi deseo. Pero tengo la seguridad de que habrá muchas más. ¡Mala suerte!

Un régimen "débil" que busca ser "ejemplarizante"

Los 13 detenidos son procesados en cuatro consejos de guerra diferentes. En Burgos, se celebra uno contra José Antonio Garmendia y Angel Otaegi, miembros de ETA, por el asesinato de un cabo primero de la Guardia Civil.

La segunda causa es la que se abre contra Chivite y Mayoral, previa a la apertura de un tercer consejo —esta vez sumarísimo— contra Ramón García Sanz, José Luis Sánchez Bravo, Manuel Cañaveras, María Jesús Dasca y Concepción Tristán. El 19 de septiembre tuvo lugar el último litigio, un segundo sumarísimo en Barcelona contra Juan Paredes Manot por el atraco a una sucursal bancaria donde murió un cabo de la Policía Armada.

El Consejo de Ministros, presidido por Arias Navarro, aprovecha la ocasión para ser "ejemplarizante" con sus enemigos y advertir al mundo que "la dictadura no iba a admitir ningún cambio”, aclara Alcántara.

Tanto es así que se procesó a los acusados con el decreto ley antiterrorista del 27 de agosto en la mano, aprobado por el Gobierno franquista para "recrudecer la persecución policial y judicial ante la ola de atentados" aplicando la norma con carácter retroactivo, argumenta Roger Mateos, periodista de la agencia EFE que ha estudiado el caso a fondo.

"Órdenes de arriba para dictar las penas de muerte"

Los consejos de guerra se articulan con "pruebas construidas falsamente y testimonios obtenidos bajo torturas", resume Alcántara. Todo a pesar de que la Policía decide, en el último momento, rebajar los golpes para que "las marcas se fueran pasando" de cara al tribunal militar, recuerda Blanco Chivite, que no puede evitar esbozar una sonrisa.

“Nos llevan a los cinco, permanecemos en la sala esposados con las manos detrás, cada uno con dos policías armados detrás", ilustra Mayoral evocando el consejo al que fue sometido en el acuartelamiento de El Goloso (Madrid). Por su parte, Chivite reproduce lo que uno de los uniformados comentó a su compañero mientras el presidente del tribunal, el coronel Francisco Carbonell Cadenas, leía el eterno apuntamiento: "No me estoy enterando de nada”.

La declaración se vio interrumpida por un secretario militar, que frenó al presidente susurrándole algo al oído. "Le había dicho que se había rechazado el recurso y que ya podía empezar el consejo". Según parece, los militares ni siquiera esperaron a que se resolviera la apelación que la defensa de los acusados había presentado ante el Consejo Supremo de Justicia Militar. "Cuando se reanudó la sesión por la tarde, el presidente del tribunal dijo que la sesión de la mañana no existía".

El procedimiento se desarrolló conforme a una sucesión de falta de garantías jurídicas. La relación con los letrados fue "esporádica y penosa", lamenta Mayoral: "Todo era muy rápido, te sacaban de la celda de castigo, te subían a un furgón y te metían en una habitación llena de policías. Casi al abogado le saludabas por los pasillos”.

"Se nos permite hablar al final y decimos que no nos consideramos culpables, relatamos las torturas y reivindicamos nuestra militancia. Eso fue todo, a partir de ahí nos sacan de la sala y en una o dos horas nos comunican la sentencia". Mayoral describe el proceso como una "obra teatral siniestra" orquestada frente a "militares fascistas" que ejercían su papel en un escenario donde, según apunta Roger Mateos, "había órdenes de arriba para dictar penas de muerte".

Pablo Mayoral, entrevistado por TVE en el cementerio civil de Madrid

Pablo Mayoral, entrevistado por TVE en el cementerio civil de Madrid TVE

Concluida la vista y pasados los días, a seis de los 11 condenados a muerte se les conmutó la pena por la inmediatamente inferior: 30 años de cárcel. "Se me abalanzó el abogado y me dice: 'Manolo [Blanco Chivite], te han conmutado'. Entonces, pregunté: '¿Y a los demás qué?' Ahí me lo dijo". Cinco de ellos no corrieron la misma suerte. Humberto Baena, Sánchez Bravo, García Sanz, Otaegi y Paredes Manot fueron fusilados en la madrugada del 27 de septiembre de 1975.

Una de las letradas presentes en el sumarísimo de El Goloso, Paquita Sauquillo, relata a RTVE Noticias que, muchos años después de aquello, ya rehechas sus vidas, encontró a Concepción Tristán, una de las procesadas cuya pena fue conmutada, impartiendo clases de instituto en Cádiz. La última vez que la vio en la prisión de Yeserías estaba embarazada y entonces no pudo evitar pensar que, si la hubieran fusilado, su niña no habría nacido.

Europa contra el dictador: "Franco, Assassine"

Esos días, desde Europa se ruega clemencia al dictador y bajo el grito de "Franco, Asesino" se exige al régimen un juicio justo para los procesados. En las democracias occidentales se convocan numerosas movilizaciones y en más de una docena de países se llama a consultas a los embajadores españoles.

En Roma, miles de personas marchan contra Franco

En Roma, miles de personas marchan contra Franco Archivo histórico de EFE

La noche del 26 de septiembre, el papa Pablo VI telefonea al palacio de El Pardo para rogar clemencia a Franco por la vida de los cinco jóvenes. Pero el dictador no responde al sumo pontífice, pues esa noche ha pedido que no le despierten y duerme plácidamente.

Para él, la reacción de Europa es parte de lo que llama el "contubernio judeo-masónico" y el 1 de octubre responde con la convocatoria de una gran manifestación en la madrileña plaza de Oriente a la que muchos españoles acuden por miedo u obligados, apunta Alcántara. Aquel día, el dictador saldría por última vez al balcón del Palacio Real antes de morir el 20 de noviembre de ese año.

Franco saluda por última vez desde un balcón del Palacio Real acompañado del rey emérito

Franco saluda por última vez desde un balcón del Palacio Real acompañado del rey emérito Archivo histórico de EFE

Años después, un hijo del juez instructor, el coronel Mariano Martín Benavides, llegó a decir en una entrevista que su padre “estaba arrepentido” por lo que había hecho y que recibió órdenes de “muy arriba” para ejecutar las sentencias. Para Chivite, no es suficiente: “No lo hizo público. Incluso ese arrepentimiento a destiempo, que no sirve para nada, podía tener alguna significación si lo haces público, pero si se lo cuentas a tu hijo en casa eso, no sirve para nada”.

La letra de Al Alba, escrita por el cantautor Luis Eduardo Aute, inmortalizó sin pretenderlo aquella sangrienta madrugada y se convirtió en el himno que pondría voz a esta historia. "Presiento que, tras la noche, vendrá la noche más larga", reza uno de sus versos. Esa misma noche que sus protagonistas no olvidan.