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Día para la Prevención del Suicidio

Del estigma a la "compasión": así ha cambiado la visión de la Iglesia sobre el suicidio

  • Hace no tantos años en España quienes se quitaban la vida no podían ser enterrados en camposantos
  • El peso del tabú provocaba más dolor y "exclusión" de las familias, pero la mirada ha cambiado en los últimos años
Hasta hace unas décadas, quienes se suicidaban no podían ser enterrados en un cementerio católico
Una mujer limpia la tumba de un familiar en Murcia EFE/Marcial Guillén

No hace tanto, en los años 60, la familia de un joven que se suicidó en una pequeña aldea gallega tuvo que ocultarle en casa, trasladarle a la cama y fingir que había fallecido de una enfermedad repentina. Todo por poder darle un entierro cristiano y evitar que cayera sobre su hogar el pesado manto de la vergüenza y el oprobio social.

Lo mismo ocurría en Andalucía y en cualquier rincón de España. Quienes se quitaban la vida recibían sepultura en muchas ocasiones en un espacio separado del cementerio, conocido como corralito, sin dejar ningún rastro ni señal de dónde reposaban. La Iglesia católica, tradicionalmente, ha considerado el suicidio como un grave pecado que implicaba la condenación eterna. Se consideraba que quien lo cometía atentaba contra el don de la vida que otorga Dios, quien al final es el verdadero "propietario de la vida", mientras que los humanos somos meros "administradores", tal y como se lee en el Catecismo.

Esta condena provocaba, en los seres queridos de una víctima de suicidio, más dolor, soledad e incomprensión. Sin embargo, "la sensibilidad ha cambiado radicalmente", y aunque la religión sigue rechazándolo, "afortunadamente hay un cambio en la mirada hacia los supervivientes y las víctimas", asegura a RTVE.es José Carlos Bermejo, teólogo, director del Centro de Humanización de la Salud y especialista en el acompañamiento en duelos complicados.

Afortunadamente hay un cambio en la mirada hacia los supervivientes y las víctimas

La doctrina católica, aunque "con buena intención", proclamaba el valor de la vida "por el camino del miedo", lo cual provocaba más daño y "mayor exclusión y marginación" para las familias de las víctimas. Ahora, sin embargo, se ve a quienes se han quitado la vida "con compasión, con misericordia", y hay más "gestos de solidaridad, acompañamiento y ayuda", como los Centros de Escucha que ha impulsado este religioso a través de la Orden de San Camilo.

La Conferencia Episcopal señala, por su parte, que "toda vida humana es un don recibido de Dios", por lo que "todo atentado contra la vida: homicidios, genocidios, aborto, eutanasia, torturas morales o físicas, terrorismo… y el mismo suicidio deliberado se opone a la dignidad de la vida humana". Fuentes de la jerarquía eclesiástica española destacan a este medio las acciones que lleva a cabo la Iglesia española a favor de la infancia, "las personas en situación de debilidad social", con problemas de salud o los ancianos, e insisten en que "la 'cultura de la muerte' se combate con la 'cultura de la vida'".

Foco en la prevención más que en la condena

El cambio de paradigma se vino dando en la segunda mitad del siglo XX, pero se confirmó con el nuevo Código de Derecho Canónico, de 1983, que ya no prohíbe expresamente los funerales en cementerios consagrados, y especialmente con la renovación del Catecismo en 1992.

En él, se explicita que los "trastornos psíquicos graves, la angustia, o el temor grave de la prueba, del sufrimiento o de la tortura, pueden disminuir la responsabilidad del suicida". Y aunque incide en que este acto es "gravemente contrario al justo amor de sí mismo" y "ofende también al amor del prójimo", no niega a la persona que se ha quitado la vida la posibilidad de la salvación.

"No se debe desesperar de la salvación eterna de aquellas personas que se han dado muerte. Dios puede haberles facilitado por caminos que Él solo conoce la ocasión de un arrepentimiento salvador", se puede leer.

Antiguamente, los familiares de una persona que hubiera fallecido por suicidio tenían que enterrar a sus seres queridos fuera de los camposantos católicos —como era el caso, por ejemplo, del Cementerio Civil de Madrid—. A día de hoy, los cementerios consagrados ya no impiden el entierro de personas que se hayan quitado la vida, y en el caso de la capital, por ejemplo, todas las necrópolis municipales están abiertas a cualquiera, independientemente de su muerte y creencias, según explican fuentes del Ayuntamiento.

A día de hoy, "toda persona bautizada en comunión con la Iglesia tiene derecho a recibir sepultura cristiana, pues solo Dios puede juzgar lo que hay en el corazón de cada persona", apunta la Conferencia Episcopal.

¿Ha evolucionado la Iglesia al ritmo de la sociedad?

El cambio de actitud respecto al suicidio no se ha dado solo en la Iglesia. A nivel social, y aunque sigue muy presente, el tabú ha ido, poco a poco, diluyéndose. Pero, en una sociedad de raíces cristianas como la nuestra, ¿ha sido el cambio de postura de la Iglesia el que ha facilitado esta reducción del estigma, es el cambio de sensibilidad general el que ha forzado al catolicismo a adaptarse, o ambas cosas han sucedido a la vez?

Para Carles Alastuey, superviviente y portavoz de Después del Suicidio – Asociación de Supervivientes (DSAS), "la Iglesia va muy poco a poco en sus procesos de actualización y adaptación" a los cambios sociales. Sí que destaca casos concretos positivos, como el hecho de que en Barcelona el Arzobispado haya contactado con su asociación para colaborar en el acompañamiento a las familias de las víctimas, y también considera que la religión ha adoptado una mirada "más compasiva" hacia esta cuestión, pero aun así no ve un "posicionamiento claro" por parte de la jerarquía eclesiástica.

"En este momento la Iglesia tiene el reto clarísimo de ir reconstruyendo toda su ideología y su lenguaje, porque si no lo que se produce es cada vez un mayor distanciamiento con el pensamiento general de una sociedad que, al menos aún hoy, sigue siendo progresista", asevera.

Una "crisis de fe" o una reafirmación de sus creencias tras una pérdida

La Iglesia ha abierto su mirada hacia el suicidio, sí, pero, ¿y los católicos? Según un estudio elaborado en Hungría en 2021, los católicos condenaban menos el suicidio que los protestantes, pero quienes iban con mayor frecuencia a misa tenían mayor probabilidad de estigmatizar el hecho de quitarse la vida.

Según la experiencia de Alastuey en su asociación, se suelen observar dos fenómenos entre las familias que creyentes que acuden a ellos en busca de ayuda. La mayoría vive una "crisis de fe", que se resume en la idea de por qué Dios puede permitir que ocurra una desgracia así. "Hay mucha gente que después de una pérdida por suicidio mantiene una relación muy conflictiva con sus creencias religiosas", afirma.

Por otro lado, hay personas que "se reafirman más en sus creencias" y en el hecho de considerar que "Dios es compasivo" tras estas pérdidas.

Dos años con descenso de suicidios

España ha venido registrando un aumento continuo de las muertes por suicidio entre 2018 y 2022, año en el que se quitaron la vida más de 4.000 personas. Pero desde entonces, los fallecimientos han comenzado a bajar. 2024, con 3.846 muertes, un 6,6% menos que en 2023, ha sido el segundo año en el que disminuyen las víctimas por esta vía, que sigue siendo la segunda mayor causa externa de fallecimientos —tras las caídas accidentales—.

El descenso coincide con la adopción de medidas como el teléfono de atención a la conducta suicida, el 024, en 2022, un número de teléfono gratuito y disponible las 24 horas del día y los 365 días del año. Recientemente, el pasado febrero, el Ministerio de Sanidad aprobó el primer Plan de Acción para la Prevención del Suicidio, una medida reclamada desde hace tiempo por asociaciones y profesionales.

Sin embargo, aún queda mucho por hacer, y el suicidio se sigue considerando como un problema de salud pública de primer orden. Para prevenirlo, pero también para acompañar a quienes han perdido a alguien que se ha quitado la vida, están asociaciones como la de Alastuey, los Centros de Escucha, el Teléfono de la Esperanza, la Asociación Papageno y muchas otras.

Bermejo lanza un último mensaje a aquellos a quienes se les haya pasado por la cabeza suicidarse: "Hay espacio para la esperanza. Se puede estar muy triste, pero siempre hay alguien, un ancla donde apoyarse. Hay que entregarse a la confianza de que nos pueden acompañar para vivir, mejor que para morir".