Escuálidos mensajes escritos reducen la comunicación interpersonal a frecuentes malentendidos
- La falta de contexto en las conversaciones digitales limita la comunicación interpersonal
- El uso de audios, stickers y emojis intenta compensar las carencias que tienen las charlas online
¿Esa persona está enfadada o solo escribe sin emojis? ¿Su "OK." significa "todo bien" o "no me hables más"? En una conversación cara a cara, los interlocutores comparten el espacio, el tono, los gestos y los demás elementos que conforman el contexto. Todo eso matiza lo que se dice. En cambio, a través de una pantalla, toca adivinar. "En cualquier proceso comunicativo hay que interpretar y eso ya es un reto", explica Cristina Vela Delfa, doctora en Ciencias del Lenguaje y profesora en la Universidad de Valladolid, pero aún se complica más cuando se da en internet.
En la era digital, los códigos de la comunicación se han transformado y, con ellos, también la forma de relacionarse. Según el Global WebIndex, seis de cada diez personas pasan más de dos horas al día en redes sociales. El cambio ha sido muy rápido. En 2012, la mayoría de adolescentes prefería hablar cara a cara. Seis años después, los mensajes ya habían ganado terreno. En 2025, es habitual tener más interacciones digitales en un día que conversaciones presenciales en toda la semana.
Terreno fértil para los malentendidos
Cuando una madre escribe "ok" y su hija se lo toma como un desprecio, aunque no fuera la intención de la emisora, se produce un fallo comunicativo. "Las palabras no viven en el aire", recuerda Vela. Las usan personas concretas, con su edad, su contexto y su forma de ver el mundo. Quien las recibe lo hace también con sus propios filtros, su humor del día y la acumulación de experiencias pasadas.
"Estamos muy conectados desde el punto de vista tecnológico, pero desconectados desde el emocional", alerta Vela, autora de 'La comunicación por correo electrónico: análisis discursivo de la correspondencia digital' y 'Emojis en la interacción digital escrita'. La experta percibe que "falta autenticidad en las conversaciones digitales, porque todo está más controlado y editado que en la conversación natural".
Este cambio se produce en "la tercera gran revolución de la historia de la humanidad", la digital, según explica el doctor en Psicología Social y Antropólogo Social y Cultural de la misma universidad, Asur Fuente. La "rapidez e instantaneidad" que la caracteriza "abona el terreno para relaciones superficiales y efímeras", pero el investigador asegura que "no es incompatible con relaciones humanas de calidad".
Según los expertos, la falta de pistas no verbales, como el tono o la gestualidad, abre la puerta rellenar huecos con suposiciones. Fuente pone el ejemplo de la ironía o de "una palabrota, que puede ser entendida despectivamente o ser la expresión del más alto grado de amistad y confianza".
Las plataformas tecnológicas, conscientes de estas carencias, han generado soluciones a medias, como los emojis, los stickers y los gifs. "Los usamos para expresarnos de forma más emocional y también como marca identitaria", apunta Vela. "Antes, el prestigio lingüístico lo tenía la clase media adulta. Ahora lo marcan los jóvenes, que reinventan el lenguaje digital todo el rato. Por eso, los que meten la pata son los padres", reflexiona la lingüista.
Curiosamente, la precariedad comunicativa también tiene algún efecto positivo. Como apunta Fuente, "la falta de pistas, como la ropa o la gestualidad, que lanzan mensajes sobre nuestro estatus, puede facilitar una comunicación menos jerárquica y más igualitaria".
Privacidad en la era de las capturas de pantalla
En una conversación privada, un mensaje se envía dentro de una situación de confianza, habitualmente sin pensarlo mucho. Pero, las capturas de pantalla abren una grieta en la intimidad digital. Según un estudio del Journal of Computer-Mediated Communication, muchas personas se sienten con el derecho a compartir cualquier cosa que aparezca en su pantalla, pero las conversaciones son de dos. El artículo pone el foco sobre una contradicción común en internet. La percepción de que las conversaciones online son fugaces convive con tecnologías que facilitan registrarlas para siempre.
Así se erosiona, poco a poco, la confianza interpersonal. Fuente recuerda que, aunque también se puede grabar una conversación presencial, "hay cierta inconsciencia general sobre la información que publicamos en internet". Según el experto, el problema de fondo tiene que ver con la "desindividualización". Cuando una persona se siente menos expuesta como individuo, gracias al anonimato, puede llevar a cabo comportamientos extremos, como se ve en redes sociales. Sin embargo, el lado positivo de permanecer oculto es que también facilita "la sincera expresión de emociones".
Amigos online y buenos días con Piolín
Cada generación tiene su forma de comunicarse en internet. En el caso de la juventud, la frontera entre lo online y lo presencial se ha difuminado. "Muchas veces necesitan alargar los momentos de contacto con sus amistades a través de lo digital", explica Anna Sanmartín, Directora Centro Reina Sofía de Fad Juventud.
Las redes son "un espacio de socialización distinto, con sus propios códigos", donde también se habla de responsabilidad, de entender cómo se relaciona el otro y respetar sus tiempos. Lo ideal, cree Sanmartín, es que lo digital y lo presencial se complementen: "Si falta uno, suele ser indicativo de que algo pasa".
Aunque reconocen el agobio de tener que responder siempre y rápido, valoran más lo que ganan, por ejemplo, poder mantener vínculos a distancia. Javi, Pilar y Esther se conocieron hace diez años en Twitter, por sus gustos musicales, y desde entonces comparten un grupo de WhatsApp con otras siete personas. "Por ahí hablamos de todo. Es un poco como si fuera la plaza del pueblo", aclara Pilar.
"Gracias a estar conectados podemos tenernos en el día a día, eso hace que podamos mantener más amistades que si solo pudiéramos hablar cuando nos vemos", subraya Javi. Algunas, como Esther, incluso han encontrado el amor dentro del grupo.
En el otro extremo, las personas mayores también tienen muy presente la comunicación digital. Muchas mujeres de avanzada edad tienen sus propios grupos, sus cadenas de mensajes matutinos y nocturnos, con Piolín o Snoopy de fondo, y una red de cuidados tejida por mensajes que dicen "Buenos días", pero significan "¿Estás bien?".
Conchita, de 97 años, vive sola y, aunque no le gustan "esas bobadas que dicen todos los días lo mismo", reconoce que la mensajería digital le permite mantenerse conectada. Es la mayor de sus amigas, pero, a diferencia de ellas, prefiere escribir a mandar audios o reenviar fotografías: "Me cuesta más, pero no quiero perder la práctica. Es más estimulante".
Los audios: más monólogos que conversaciones
Las notas de voz se han convertido en el punto medio entre el mensaje de texto y la llamada, que genera pasión y rechazo a partes iguales. Vela recuerda que las conversaciones están plagadas de elecciones comunicativas. Cuando se elige enviar una nota de voz en lugar de hablar por teléfono, se opta por "tener el control del discurso y no compartir el ritmo con el otro".
Un audio se puede repetir o borrar fácilmente. Esa flexibilidad es un alivio para quienes padecen ansiedad con las conversaciones telefónicas, pero también, alerta Fuente, pueden "empobrecer la comunicación", al perder esa posibilidad de intercambio y réplica en directo. Esa sucesión de monólogos encaja a la perfección con un mundo acelerado, donde no siempre hay tiempo para quedar con los amigos. "Los acumulamos y los escuchamos por la noche, como si fuera un pódcast, así nos ponemos al día y nos sentimos más cerca", cuenta Javi.
El uso importa más que la herramienta
Los expertos coinciden en que la clave está en el uso que se da a los distintos canales de comunicación. De hecho, mientras que los estudios apuntan a que en Estados Unidos se establece un vínculo entre redes y narcisismo, en Europa tienden a reforzar los lazos sociales. La intención con la que se usan las herramientas es determinante.
Las "relaciones basadas en los intereses en común más que en la proximidad geográfica" pueden generar "ciberguetos", explica Fuente. "Hay que reservar espacios para hablar, para estar, sin el teléfono de por medio", recomienda Vela. La experta asegura que no se trata de demonizar lo digital, sino de aprender a habitar ese ecosistema.