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Lu Ciccia dinamita el sexo como categoría biológica: "Los hombres pueden producir leche y amamantar"

  • Siglo veintiuno publica el ensayo Contra el sexo como categoría biológica de Lu Ciccia
  • La autora asimila la noción de sexo con la de raza, concepto sin base científica
Lu Ciccia dinamita el sexo como categoría biológica
La autora Lu Ciccia Antonio Díaz Sandoval 

Con un gran rigor analítico, Lu Ciccia, se apoya en la evidencia científica más reciente para repensar los cuerpos y las identidades en su ensayo Contra el sexo como categoría biológica, publicado por Siglo veintiuno editores.

La doctora en estudios de género por la Universidad de Buenos Aires y licenciada en biotecnología por la Universidad Nacional de Quilmes intenta desmontar las premisas sexistas que limitan nuestra vida y cuestiona las categorías decimonónicas que nos encasillan, falsamente basadas en criterios biológicos.

La autora de La invención de los sexos nos invita a liberarnos de las concepciones reduccionistas y a construir una comprensión más amplia de las potencialidades y la plasticidad del ser humano.

Pregunta: ¿Por qué el sexo no es una categoría biológica?

Respuesta: Este título me lleva a explicar que no soy terraplanista ni antivacunas, porque parecería que negar la categoría de sexo como legítimamente biológica me conduce automáticamente a negar que somos una especie que produce células sexuales, ovocitos y esperma. El sexo no es una descripción neutral de nuestras formas de producción de células sexuales, supone legitimar ciertas conexiones causales en tres dimensiones diferentes.

P: ¿Cuáles son esas tres dimensiones?

R: La primera dimensión supone decir que la posibilidad reproductiva causa ciertos estados psicológicos. Esto lo vemos en la idea de las mujeres son más empáticas, los hombres son más agresivos, son más racionales. Lo que es legitimado por el discurso neurocientífico predominante acerca de la diferencia sexual, lo que supone dos asunciones: la primera es que el cerebro tiene sexo y la segunda es que cerebro y mente son lo mismo. Es decir, hablar de un cerebro me permitiría hablar de los estados mentales de alguien.

La segunda es la causalidad entre la posibilidad reproductiva y ciertos parámetros biológicos concretos. Asumir que los hombres, las personas con pene, tienen más masa muscular porque producen esperma.

Y la tercera tiene que ver con la posibilidad reproductiva misma. Establecer que un par de cromosomas sexuales XX da lugar a ovarios que determinan ciertos niveles de testosterona y estrógenos. En el libro, muestro que estas tres dimensiones son problemáticas y el sexo no describe realmente cómo ocurren nuestros procesos biológicos.

Portada de 'Contra el sexo como categoría biológica'

P: ¿Hemos heredado un esquema mental que se queda corto para describir a los seres humanos?

R: Lo que nosotres tenemos no es un sexo, sino que es una biología. El sexo es una categoría que creamos para interpretar cómo nuestros procesos biológicos ocurren, pero es una categoría que implica intrínsecamente la reproducción de sesgos androcéntricos.

P: ¿En qué se parece el concepto de raza al concepto de sexo?

R: Justamente estos sesgos androcéntricos suponen el despliegue de la mirada que va a describir el mundo a través de una masculinidad cisgénero blanca, adulta, propietaria, heterosexual y occidental. Entonces, desde esta masculinidad, se consolida lo que va a ser el discurso científico moderno colonial. Este discurso se articula para justificar biológicamente la supremacía del varón, en clave de posibilidad reproductiva y en clave de racialización.

Es decir, el sexo y la raza comparten una genealogía común, que es la idea de crear categorías científicas para justificar biológicamente la supremacía de la masculinidad blanca. Entonces, si la raza como categoría biológica es racista, el sexo como categoría biológica es sexista. Y acá por sexismo, entiendo la naturalización de las diferencias, no la negación de las diferencias, sino cómo interpretamos las diferencias entre hombres y mujeres cisgénero.

P: ¿Cómo limitan nuestra vida las premisas sexistas?

R: En el deporte se legitima que las diferencias psicológicas, biológicas entre hombres y mujeres son naturales. Entonces tenemos como resultado que se normaliza la histórica y transcultural superioridad atlética del varón cisgénero, cuando en realidad tenemos que poner esa superioridad práctica en un contexto.

Me interesa trabajar en cómo las normativas de género se relacionan con las diferencias biológicas. Y acá tenemos dos fenómenos cruciales, los de plasticidad y epigenética. La idea de que cambiamos biológicamente con la experiencia social.

Entonces, el género no es algo macroscópico, solamente conductual, que tiene que ver con como una camina, se viste o se va a manejar en el mundo, sino que, al mismo tiempo, tiene un correlato molecular y la plasticidad. Esta idea de cambio biológico nos explica cómo estas biologías pueden estar expresando normativas de género, incluso en parámetros considerados de relevancia atlética.

P: ¿Por qué los niveles de testosterona no definen claramente la masculinidad?

R: Acá tenemos las dos dimensiones, primero, la psicológica por la que la testosterona causa mayor agresividad y deseo sexual, dos factores que no son parámetros biológicos concretos. Con un análisis clínico, se puede calcular la concentración de hormonas en sangre y llegar a un número, un nivel de testosterona. Pero lo importante es decir que la agresividad, la idea de la fuerza explosiva de la que se habla en el deporte de competición, no es algo determinado por ningún dato biológico.

Propongo que tiene que ver con nuestra vida mental y qué corporalidades tienen acceso a las nociones de fuerza, agresividad, competitividad, valores que asociamos a la masculinidad y al deporte. Por otro lado, tenemos la idea de que la testosterona impactaría en parámetros de relevancia atlética concretos y que difieren entre hombres y mujeres, como la masa muscular magra, la densidad ósea y la producción de hemoglobina. Lo que muestro en el libro son los vacíos explicativos.

P: ¿Qué dice la ciencia sobre los efectos de la testosterona?

R: El único dato concreto es el efecto de la testosterona como anabólica, que contribuye a desarrollar la masa muscular. Ese efecto no es solamente un producto de la testosterona, sino de otras hormonas como la insulina, que es mucho más anabólica y la alimentación. De hecho, la insulina aumenta la absorción de aminoácidos y promueve la síntesis de proteínas, que ayuda a desarrollar la masa muscular.

La testosterona no sabemos qué hace. Están quienes dicen que aumenta el líquido extracelular, pero ahora también se dice que lo que hace es inhibir la degradación de proteínas, no promover su síntesis. Es complejo el cuerpo y nuestra biología, mientras que, desde las federaciones deportivas, dan por sentado que la testosterona, de manera transparente y unívoca, es la prueba de la superioridad atlética de la masculinidad cisgénero.

En realidad, hay normativas de género que pueden impactar en estos parámetros de relevancia atlética y dar cuenta de las diferencias biológicas. Mira lo que cambia la historia. Las diferencias entre hombres y mujeres de ser naturales pasan a ser históricas y transculturales. Se transforman en unas diferencias contextuales con implicaciones en nuestras normativas y tienen carácter político.

P: En España, desde hace años, existe un permiso de lactancia para los padres. Lo llamativo es que en su libro relata casos de varones que producen leche. ¿Cómo es posible que amamanten a sus bebés?

R: Desde la categoría de sexo se alimenta la idea de diferencias cualitativas entre las posibilidades reproductivas en muchas dimensiones que no son válidas. Un punto neurálgico es justo la lactancia. Solemos pensar que solo las personas con vulva podemos lactar y esto es falso porque la producción de leche depende de dos hormonas: la prolactina y la oxitocina, que todos los cuerpos producimos. Y además la producción de leche depende de una estimulación mecánica. Yo les invito a que practiquen en casa.

Todas las corporalidades podríamos lactar

Hay crónicas de los conquistadores españoles que relatan que en algunas comunidades de Brasil solo los hombres lactaban y también hay casos actuales de algún hombre que ha producido leche. No estamos hablando acá de cuántos hombres hay lactando en una frecuencia estadística, sino que, según nuestra potencialidad biológica, todas las corporalidades podríamos lactar.

Eso abre las preguntas de investigación, si no hay un impedimento realmente biológico para que otros cuerpos lacten: ¿Cómo se pudieron haber estabilizado estas diferencias?. Se estabilizaron por siglos de cultura, de prácticas que dividen las tareas y que al mismo tiempo se traducen en una herencia biológica a través de la epigenética.

P: ¿Cómo pone en cuestión la intersexualidad el dimorfismo androide-ginoide?

R: La intersexualidad es una variación de los parámetros biológicos vinculados con la reproducción, no te dice nada de su identidad de género, si es hombre o mujer, no binaria, ni de su práctica u orientación sexual, si es heterosexual, pansexual, asexual, bisexual, lesbiana, etcétera. Sostengo que nada salió mal en las personas intersex.

Se supone que estas personas son excepciones que no cumplen con la linealidad causal que asume que de un par XX salgan dos ovarios y ciertos niveles de testosterona y estrógenos. Lo que yo digo es que esa regla biológica no es lineal. Si bien es cierto que hay solo ovocitos y esperma, no hay un solo camino para producir cada una de ellas. También cuestiono el principio de exclusión: o tienes ovarios o tienes testículos.

En el primer trimestre, el feto tiene una gónada potencial, su diferenciación depende de cromosomas no sexuales, autosómicos, y de productos no génicos como el hierro y el ácido retinoico. Puede devenir ovarios, testículos u ovotestis, en el caso de las personas intersexuales, pero esto tampoco es definitivo.

Hay dos procesos biológicos en paralelo, uno que actualiza que tus ovarios sean ovarios y el otro que impide, vía epigenética, que ese ovario devenga testículo

Esta potencialidad se mantiene toda la vida. Hay dos procesos biológicos funcionando en paralelo, uno que actualiza que tus ovarios sean ovarios y el otro que impide, vía regulaciones epigenéticas, que ese ovario devenga testículo. Los peces a lo largo de su vida cambian la producción de células sexual a través de señales externas, pero los mamíferos conservamos esta plasticidad.

P: ¿Cuál es la diferencia entre sexo y género?

R: Hubo feminismos de segunda ola y que fueron muy importantes, que hicieron esta distinción. El sexo es lo biológico y el género es lo social, algo que reproduce la dicotomía naturaleza / cultura. No hablamos de nada natural cuando hablamos de biología. Se trata de cuerpos en contexto que se transforman bio materialmente todo el tiempo, acorde a las experiencias sociales y la vida que tenemos, las formas de producción y reproducción.

El sexo es una categoría que supone describir a través de relaciones causales nuestra biología, que no lo hace de manera asertiva, pero se biomaterializa a través de las normativas de género porque supone dividir el mundo en dos en términos psicológicos y biológicos. Y en nuestra subjetividad reproducimos eso.

P: ¿Y el género?

R: El género es algo multidimensional que implica la manera de ser inteligibles y reconocidos como seres humanos, pero no por eso es natural la asignación del género al nacer. No es un disfraz, no se puede abolir el género. Yo me enuncio lesbiana, no binaria, pero nadie trasciende el binarismo. Yo no me reconozco ni hombre ni mujer, pero por fuera, me ves más andrógina o un poco más masculina o femenina.

La asignación de género al nacer nos va a parecer demencial porque no se basa en ninguna evidencia científica

Esa normativa es tan potente que aplasta nuestra subjetividad y no podemos salir de ella. La buena noticia es que no es natural, es histórica. Si cortamos la conexión causal que asumimos entre posibilidad reproductiva y género y la ponemos en contexto, a través de las generaciones, va a empezar a diluirse esta conexión. Entonces, la asignación de género al nacer nos va a parecer demencial, porque no se basa en ninguna evidencia científica.

P: ¿Qué significa que el sexo es una categoría histórico política, biomaterializable?

R: Justo como la raza. Es una categoría que se crea para justificar biológicamente la organización de la vida social, pero no es una imposición del discurso científico. Esto solo tiene sentido si negociamos con nuestras subjetividades el sistema de valores que implica esta categoría, la incorporamos y la bio materializamos, la expresamos biológicamente a través de estas normativas de género.

A esa asignación de género le corresponden ciertos atributos psicológicos, sensibilidad y empatía, que en las personas con vulva va a corresponderse con qué eligen en la vida, qué ocupaciones van a seguir. Por ejemplo, la infrarrepresentación de mujeres en la ingeniería, que eso no es casual, tiene que ver con estas conexiones que asumimos.

La alimentación, la frecuencia de la actividad física son actividades que están generizadas. Come más el macho cazador, la nena come menos, se sienta con las piernas cerradas, no ocupa espacio. Todo eso impacta molecularmente en el despliegue de nuestra biología.

P: ¿Cómo aborda la ciencia la relación mente-cuerpo?

R: Las neurociencias investigan en términos de correlaciones, pero se comete mucho el sesgo de causalidad. Asumir que si hay diferencias en el cerebro entre hombres y mujeres en cierto patrón de activación neuronal, deben ser la consecuencia de la posibilidad reproductiva del sexo. El problema es que vos no podés hacer esa asunción porque las prácticas sociales se expresan biológicamente a través de este fenómeno de plasticidad y el cerebro es el órgano más plástico que tenemos.

Esas diferencias pueden estar reflejando diferencias en el marco de las normativas de género que, por ejemplo, los hombres se dedican más a ciertas cosas, incluso en esta sociedad que tiene un fuerte entrenamiento binario, tampoco alcanzan para clasificar el cerebro según dos poblaciones y eso es porque nuestra singularidad trasciende el binarismo, aunque insistamos en caer psicológica y biológicamente en estas dos categorías.

Nuestra singularidad trasciende el binarismo, aunque insistamos en caer psicológica y biológicamente en las categorías mujer/hombre

Para mí el problema está en el diálogo que las neurociencias tienen con el ámbito psiquiátrico y la pretensión de buscar las causas cerebrales de los diagnósticos. Una cosa es hablar de Alzheimer y de Parkinson, porque ahí existen correlatos orgánicos específicos: muerte neuronal probable, muerte de neuronas dopaminérgicas... Ahora no es lo mismo hablar de depresión que de esquizofrenia, yo diría que esa expectativa tiene que ser desplazada de las neurociencias y que de alguna manera se extienda la comprensión de la mente como algo más allá del cerebro.

La filósofa de la mente Diana Pérez, prologuista del libro, dice que el lenguaje mentalista, de los verbos psicológicos: sentir, desear, creer, amar nunca va a ser capturado por la descripción biológica que podamos hacer de los cuerpos. Para construir la identidad, la mente es estrictamente relacional. Existimos por la mirada de los otros, y este despliegue psicológico no lo tendríamos sin el contacto con otros miembros de nuestra especie.

P: ¿Cómo afecta la dicotomía varón/mujer al diagnóstico y tratamiento de algunos tipos de cáncer?

R: Eso para mí es terrible, porque solemos pensar que si las mujeres cisgénero tienen mayor prevalencia de cáncer de mama, que evidentemente es un dato escandaloso, se asume que es por el sexo. El problema es que es muy reduccionista esta perspectiva, tiene bastantes conflictos y no son sostenibles en el discurso biomédico actual.

En el cáncer de mama más frecuente se sobre expresa un receptor de estrógeno, pero los niveles no explican la diferencia en las prevalencias, porque hay hombres cisgénero que desarrollan cáncer de mama y pueden tener menos estrógeno que mujeres y mujeres que, con un nivel más bajo que otras, desarrollan cáncer.

El racismo estructural impactó en la prevalencia del cáncer de mama en las mujeres negras

Nancy Krieger, una epidemióloga estadounidense, mostró un aumento de la prevalencia en cáncer de mama en las mujeres negras que se criaron cuando el racismo era legal. Las leyes Jim Crow, el racismo estructural impactó en parámetros de relevancia clínica. De la misma manera, el sexismo estructural puede estar impactactando en la investigación.

Tenemos que ver cómo los cambios endógenos en los niveles de estrógeno, puede disparar la sobre expresión de células tumorales. Hay que explorar otros factores, por ejemplo, el tiempo de degradación de los receptores. La prevalencia entre varones está aumentando, tenemos que ser más precisos y analizar las variables específicas: desarrollo gonadal, concentraciones de testosterona, etc.

P: ¿Qué supone para algunas teorías feministas cuestionar el sexo como categoría biológica?

R: Es complejo, sobre todo en España, que está en llamas la división de los feminismos TERF, o sea, trans excluyentes y los que no lo son. Me parece que se reproduce todo lo que se critica y se cae en esencialismos biologicistas. La idea de que nuestra vida mental está reducida a lo genital. Una cosa es tu ideología y otra cosa es tu identidad de género.

A los feminismos críticos nos interesa dejar de reproducir sesgos androcéntricos, entender que el sexo no es una categoría biológica, es una categoría histórico-política que se materializa. Nos pone en un lugar para explorar de manera subjetiva e intersubjetiva los alcances que las normativas de género tienen en el desarrollo de nuestra vida.

El sexo no es una categoría biológica, es una categoría histórico-política que se materializa

Siempre usamos la biología para reafirmar que es cierto lo que nos sucede. Tenemos que superar este paradigma biologicista e incomodarnos y decir: ¿hasta qué punto pensamos que hay diferencias naturales entre hombres y mujeres cisgénero?. Como feministas y transfeministas podemos estar reproduciendo lo que criticamos, un sistema de valores que supone que hay cuerpos que valen más que otros.

P: ¿Cómo convencería a mi cuñado de que tiene que leer Contra el sexo como categoría biológica?

R: Yo le preguntaría a tu cuñado cuánto sabe de biología y cuánto sabe de la relación mente/cuerpo. Le plantearía la segregación por sexo en el deporte, probablemente él va a decir que los hombres son más fuertes, pero: ¿por qué?¿cómo se produce eso?. Científicamente hablando, esas conexiones causales no existen. Recomiendo este libro para analizar las causalidades que estás asumiendo y que no conoces.

Las diferencias entre la mujer y el hombre promedio significan justamente que no hay absolutos o cajones de categorías, ambas se solapan. El tema es cómo tratamos lo que cae fuera del promedio (la intersexualidad). Si vemos la excepción desde la potencialidad biológica, podemos explorar qué sucede porque es biológicamente posible.