En los márgenes de Torre Pacheco: "Hay convivencia, pero no integración ante la falta de políticas públicas"
- Vecinos y expertos apuntan como principales retos la educación, el empleo o la vivienda
- Asimismo, la precariedad estructural choca con la ideología política que frena los avances en materia social
La glorieta de la Tinaja es una frontera invisible en Torre Pacheco. Cada una de sus salidas lleva a uno de los submundos que conviven en esta localidad murciana que ha sido escenario de la "cacería" de personas migrantes anunciada por grupos de extrema derecha. Estas delimitaciones geográficas se vuelven impermeables cuando la convivencia peligra. El barrio obrero y humilde de San Antonio ha estado en el punto de mira y en las últimas noches ha sido cercado por los agentes de seguridad. Sus calles están vacías, las mujeres y niños llevan seis días recluidos en casa. Un puñado de jóvenes se juntan y se dispersan para compartir información. Nadie, ni dentro ni fuera de aquí, entiende lo qué está pasando.
"Si encuentro un alquiler más barato en otro sitio, me voy de aquí por el futuro de mi hijo", dice Rachidia. Una mujer de 45 años que llegó hace 20 a Murcia y tiene un hijo de seis años. Está indignada y teme que su hijo no tenga un futuro aquí. Ella ahora no trabaja, pero lo ha hecho toda su vida: en limpieza, en grandes almacenes y en el campo. "¡Soy una curranta!", dice con cierto orgullo y enseguida confiesa que sueña con otros horizontes para su hijo. "Vas a estudiar", gira la mirada hacia el pequeño sin soltarle la mano. Con otras mujeres intenta explicar su enfado hacia unos y otros. Rachidía vive a pie de calle en una cochera y durante estos seis días de tensión ha pasado mucho miedo.
A partir de ahora nadie puede predecir el futuro de esta localidad que afronta una grieta histórica. Lo cierto es que sus habitantes no saben cómo se ha llegado hasta aquí y, lejos del ruido de estos días, se enfrentan a los desafíos de una localidad ‘sobrepoblada’ con grandes retos en materia de educación, empleo o vivienda.
"Hay convivencia, pero no integración ante la falta de políticas públicas", explica Paulino Ros, sociólogo pachequero y profesor de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) de Cartagena. La integración necesita de un plan transversal que no deje a nadie atrás.
Jóvenes en el barrio de San Antonio en Torre Pacheco, sureste de España JOSE JORDAN / AFP
Educación: miedo a la vuelta en septiembre
N.R. tiene 59 años y ejerce como profesora desde 1991. Es de Torre Pacheco de toda la vida y, aunque ha estado trabajando ocho años en el municipio de Lorca desde 2021, ha vuelto a casa. Se encuentra en el departamento de orientación y lo que más le atemoriza es la vuelta al cole en septiembre. “Me escriben muchos alumnos que están de vacaciones, muy preocupados por lo que está pasando. El profesorado estamos en shock, menos mal que esto ha ocurrido durante las vacaciones; a ver a partir de ahora cómo afecta ese enfrentamiento en los coles”, denuncia preocupada.
“Me escriben muchos alumnos que están de vacaciones, muy preocupados por lo que está pasando “
La educación pública es uno de los pilares fundamentales para garantizar la inclusión. En una localidad de 40.000 habitantes, en el municipio hay solo cuatro institutos de secundaria: dos concentrados y dos públicos. Ella trabaja en el instituto Gerardo Molina, conocido especialmente por su amplia oferta de ciclos de formación profesional y cuenta con 1.200 alumnos de 30 nacionalidades distintas. Entre el 50% y el 60% de los alumnos son hijos de familias cuyos orígenes son de otras culturas, siendo mayoritariamente de raíces magrebíes, hindúes y latinoamericanas. "Llevan sus dos apellidos y son españoles", aclara.
Mohamed, Zakaria, Imad o Rayan reconocen que han abandonado los estudios para ponerse a trabajar. Son chavales entre 18 y 24 años que no han querido seguir formándose a cambio de conseguir dinero rápido. Por su parte, la profesora recuerda que este abandono escolar se debe a unas precarias políticas educativas. "El fracaso escolar está directamente relacionado con la masificación de las aulas, que no permite garantizar la inserción y la continuidad de todos”, añade. Este abandono escolar se debe a una precariedad económica de unos padres que, asegura, sufren una explotación laboral que les impide poder estar más pendientes de sus hijos.
"Muchos, por las horas de trabajo, no pueden acudir a las tutorías, ni siquiera pueden coger la llamada y tampoco hacen un esfuerzo para que se dé una inmersión lingüística que solo se puede dar si se mezclan”, argumenta. Uno de cada cinco jóvenes es descendiente de una familia de origen magrebí.
Lamenta que se generalice porque hay muchos casos de éxito, sobre todo entre las niñas que se enfrentan a muchas barreras culturales por nacer en el seno de familias arraigadas a la tradición musulmana. Aunque, “lo normal es ver a una chica menor de 30 años que tiene uno o dos hijos que se casa y lo deja todo”, explica el sociólogo Paulino Ros.
"Tenemos muchos retos en materia de política educativa, pero se necesita una intención y una voluntad por parte de quienes toman las decisiones", dice la profesora N. R. Está especialmente preocupada por todos estos jóvenes que se encuentran en la calle un lugar que multiplica aún más su vulnerabilidad.
Empleo: "Una generación que conoce más sus derechos"
"Me duele el corazón", dice Fátima, una señora de 64 años, ella vino hace 30 a estas tierras donde ha trabajado en el campo toda su vida. Asoma medio cuerpo desde la puerta de su casa y mira de reojo a los chavales reunidos en la plaza. "No quieren trabajar en el campo. Tienen un móvil en la mano y zapatillas de marca", dice la vecina, que ha estado durante décadas levantándose a las cuatro de la mañana, echando jornadas maratonianas, hasta prejubilarse por enfermedad. También es cierto que es una generación que conoce más sus derechos y que "no está dispuesta a hipotecar su vida para el enriquecimiento de otros", asegura la vecina.
“Es una generación que conoce más sus derechos y que no está dispuesta a hipotecar su vida para el enriquecimiento de otros “
Mujeres musulmanes se reúnen para realizar la oración del Eid al-Fitr en Torre-Pacheco, en 2023 Loyola Perez De Villegas Muniz/Anadolu Agency via Getty Images
"Tienen en la cabeza pajaritos", dice otra vecina. De las pocas que no llevan velo y que presume de que ella tiene un hijo que estudió y está casado con una española. "Hay mucha frustración generalizada", añade. Además, dice que si se comparan con la primera generación que llegó a estas tierras estaba obligada a trabajar para salir adelante y ayudar a su familia. Posteriormente, reagruparon a los suyos y ahora sus hijos "tienen las cosas algo más fácil".
En las pedanías de los alrededores de Torre Pacheco hay explanadas verdes de campos de cultivo. Carmelo es agricultor y cuenta con una pequeña empresa. El 40% de sus empleados son magrebíes, aunque también cuenta con trabajadores españoles y rumanos. "Las personas migrantes reguladas son imprescindibles", explica Carmelo. Su negocio tiene invernaderos, por lo que necesita mano de obra durante todo el año y esta estabilidad también repercute en sus trabajadores. "Tengo a un trabajador cuya hija se ha matriculado en Medicina y otro con un hijo que estudia Derecho", dice.
El problema, coinciden varias personas, está en el trabajo del campo al aire libre, que va por picos y temporadas. Estos trabajadores se enfrentan a muchos más problemas debido a que quienes los contratan son Empresas de Trabajo Temporal y las condiciones, explica Carmelo, son mucho más precarias. En estos momentos, es la temporada de la recogida de melón. Llama la atención que solo se ve población negra o latina recogiendo fruta y verdura, pero los "marroquíes no renuncian a volver a visitar a la abuela en Marruecos, y esto abre otras oportunidades de trabajo para personas de otras nacionalidades", concluye Carmelo.
Trabajadores marroquíes residentes en Torre Pacheco recogen melones este miércoles en una finca de la pedanía de El Jimenado, Torre Pacheco. MARCIAL GUILLÉN / EFE
Vivienda e idioma, las dos grandes fronteras
Estos municipios, que además sirven de ciudades dormitorio como Torre Pacheco, han visto su población multiplicarse de forma acelerada. La llegada de las primeras aguas a la Cuenca del Segura por el trasvase Tajo-Segura en 1979 atrajo a una inmigración necesaria para saciar la mano de obra tan demandada por el sector de la agricultura. En el año 1993 este era un pueblo que alcanzaba los 17.738 habitantes y ahora supera los 40.000. Las mujeres marroquíes tienen una media de hijos de 2,5 más que las murcianas y esto explica la transformación demográfica de Torre Pacheco, que cuenta ya con un 31% de población inmigrante. Lo que ha implicado una mayor tasa de natalidad y una población más rejuvenecida.
El otro gran hándicap que se presenta cuando hablamos de integración es el tema del idioma. "Es un retraso de partida que lleva a una desventaja que perdura a lo largo del tiempo e impide la socialización con el otro", explica Paulino Ros. Las pocas mujeres que están en la calle no hablan un castellano fluido y es porque muchas se dedican exclusivamente a los cuidados del hogar. Es uno de los elementos que ha llevado al incremento de una estructura de guetos y barrios en los que se concentra la población que pertenece a una misma comunidad".
"Solo hay integración en el fútbol, en el atletismo y en las artes marciales", matiza Ros. Sin embargo, desde la administración nadie se preocupa por abrirles una biblioteca el domingo o campos en los que jugar, porque permanecen cerrados con los centros educativos.
Una mujer camina por el centro de Torre Pacheco, Murcia EFE / Pablo Miranzo
Los primeros en llegar han comprado sus casas en zonas más baratas como el barrio de San Antonio, donde hay muchas casas de Gabino Abánades, construidas en los años sesenta por la dictadura de Franco en su política de reactivar estas zonas rurales. "Según los datos oficiales, la población de origen marroquí son los mayores compradores de casas después de los ingleses", asegura el sociólogo pachequero. Las personas que están en alquiler viven en viviendas muy precarias. Fátima paga todos los meses 200 euros en el barrio de San Antonio por una casa muy antigua, con una habitación, una cocina y un baño. "Por este precio no encuentro nada fuera de aquí", dice.
La precariedad estructural choca con la ideología política que frena los avances en materia social. Los vecinos aseguran que no hay una conciencia, ni local, ni regional, ni a nivel nacional, de que la solución a lo que se vive hoy en día está en la política. Sin embargo, el discurso xenófobo de partidos como Vox es el que predomina. Denuncian que el actual gobierno local del Partido Popular ha comprado, incluso, la agenda social de Vox.
Hay un dato: Torre Pacheco fue el primer municipio donde el partido de Santiago Abascal fue la fuerza más votada en unas elecciones generales. Concretamente, en la convocatoria electoral de 2019. Esta zona se ha convertido en una especie de punto neurálgico para los seguidores de la ultraderecha. Nadie pregunta a estos jóvenes: "¿Qué necesitáis? ¿Qué podemos hacer juntos? No, solo hay una aversión por el musulmán".