Demetrio Bilbatúa, el hijo del rojo: "El documental es el tratamiento creativo de la realidad"
- El documentalista Demetrio Bilbatúa despliega su memoria de toda una vida tras la cámara en México
- Su padre fue fusilado y él emigró siendo un niño a bordo de un barco desde el puerto de Vigo
Demetrio Bilbatúa fue un niño emigrante de la España de la dictadura, un emprendedor en el incipiente y apasionante mundo del cine y, a la postre, un testigo de muchas décadas de historia política, social y cultural en su segundo y verdadero país: México.
Hoy aún le brillan los ojos al acercarse a la que fue "su novia alemana", una cámara Arriflex. Agazapado tras su objetivo, grabó hechos trascendentales como las revueltas estudiantiles de 1968, cuyas imágenes acabarían requisando las autoridades. También las visitas oficiales de De Gaulle -"austero, no simpático"- o de los Kennedy. Como cámara oficial de dos presidentes de México -el primero, Adolfo López Mateos,- pudo recorrer pueblos y ciudades hasta conocer bien, como relata, "sus bellezas naturales, sus tradiciones, su folclor y todas las etnias indígenas que tú te puedas imaginar".
Ya era un enamorado del país cuando Gustavo Díaz Ordaz, sucesor de López Mateos, le concedió la nacionalidad, sin esperar al certificado de buena conducta de parte del Ggobierno de España. "Si además, nunca nos lo va a mandar ese dictador", cuenta que exclamó el decidido presidente de la República.
Huérfano y exiliado
A su padre lo fusilaron después de "un juicio que no fue un juicio". Como le dijo su madre, no hubo motivo, nunca había empuñado un arma, solo estaba afiliado a la UGT. También sus tíos Luis y Antonino, diputado de la República, fueron ejecutados. La tragedia familiar marcó su infancia solitaria, en la que jugaba en las vías del tren coruñesas imaginando otro horizonte.
Lo descubrió en el mar, en la estela que dejaba atrás el buque Magallanes a medida que se alejaba del Puerto de Vigo en 1945. Aun en tercera clase, recuerda la comida como algo valioso y muy superior a "robar patatas", menú habitual hasta entonces con la cruel banda sonora de "¡Hijo del rojo!", entonada por el resto de niños.
En aquellos años, mitad del siglo XX, nacía la televisión, y con su hermano Ángel se aventuró a crear una empresa: Servicios Fílmicos Hermanos Bilbatúa. Se iban a dedicar al cine y a la televisión, pero algo se impuso. Admite que la frase no es suya antes de utilizarla como pilar vocacional: "El cine documental es el tratamiento creativo de la realidad". Y a eso quería Demetrio dedicarse, al "tratamiento creativo de la realidad".
Amigo de Buñuel, admirador de John Huston
Esos documentales, la grabación de la realidad de la vida -sobre todo política- de su país, le valieron el reproche de su amigo Luis Buñuel. "Él, como surrealista, pensaba que los gobiernos eran la podredumbre del mundo", cuenta resignado. Le decía que sus trabajos "estaban bien", aunque no le acababan de gustar.
También recuerda con simpatía anécdotas de Salvador Dalí, del que destaca su ironía en la conversación.
Del contacto con las estrellas del cine no pudo aprovechar tanto como le hubiese gustado, debido al límite del idioma. Confiesa que nunca dominó el inglés. Participó en el rodaje de La noche de la Iguana en Puerto Vallarta, con Richard Burton a las órdenes de John Huston, un referente para él: "Lo admiraba por su trayectoria y por transformar tiempo real en tiempo cinematográfico", y explica con emoción cómo descubrió las elipsis y las transiciones viendo esas películas de diligencias.
Carlos Slim, el hombre más rico de Latinoamérica, ha comprado el archivo audiovisual de Demetrio Bilbatúa y, por lo que sugiere el final de la entrevista, la colección no está terminada. El veterano documentalista aún se sigue embarcado en nuevos proyectos.
Ya en el final de su vida, se reafirma como un entusiasta, resiliente, siempre con ganas de luchar y trabajar y ya no tan de izquierdas como antes. Este hombre sensible, herido por una niñez trágica, cita versos de León Felipe y apela a la dignidad del emigrante.