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Trump quiere los minerales del Congo y quitarle así el puesto a Pekín

  • El Gobierno congoleño ha pedido a cambio ayuda a EE.UU. para combatir a la milicia M23
  • El presidente ha indultado a tres estadounidenses condenados por participar en el fallido golpe de Estado
Trump firma un contrato con el Congo para tener acceso a sus minerales
RTVE.es (texto) / VÍCTOR GARCÍA GUERRERO / TVE (vídeo)

Los minerales de República Democrática del Congo (RDC) están en el punto de mira de las grandes potencias globales. En especial el coltán y el cobalto, esenciales para las baterías de los coches eléctricos, los teléfonos móviles y ordenadores portátiles. Los minerales se extraen a mano, en condiciones que muchas veces llegan a ser infrahumanas.

Esta es una de las principales motivaciones de los rebeldes del M23. La milicia tutsi lanzó una ofensiva sobre el este del Congo, la región más rica del país en estos minerales, a finales de enero. Desde entonces han conseguido hacerse con Goma y Bukavu, las capitales de Kivu Norte y Kivu Sur. Casi 9.000 civiles han sido asesinados, hay 1,2 millones de desplazados internos solo en estas dos provincias orientales y más de 40.000 personas han huido a la vecina Uganda desde que se desataron los conflictos.

El Gobierno del Congo ha pedido ayuda a Estados Unidos para combatir a esta guerrilla y a cambio le ha ofrecido acceso directo a comprar sus minerales, esenciales para las empresas tecnológicas, como Apple o Tesla. Trump, entonces, se ha ofrecido a ayudar al país a pacificar la región de los Kivus.

China, que es el principal comprador, también quiere un acuerdo prioritario con el Congo, pero EE.UU. quiere quitarle esas materias primas a Pekín. Trump se ha adelantado y ya está negociando con el país africano un acuerdo para explotar minerales. Ocurría paralelamente a su anuncio de los gravámenes mundiales: el día que Trump lanzaba la guerra arancelaria, su enviado especial para África, Ronny Jackson, estaba en el Congo.

Indulto a tres estadounidenses condenados a pena de muerte

El presidente de la RDC, Félix Tshisekedi, concedió a principios de mes una conmutación de la pena de muerte por cadena perpetua a tres ciudadanos estadounidenses condenados el pasado septiembre por su participación en el intento de golpe de Estado, perpetrado en el país en mayo de 2024. Los tres hombres formaban parte de los 37 condenados a la pena capital por el tribunal militar de la capital congoleña, Kinsasa, de un total de 51 acusados.

Durante la madrugada del 19 de mayo del pasado año, decenas de atacantes congoleños y extranjeros encabezados por Christian Malanga asaltaron el palacio presidencial con el objetivo de deponer a Tshisekedi. Asimismo, hombres armados irrumpieron en la residencia del vice primer ministro y ministro de Economía, Vital Kamerhe, que resultó ileso, aunque al menos tres personas murieron en el asalto, incluidos dos policías y un agresor.

"Disfruten de la liberación de nuestro Nuevo Zaire", clamó Malanga en inglés, mientras los asaltantes quemaban banderas de la RDC y portaban otras del Zaire, antigua denominación del país durante la dictadura de Mobutu Sese Seko de finales del siglo pasado.

Christian Malanga, de 41 años, quien se hacía llamar comandante, era muy conocido en los círculos de la diáspora congoleña en EE.UU. por sus discursos contra el poder. Lideraba el movimiento 'New Zaire' ('Nuevo Zaire', en inglés) y el Partido Congoleño Unido (PCU) y llegó a declarar su intención de presentarse a la Presidencia del país.

RDC y el M23 negocian la paz

El pasado miércoles una delegación del Gobierno de RDC y otra de los rebeldes del M23 se reunieron en Doha para iniciar unas conversaciones que podrían traer la paz a un conflicto que lleva enquistado tres décadas.

Ya se ha convertido en un enfrentamiento regional. A petición del Congo, Uganda ha enviado tropas que ahora quiere retirar. La población local no quiere que se vayan y piden que no les dejen solos en un estado de pánico. Cerca de medio millón de personas ha huido ya de esta guerra. Se hacinan en campamentos en Uganda y Burundi. Son quienes pagan la disputa de unas tierras codiciadas de las que depende buena parte de la hegemonía tecnológica del mundo.