República Democrática del Congo y el M23 buscan la paz tras un conflicto enquistado con 9.000 muertos en tres meses
- El primer intento de negociación el 18 de marzo se frustró después de que el M23 se retirase de las conversaciones
- El grupo rebelde controla el este del Congo, una estratégica región con gran cantidad de minerales clave como el coltán
La palabra "paz" vuelve a sobrevolar la República Democrática del Congo (RDC) después de tres meses de enfrentamientos que dejan casi 9.000 civiles asesinados y cerca de 1,2 millones de desplazados internos. El país lleva décadas sumido en un conflicto alimentado por una larga lista de milicias rebeldes enfrentadas con el Ejército y que, a pesar de la presencia de la misión de paz de la ONU (MONUSCO), no termina.
El 27 de enero, el grupo rebelde M23 tomó la ciudad de Goma; tres semanas después se hizo con Bukavu. Son las capitales de Kivu Norte y Kivu Sur, respectivamente, dos provincias congoleñas fronterizas con Ruanda y claves por la cantidad de recursos naturales que esconden sus tierras, como el oro o el coltán, fundamental para la industria tecnológica y la fabricación de teléfonos móviles y ordenadores.
Un soldado del M23 ante en las minas de coltán en Rubaya, Kivu Norte Camille Laffont / AFP
La región está en vilo y los países vecinos temen que se repita lo que sucedió entre 1998 y 2003, cuando más de cinco millones de personas murieron en la Segunda Guerra del Congo, que implicó también a potencias como Ruanda, Uganda, Burundi, Angola, Namibia y Sudán, entre otras.
Ahora, la paz vuelve a estar sobre la mesa. Este miércoles, una delegación del Gobierno del Congo y otra de la milicia M23 se reúnen en Doha, capital de Catar, para negociar un posible alto el fuego. Ambas partes han acordado no revelar el contenido de las conversaciones, pero, según los expertos consultados por este medio, sobre la mesa podrían estar las acciones que tome o no el Gobierno de RDC para desarticular a las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR) —que según Kigali actúan en su contra—, la renuncia del M23 a las armas y una posterior retirada de sus combatientes del este del Congo.
Es un segundo intento que sigue al frustrado del pasado 18 de marzo, cuando el M23, solo un día antes, anunció que no se presentaría en las conversaciones de Angola (país mediador) después de que varios miembros de la milicia se viesen afectados por sanciones impuestas ese mismo día por la UE.
El M23 y su relación con Ruanda
El grupo rebelde Movimiento 23 de marzo (M23) nació en 2012, aunque sus orígenes se remontan a finales de la década de los 90, durante las dos Guerras del Congo (1996-1997 y 1998-2003). La milicia está formada principalmente por tutsis que sufrieron el genocidio ruandés de 1994 y huyeron al este de RDC para refugiarse. Uno de sus objetivos es defender a esta minoría en en el país de las FDLR, grupo armado formado en 2000 por cabecillas hutus del genocidio que actúan en el este de RDC; y también del Ejército congoleño, ya que sostienen que el Gobierno los tiene marginalizados.
En 2021 y después de casi diez años de inactividad, la milicia volvió a las armas y desde entonces han lanzado ataques relámpago contra el Ejército en los Kivus, hasta hacerse con las capitales de esta estratégica región, y también con sus minas.
Según varios expertos y organizaciones, el M23 tiene bajo su control el suministro ilegal de minerales: los envían desde las minas del este del Congo hacia Ruanda, que a su vez los exporta al resto de países. RDC es uno de los principales productores de coltán del mundo; Ruanda, el mayor exportador sin apenas tener este mineral en su suelo.
La ONU asegura que el M23 está respaldado por Ruanda. Según un informe de la organización publicado en diciembre, Kigali entrena a los rebeldes del M23 y les suministra armas, además de contar con entre 3.000 y 4.000 soldados ruandeses en suelo congoleño. Ruanda niega esta acusación y la tesis de que recibe minerales de forma irregular a través de la frontera. Sostiene que tienen derecho a defenderse de las FDLR, apoyadas por el Gobierno congoleño y a las que Kigali considera una amenaza existencial para su país.
Por su parte, República Democrática del Congo, un Estado casi fallido con altos índices de corrupción, se ve incapaz de hacer frente a la situación por sí solo. Mientras sus tropas pasan meses sin cobrar, mercenarios rumanos contratados por el Gobierno ganan unos 5.000 dólares al mes. Miles de soldados de la MONUSCO y la Comunidad de Desarrollo de África Austral (SADC), una organización de cooperación regional, han estado combatiendo junto a las Fuerzas Armadas congoleñas, pero, a pesar de su presencia en el país, el Ejército ha seguido perdiendo posiciones ante el M23.
Reactivación de unas enquistadas conversaciones de paz
En 2024, el M23 y las Fuerzas Armadas congoleñas firmaron en Luanda, Angola, un alto el fuego. Entró en vigor el 4 de agosto, pero después de varias rondas fallidas de negociación, los combates volvieron, sobre todo en Kivu Norte. Desde entonces, las negociaciones se estancaron debido a la negativa categórica del presidente congoleño, Félix Tshisekedi, a dialogar directamente con los rebeldes del M23, a los que ha calificado de terroristas.
Kinsasa había puesto precio a las cabezas de los líderes del M23, pero tras la visita el pasado 11 de marzo de Tshisekedi a su homólogo angoleño, Joao Lourenço, en Luanda, el rumbo viró 180 grados. Lourenço anunció el inicio de las negociaciones directas entre RDC y el M23 para el 18 de marzo y, varios días después, la portavoz de Tshisekedi, Tina Salama, confirmó la participación de su país.
El M23, por su parte, no dudó en participar en el diálogo y su líder, Bertrand Bisimwa, llegó a jactarse en una publicación en X de haber obligado a Tshisekedi a sentarse en la mesa de negociaciones, lo que calificó como "la única opción civilizada para resolver la crisis actual". Pero tan solo 24 horas antes de esas conversaciones, la esperanza de que la paz llegara a esta región africana volvió a desvanecerse.
Con una delegación ya en Angola, la Alianza Río Congo (AFC, por sus siglas en francés), que incluye al M23, anunciaba que no participaría. "Las sucesivas sanciones impuestas a nuestros miembros, incluidas las adoptadas la víspera de las conversaciones de Luanda, obstaculizan seriamente el diálogo directo e impiden cualquier avance", señalaban en un comunicado firmado por su portavoz, Lawrence Kanyuka.
Ese día, el Consejo de la UE sancionó a nueve personas, entre ellas a Bisimwa y a Joseph Musanga Bahati, nombrado por los rebeldes como gobernador de la provincia de Kivu del Norte e importante figura en la estructura de la milicia. También al ruandés Francis Kamanzi, consejero delegado de Junta de Minas, Petróleo y Gas de Ruanda (RMB, por sus siglas en inglés), a quien se le acusa de aprovecharse del conflicto armado para la explotación y el comercio ilícito de los recursos naturales congoleños.
A raíz de esto, Ruanda rompió relaciones con Bélgica, antigua potencia colonizadora y a quien Kigali considera la impulsora de las sanciones.
La salida de las fuerzas extanjeras
El mismo día que Lourenço anunció las conversaciones de paz, la SADC puso fin al mandato de su misión militar (SAMIDRC) en el este de RDC y ordenó la retirada gradual de sus 1.300 soldados en suelo congoleño. Su retirada fue exigida por el presidente ruandés, Paul Kagame, que defiende que la SAMIDRC "no es una fuerza de mantenimiento de la paz".
Su homólogo sudafricano, Cyril Ramaphosa, aseguró que esta retirada debía ser considerada como "una medida de confianza destinada a consolidar el alto el fuego". El repliegue militar se dio después de que 18 soldados de la SAMIDRC, la mayoría sudafricanos, murieran a finales de enero durante los intensos combates que llevaron al M23 a tomar Goma.
La Alianza Río Congo y el M23 facilitaron la retirada, pero señalaron en un comunicado que las tropas de la SAMIDRC debían "dejar atrás todas las armas de las Fuerzas Armadas de RDC" que estuvieran en su poder.
Una paz para poner fin a tres décadas de conflicto
Ante la negativa de los rebeldes a sentarse con Tshisekedi en Angola, este decidió viajar a Catar para reunirse por sorpresa con Kagame. Tras una conversación "cordial", los mandatarios señalaron en un comunicado conjunto que se comprometían a impulsar "un alto el fuego inmediato e incondicional".
Doha, siguiendo su papel de mediador en conflictos, ha continuado promoviendo el diálogo entre los actores implicados y el 28 de marzo se reunió también con representantes del M23, a quien vende armas. Ahora es el Congo y el grupo rebelde quienes se tienen que sentar cara a cara y dialogar una paz que ponga fin a uno de los conflictos más enquistados de la región.