Enlaces accesibilidad

Un año de la muerte de Alexéi Navalni y sin relevo a la vista en la oposición a Vladímir Putin

  • El enemigo interno número 1 de Putin murió de forma repentina y no aclarada en una cárcel del Ártico ruso
  • Forzada al exilio, la oposición rusa no ha conseguido articular una respuesta unitaria y sólida contra el Kremlin

Por
Primer aniversario de la muerte del disidente ruso Alexéi Navalni

La noticia llegó como casi todas en Rusia: de forma cruda e inesperada. En un breve comunicado, el servicio penitenciario federal informaba que Alexéi Navalni, el más conocido opositor ruso, había sufrido un repentino desvanecimiento tras el paseo diario en Lobo Polar, la cárcel ártica de máxima seguridad donde cumplía casi 30 años acusado de fraude y extremismo.

Según la versión oficial, falleció por causas naturales. Fue un asesinato, según su viuda Yulia Naválnaya y sus colaboradores en el exilio, que señalaron directamente a Vladímir Putin. Su muerte tuvo lugar un mes antes de que el jefe del Kremlin obtuviera su quinto mandato presidencial en unas elecciones en las que se enfrentó a tres candidatos que no eran oposición real.

Navalni cumplía condena en unas condiciones extremadamente duras: en una prisión en Jarp, una pequeña ciudad más al norte del círculo polar ártico, donde en invierno apenas hay horas de luz y donde sus vecinos consideran normales temperaturas de menos 30 grados. Desde su regreso voluntario a Rusia en 2021, tras recuperarse en Alemania de un envenenamiento, Navalni había pasado casi 30 periodos en una celda de castigo, donde las condiciones eran incluso más duras.

La muerte del opositor, de 47 años, conmocionó al mundo. A los seguidores de Navalni en Rusia les costaba digerirlo. Estaban en una especie de fase de negación de la realidad. No ayudaba que un día antes le hubieran visto en su enésima comparecencia ante el juez. Estaba delgado, pero con buen aspecto e incluso, como era habitual en él, hacía bromas.

Represiones por homenajearle

Por toda Rusia hubo homenajes improvisados. Con flores, con velas, con fotos. Bajo fuerte presencia policial, la mayoría le rendía tributo de manera silenciosa y discreta en antiguos monumentos en memoria de la represión de la época estalinista o en otros lugares. A poco que alguno de ellos levantaba el tono, era detenido.

La ONG rusa de derechos humanos OVD-info asegura que desde la muerte de Navalni ha habido 695 arrestos por apoyarle públicamente. Casi todos se produjeron en esos primeros días, entre el fallecimiento y el funeral. Calculan que 21 personas han acabado sometidas a un proceso penal.

Un caso muy significativo y que, sin embargo, no ha recibido demasiada atención mediática es el de Iván Tishchenko, un cirujano cardiovascular condenado a cuatro años de cárcel por hacer donaciones al Fondo de Lucha Contra la Corrupción, la ONG fundada por Navalni con la que denunciaba presuntos casos de enriquecimiento ilícito de destacadas figuras políticas del país. El doctor dijo en el juicio que empezó a donar antes de que esa organización fuera declarada extremista y que luego se olvidó de cancelar la suscripción.

Hay otros ejemplos. A tres de sus abogados les han condenado a entre tres años y medio y cinco años y medio de cárcel por la misma acusación que a su antiguo cliente: extremismo.

De la persecución no se libran ni los curas. Por orden del poderoso patriarca Kiril, estrecho aliado de Putin, la iglesia ortodoxa rusa suspendió durante tres años al sacerdote que ofició una ceremonia religiosa junto a la tumba del líder opositor cuando se cumplían 40 días de su muerte. Le prohibieron específicamente impartir bendiciones, llevar sotana o portar una cruz.

Este cerco al entorno y a los simpatizantes de Navalni refleja la determinación de Moscú para frenar cualquier manifestación pública contra el poder establecido.

¿Quién puede suceder a Navalni?

En ese escenario parece casi imposible el surgimiento de una nueva figura que sustituya al que fue el más tenaz opositor a Putin. El presidente ruso no le llamaba por su nombre. Lo hizo, por primera vez en muchos años, en una comparecencia justo después de que la oficialista Comisión Electoral Central anunciara que había obtenido su quinto mandato presidencial en unos comicios que Occidente calificó de farsa. “En cuanto al señor Navalni. Sí, falleció. Siempre es algo triste. Hemos tenido otros casos de fallecimiento de gente privada de la libertad. ¿No ha ocurrido en Estados Unidos? Ha ocurrido más de una vez”

Navalni, que era abogado de profesión, intentó hacer carrera política en su país. Estuvo vinculado al partido liberal Yábloko, del que fue expulsado en 2007 “por causar daños políticos al partido, en particular por sus actividades nacionalistas”. Entonces solo votó en contra de su expulsión Ilyá Yashin, otro conocido opositor ruso que fue parte del gran canje de presos entre Rusia y Estados Unidos del verano de 2024.

Yashin dijo que el motivo real había sido que Navalni había pedido la renuncia del presidente del partido Grigory Yavlinsky. Algunos de sus detractores también recuerdan para desacreditarle un vídeo antiguo en el que comparaba a los musulmanes con cucarachas.

El opositor ruso fue moderando su discurso y apartándose de las ideas nacionalistas. En 2013 se presentó a las elecciones municipales de Moscú. Quedó segundo, con el 27% de los votos, frente al 52% del candidato oficialista. Muy carismático, Navalni lideró grandes manifestaciones. Su popularidad como líder opositor hizo que sufriera ataques en plena calle y el posterior envenenamiento que le dejó en estado grave.

Ahora mismo no parece una tarea fácil encontrar a alguien como él, una figura que logró aglutinar a su alrededor a la parte de la sociedad rusa descontenta con el rumbo que ha tomado el país.

De momento, la oposición, forzada a hacer su labor desde el exilio para no acabar como Navalni, no ha conseguido plantear una alternativa unitaria y sólida para hacer frente al Kremlin y a Putin. No ha ayudado su propia división y sus luchas internas que en ocasiones han compartido con el mundo en sus redes sociales.

Así es 'Patriota', el libro de memorias escrito por el opositor ruso Alexéi Navalni

Indiferencia y rechazo de la población

La viuda de Navalni, Yulia Naválnaya, ha tomado el testigo de su marido y ha conseguido un considerable impacto en el exterior, pero su repercusión en Rusia es muy limitada. Aquí son muchos los que por la calle manifiestan indiferencia ante la figura de Navalni o, directamente, rechazo.

Repiten los mensajes del Kremlin que consideran que él y su entorno son simples agentes desestabilizadores al servicio de Occidente. Su muerte, sin embargo, también demostró que, especialmente en ciudades grandes y cosmopolitas como Moscú o San Petersburgo, sus seguidores sí representan una fuerza considerable cuando deciden salir juntos a calle como pasó el día de su funeral.

Un doliente visita la tumba del líder opositor ruso Alexéi Navalni

Un doliente visita la tumba del líder opositor ruso Alexéi Navalni OLGA MALTSEVA / AFP

Aquel 1 de marzo de 2024, miles de personas se acercaron para rendirle tributo a la iglesia del Icono de la Virgen María en el barrio moscovita de Marino, donde vivía con su familia. También al cercano cementerio de Borísovkoye donde reposan sus restos.

Su viuda ha organizado un concurso de ideas para elegir el monumento funerario que se colocará ante su tumba y ha convocado a sus seguidores a recordarle donde crean conveniente en este primer aniversario de su inesperado fallecimiento que dejó huérfana a la disidencia rusa.