El eco de la autodeterminación en los Balcanes, un debate por la independencia entre la República Srpska y Kosovo
- Las comparaciones entre ambas entidades son una constante entre los representantes serbios
- Diferencias clave solo justifican internacionalmente la independencia de una sobre la otra
Kosovo vota. El Estado parcialmente reconocido vive una jornada electoral que resuena en su vecino más inmediato —Serbia—, pero también en Bosnia y Herzegovina. En concreto, en una de las dos entidades políticas (además de la ciudad autónoma de Brčko), que configuran al país: la República Srpska (RS).
A grandes rasgos, la República Srpska es una región de Bosnia resultado de la división "territorial étnica" establecida por los Acuerdos de Dayton tras la guerra que azotó al país entre 1992 y 1995. En concreto, la entidad está conformada principalmente por población de origen serbio (más del 80%).
Por su parte, Kosovo es una exprovincia serbia que obtuvo su independencia en 2008 como resultado de los crímenes de limpieza étnica perpetrados por el régimen serbio de Slobodan Milosevic, y constituido por una mayoría albanesa (90%).
Justamente, las comparaciones entre ambas y el derecho a la autodeterminación han sido una constante, en especial entre el líder de la RS, Milorad Dodik, y el presidente serbio, Aleksandar Vucic. Ahora que el tema de las anexiones ha vuelto al debate internacional con Trump y Groenlandia, así como Gaza, resulta casi obligado retrotraerse al principal foco de secesión de los años 90: los Balcanes.
"¿Cómo es posible que Kosovo declare su independencia y la República Srpska no pueda hacer lo mismo?", cuestionaba Vucic en una alocución ante el Parlamento serbio en junio de 2021. "Si Groenlandia y Canadá pueden [unirse] a EE. UU., ¿por qué no la República Srpska con Serbia?", preguntaba también Dodik en enero de este año.
"En 2015 comenzaron las acciones secesionistas cuando el partido de Vucic adoptó una resolución que preveía la independencia y la autonomía de la República Srpska con el objetivo de unirse a Serbia", rememora el profesor asociado en la facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Sarajevo, Samir Foric.
"Además de la polémica, hubo confrontaciones relacionadas con la posibilidad de recuperar poderes bajo control del Gobierno estatal. Un proceso que la oficina del alto representante para Bosnia y Herzegovina tachó de irreversible bajo riesgo de hacer fracasar todo el Estado", incide.
Diferencias clave entre la RS y Kosovo explican por qué las preguntas de Vucic y Doric no tienen fundamento en el derecho internacional. Una limitación que no impide a las autoridades de la entidad bosnia agitar constantemente la soflama de la autodeterminación. Especialmente cada 9 de enero, cuando conmemoran su día nacional con desfiles militares, pese a estar prohibidos por la Corte Constitucional.
"La respuesta de Dodik es consecuencia de lo que considera una presión que ejerce Sarajevo para despojar a la República Srpska de los poderes que le fueron otorgados según los Acuerdos de Dayton", establece el catedrático de Sociología de la Universidad de Belgrado, Vladimir Vuletic. "Los serbobosnios no creen en la supuesta defensa de un Estado civil por parte de los bosnios, pues piensan que es solo una máscara para una 'dominación étnica musulmana' [los bosnios profesan mayoritariamente el Islam]", comenta.
Paralelamente, las autoridades kosovares no han dejado de aumentar en los últimos años sus tensiones con Belgrado, cerrando sus organismos para así acabar con lo que denominan "instituciones paralelas". A finales de enero, eliminaron organizaciones y fundaciones financiadas por Serbia en diez localidades, todos ellos enclaves con población mayoritaria de este país y que han entorpecido el diálogo entre ambos gobiernos.
Un no-país en Bosnia
A grandes rasgos, el derecho a la autodeterminación está reservado para los pueblos oprimidos. Kosovo, provincia autónoma dentro de la extinta Yugoslavia, sufrió crímenes de limpieza étnica que alcanzaron su culmen durante el conflicto de 1998 y 1999. Acciones que justifican desde el punto de vista internacional su derecho a la independencia.
En cambio, la RS surgió de la violencia que caracterizó a Bosnia en los años 90, y solo fue concebida dentro del marco de los Acuerdos de Paz de Dayton. Su breve período como Estado autoproclamado entre 1992 y 1995 no tuvo una visión clara, oscilando entre convertirse en un país libre o reunificarse con Serbia.
"Mientras que Kosovo era una unidad constitucional claramente definida en Yugoslavia, la República Srpska no tenía actor ni agencia", aclara el investigador visitante de la universidad Johns Hopkins y experto en política de los Balcanes, Ismet Fatih Cancar. "Los serbios, como nación minoritaria en Bosnia y Herzegovina, estaban dispersos y, para reunirlos, se cometieron actos de genocidio. Así fue como la región pasó a formar parte del Estado bosnio", apunta.
“Permitir la secesión de la Republica Srpska abriría la caja de Pandora para que se pudieran crear nuevos actores internacionales a partir de crímenes de limpieza étnica“
La RS jamás logró obtener el reconocimiento necesario para pasar el umbral de la condición de Estado. Su existencia, formalizada en 1995, está aceptada únicamente como parte de Bosnia y Herzegovina. El dilema reside en que sus aspiraciones están atadas a un concepto de "serbidad"; esto es, crear una nación con base étnica serbia.
"La comunidad internacional rechaza este principio por una razón esencialmente moral y política. Permitir su secesión significaría recompensar los crímenes de guerra y el genocidio, y abriría la caja de Pandora para que se pudieran crear nuevos actores internacionales a partir de una limpieza étnica", advierte Cancar.
Asimismo, si una nación goza de cierto grado de autonomía, participa en órganos representativos y tiene todas las libertades, no hay base en el derecho internacional para que se retire de un Estado soberano. En la RS de Bosnia y Herzegovina, "los serbios han consagrado y protegido sus derechos colectivos [están protegidos contra todo tipo de discriminación según la Constitución bosnia]", recuerda Foric. "Por lo tanto, la violación de sus libertades no puede ser un argumento para su independencia".
"En cambio, la Constitución de 2006 de Serbia no menciona a los albaneses como un grupo etnonacional, a pesar de que conforman más del 90% de la población de Kosovo", compara.
Políticas de tierra y sangre
El sistema político y territorial de Bosnia ha quedado atrapado en un ciclo de vaivenes. Las divisiones entre las entidades de la Federación de Bosnia y Herzegovina y la República Srpska, junto con un sistema de gobierno tripartito, han impedido que el país avance de manera uniforme en términos de reformas políticas y de integración europea.
"El extremismo de la República Srpska y de Dodik no son accidentales, sino el plagio de la política de deshumanización de Milosevic", afirma Cancar. "Incluso los vecinos bosnios han seguido el camino de la radicalización. Ahora mismo tenemos políticas de tierra y sangre que buscan constituir territorios nacionalizados y depurados étnicamente", admite.
Asimismo, Kosovo representa otro punto álgido de la política de la región. La razón principal por la que el diálogo entre Serbia y Kosovo sigue estancado es que Belgrado prefiere el statu quo a cualquier otra solución.
Vucic ya lo dejó claro al burlarse en 2023 del Acuerdo de Ohrid, una propuesta de la UE cuya firma habría iniciado la normalización de las relaciones entre ambas naciones: "Tengo un dolor insoportable en la mano derecha que, espero, continúe durante los próximos cuatro años".
“En esencia, la independencia de Kosovo ya no es un problema para la comunidad internacional, sino de los Gobiernos de Belgrado y Pristina“
"La pregunta es si Serbia está preparada para recuperar Kosovo. ¿Aceptaría que un tercio de su parlamento estuviera formado por políticos kosovares, o la posibilidad de tener un primer ministro albanés?", cuestiona Cancar. "En esencia, la independencia de Kosovo ya no es un problema para la comunidad internacional, porque en todos los sentidos es un país, sino de los Gobiernos de Belgrado y Pristina", sentencia.
Por su parte, el rechazo de la RS a la ratificación de acuerdos internacionales entre Bosnia y Kosovo, como los que permitirían la libre circulación de personas y mercancías, convierten al Gobierno de Sarajevo en el único de los Balcanes, además del serbio, que no reconoce a Kosovo.
"Los acercamientos de Bosnia con Kosovo son en realidad una forma de demostrar a los serbios que la República Srpska no tiene gran importancia política", resume Vuletic. "Sin embargo, dada la rotación presidencial que hay en el país, según la cual los serbobosnios ocupan ocasionalmente puestos de política exterior, estos aprovechan su mandato para descontinuar cualquier relación con Pristina", añade.
Paralela a la intransigencia de Belgrado, han surgido propuestas tan arriesgadas como peligrosas: favorecer la independencia kosovar a cambio de una unificación entre la RS y Serbia. Un supuesto que tanto Cancar como Foric tachan de "irrealizable", más aún ahora que, desde 2022, Bosnia es oficialmente candidato a la UE.
"La República Srpska nunca fue parte de Serbia, sino un territorio de Bosnia y Herzegovina donde por primera vez los serbios viven como mayoría. Su autodeterminación no se basa en razones históricas, porque, a diferencia de Kosovo, no existe tal. Entonces, ¿cómo se puede devolver algo a un país que nunca poseyó?", pregunta de forma retórica Foric.
Kosovo y la República Srpska representan dos realidades que, aunque tratadas como similares por los líderes serbios, tan solo están unidas por el desafío de Belgrado. Así, mientras Kosovo logró justificar su independencia, la RS sigue siendo parte de un Estado soberano donde su autonomía está garantizada.
"Probablemente se lograría un verdadero progreso en la estabilización de la región si, en lugar de negociar con los Estados por separado, los actores internacionales encontrasen una manera de considerar a la región como un todo. Las soluciones parciales difícilmente conducen a resultados a largo plazo", concluye Vuletic.