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Sobrevivir a la ruta canaria

Una patera en la que Ismael lo perdió todo: "Pasaron cinco días entre la muerte de mi hija y mi ingreso en prisión"

un cayuco vuelca con 60 personas a bordo
un cayuco vuelca con 60 personas a bordo EFE
EBBABA HAMEIDA (Enviada especial a Tenerife)

Escribir para dejar constancia, recopilar pruebas para denunciar y compartirlo para que no se vuelva a repetir. Es lo que está haciendo en estos momentos Ismael Boli Ouattara para reconstruir su periplo y el de su familia en un libro. A sus 31 años le ha pasado "de todo". La travesía en cayuco por la ruta canaria supuso la muerte de su mujer y su hija pequeña, que le separaran de su otra hija, y su ingreso en prisión por una acusación, dice, sin pruebas.

La pesadilla comenzó en 2018 cuando decidió emprender su ruta migratoria para dejar atrás Costa de Marfil. No lo hizo por motivos económicos, más bien por razones de seguridad y, sobre todo, para salvar a su hija de la mutilación genital femenina. Junto con su mujer y una bebé de apenas unos meses, de autobús en autobús pasando por Mauritania y el Sáhara Occidental, lograron llegar a Marruecos. Pero una estafa les impidió seguir el camino y la pérdida de todos sus ahorros les llevó a quedarse tres años en el país magrebí. "No conocíamos nada, integrarnos allí era imposible, hay racismo y la vida es muy difícil", relata. Malvivieron en Tánger, de allí fueron deportados a Agadir, en el sur de Marruecos, pasaron una temporada en Casablanca y, finalmente, fueron a Dajla, en el Sáhara Occidental. Su hija pequeña nació en esa localidad saharaui. Durante este periodo, trabajó en todos los sectores, desde peón agrícola a teleoperador en francés. 

Retrato de Ismael Boli Ouattara en su casa en Tenerife

Retrato de Ismael Boli Ouattara en su casa en Tenerife

Ahorraron y el 12 de junio de 2021 decidieron zarpar mar adentro e intentar llegar a Europa. El océano no tardó en traicionarlos y lo que preveían como un camino de tres días se convirtió en 17 jornadas de una auténtica pesadilla. En las primeras horas, se quedaron sin comida, el pan se deshizo con el agua de las olas y las pocas latas de sardinas las reservaron para los más pequeños. El tercer día se apagó el motor. "Nos quedamos sin agua porque tuvimos que abrir todas las botellas, romperlas en dos para usarlas como vasos para sacar el agua que entraba en el barco", recuerda mientras calcula que "murieron entre 12 y 18 personas".

A mi hija pequeña la ingresaron y no sobrevivió. Mi mujer murió al día siguiente. Estoy seguro de que fue por el dolor

Al estropearse el motor solo les quedaba hacer ruido y ondear la ropa colorida para que alguien se percate de su presencia. Hasta el decimoséptimo día no tuvieron la suerte de ser avistados por el barco que los rescató. El 29 de junio de 2021 llegaron a Tenerife. "No todos llegamos vivos", dice. Pero, tras una pausa para tomar aire, continúa con el relato: "Mi hija pequeña murió en la travesía y mi mujer a la mañana siguiente. Estoy seguro de que fue por el dolor tan fuerte que sintió".

Le separan de su otra hija e ingresa en prisión

Ismael no pudo digerir la pérdida ni hacer un proceso de duelo, porque su pesadilla no terminó ahí. "Pasaron cinco días entre la muerte de mi hija y mi ingreso en prisión", resume. Estaba consolando a su niña cuando de pronto le llamaron para ir a un despacho. "Era un agente de Frontex, tenía una placa y en su oficina había un cartel". Asegura que el policía le cogió el móvil sin permiso y le enseñó una foto en la que aparecían los nombres de la gente que viajaba a bordo de la patera. Ouattara intentó explicarles que, tras la primera estafa en Marruecos, para convencer a su mujer hizo una foto de toda la lista. "No podía decidirlo solo y le hice una foto como prueba", asegura. Detrás del agente había otros dos policías. 

No entendía nada, aunque había una traductora

"De un despacho a otro vi una pantalla con todas las fotos de mi familia", recuerda Ismael. Afirma que nadie, en aquellos primeros interrogatorios, se interesó por la información del viaje, por su situación emocional o por la pérdida de sus allegadas. Le hicieron también una prueba de paternidad. "No entendía nada, aunque había una traductora", alega Ismael, que explica que el tercer día una persona que le dijo que era su abogado le instó a colaborar si tenía intención de pedir asilo. Delante del letrado, los agentes sí que le preguntaron por la travesía personal y le pidieron autorización para acceder al móvil. "¡Pero si ya lo habían hecho!", exclama incrédulo. 

Finalmente, lo separaron de su hija y lo ingresaron en prisión. Desde entonces, perdió el rastro de la niña, no volvió a cruzarse con su abogado del turno de oficio y otros presos le recomendaron firmar "una conformidad" para que así le fuera impuesta una pena más baja. Pero Ouattara, que en Costa de Marfil adquirió conocimientos de derecho al estudiar Tránsito Aduanero, pudo descifrar lo que estaba pasando y se negó a aceptar la conformidad. Tras meses de espera sin que apareciese el abogado, escribió cartas al juez para decirle que quería declarar. "Más tarde, a través de una ONG que ayuda a otros presos en sus causas en prisión, pude tener una abogada que con su defensa se archivó mi causa", asevera.

"Es un caso muy sangrante"

"A nivel jurídico, el caso de Ismael ha sido muy duro desde un principio", asegura su abogada penalista y experta en Extranjería, Sara Rodríguez Trigo. Le costó a la letrada conseguir el sobreseimiento y el archivo de la causa, aunque su puesta en libertad no fue tan difícil desde que ella asumió la defensa. "Llevaba tiempo con un abogado de oficio que no hizo nada, cuando accedí al expediente me pareció un caso muy sangrante. La detención legal", exclama Rodríguez Trigo. Ismael entregó su teléfono móvil voluntariamente, hicieron periciales informáticas y, aun sin resultados, él seguía en prisión. 

La información que extrajeron del teléfono móvil tampoco tenía "ningún contenido que le incriminara" y "su expediente judicial y la acusación contra él no tenían fundamento”, argumenta la letrada.

"Las pruebas que tenían era una trasferencia bancaria a nombre de mi mujer en 2019 y estamos hablando de 2021, además de la famosa foto de la lista con nombres. Repetí una prueba de caligrafía para comprobar que no era mi letra, una prueba que ya me hicieron dio negativa, pero resulta que no estaba en el expediente. Solo tenían un testigo que aseguró que no ejercía ninguna tarea de dirección en el barco”, asegura Ouattara exhausto. Por lo que pasó un año y dos meses entre rejas sin haber cometido delito alguno.

En prisión al ayudar a la gente me ayudaba a mí mismo

Psicológicamente, "lo que hice fue asumir la pérdida de mi mujer y de mi hija, buscar a la mayor, asumir que estaba privado de libertad, pero no de pensamiento y aproveché al máximo", explica despacio. Se apuntó a todos los cursos y hacía deporte todos los días. "Lo que viví con la traductora no quería volver a vivirlo. Estudié mucho y aprendí español", dice. Además, se dedicó a ayudar a otros migrantes. "En la prisión, ayudar a la gente me ayudaba a mí mismo", añade. Ouattara y su abogada relatan que dentro de prisión hay módulos en los que solo hay personas negras. "Están creando pequeños guetos”, denuncia la especialista en derecho Penal.

“Cuestionan mi capacidad de ser padre ¿es por qué soy negro?”

Recuperar a su hija, su segunda batalla

Gracias a la defensa de Rodríguez Trigo, el joven fue puesto en libertad el 28 de septiembre de 2023. Pero nada más salir de prisión comenzó con su segunda batalla: recuperar la custodia de su hija. La niña había entrado en el sistema de protección como Menor Extranjera No Acompañada. "Ella vino conmigo, yo soy su padre y entonces comencé todo el proceso de nuevo porque la habían dado a una familia de acogida", manifiesta Ismael. 

Recuerda todas las dificultades que tuvo con la propia familia, la lucha que llevó a cabo para ejercer su paternidad y recuperar a su hija. "Veía cómo ponían en duda los vínculos de mi hija conmigo", asegura. "¿Por qué cuestionan mi capacidad de ser padre?, ¿es por qué soy negro?", se pregunta. Comenzó con visitas, hasta que consiguió una beca para un curso de arquitectura. A los seis meses, cuando logró encauzar su situación, le devolvieron a la niña. "El expediente administrativo de la niña es un cuadro. Al final esta historia ha acabado muy bien. Hoy nos han notificado el auto y la niña ya va a ser española”, alega la abogada satisfecha. 

Ahora está bien, dice, ocupado para poder escribir todo lo que ha vivido. Además, acompaña en los juicios, visita centros de acogida y hace de traductor. Da charlas y ayuda a otras personas que han pasado por su situación.