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Sin noticias de Cuba: la dificultad de obtener información independiente de lo que ocurre en la isla

  • La represión de las históricas protestas de 2021 barrió con el periodismo crítico cubano
  • El periodista Abraham Jimenez Enoa cuenta en Aterrizar en el Mundo su expulsión de la isla y su llegada exiliado a España

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'Aterrizar en el mundo' capitalista, el nuevo libro del periodista cubano en el exilio, Abraham Jiménez

En la Cuba de la escasez y los cortes de luz, el apagón también es informativo. Hace unos días, los cubanos se echaron a la calle para reclamar "corriente y comida", pero su protesta apenas tuvo eco. Sólo un puñado de vídeos grabados con móviles circularon por las redes. Sin cobertura mediática, la mecha se apagó enseguida.

Ya no estaba allí para darle seguimiento toda una generación de periodistas cubanos independientes, hija de la llegada de internet a la isla, que se convirtió en el principal altavoz del estallido social de 2021.

El régimen del presidente, Miguel Díaz Canel, había logrado deshacerse de ellos. "Nos echaron fuera. Fue la manera que encontró el Gobierno para limpiar esa olla a presión. Y los que no están en el exilio están en las cárceles de máxima seguridad", asegura a RTVE el periodista Abraham Jiménez Enoa desde Barcelona, donde llegó exiliado hace dos años.

En su último libro, Aterrizar en el mundo (Libros del KO) cuenta todo el proceso que condujo a su expulsión de la isla y a su abrupto aterrizaje en España.

Los periodistas hijos de internet

Jiménez Enoa es parte de esa hornada de jóvenes que se atrevió a desafiar el monopolio informativo oficial. Con un grupo de colegas de la facultad, fundó la publicación digital El Estornudo.

Era mediados de la década del 2000, la época del deshielo entre Obama y Castro, cuando los Rolling Stones tocaron en La Habana y el Gobierno cubano abrió puntos wifi en plazas y parques. En uno de ellos, a la sombra de un árbol, instaló Abraham su oficina.

Y desde allí empezaron a colgar las crónicas de un país que no estaba contado. Pintaban una Cuba muy diferente a la de la propaganda oficial y no tardaron en sufrir las consecuencias. Primero fueron contra la publicación, bloqueando el acceso desde Cuba. Después fueron contra ellos.

"Mi vida pasó a ser una calamidad"

"Mi vida pasó a ser una calamidad", rememora Abraham. "Salía a la calle y me detenían, me llevaban a un calabazo, me dejaban en prisión domiciliaria. Una vez, agentes de la Seguridad del Estado (la policía política cubana) me metieron en carro, me tiraron al piso con la cabeza agachada y me estuvieron dando vueltas. Luego me desnudaron y me interrogaron".

Aquella misma noche, la televisión estatal emitió imágenes y sonidos manipulados del interrogatorio presentando a Abraham como si fuera un agente de la CIA.

A él, que venía de una familia revolucionaria, con un padre teniente coronel y un abuelo escolta de Fidel Castro. En la boda de sus abuelos, el padrino fue el Che Guevara.

"En Cuba —explica Abraham— no hace falta darle un disparo a nadie para asesinarle. Te asesinan cívicamente. La gente dice que Cuba no es una dictadura porque no matan a nadie, porque no hay desaparecidos. Pero si solo por contar las cosas como son, te hacen todo lo que a mí me hicieron, está claro que no hace falta un disparo en la cabeza”.

La muerte civil

Pasó a ser un apestado social. Su familia también había sufrido represalias y una parte renegó de él. ¿Los amigos? Algunos se alejaron y de otros se alejó él para no dañarlos. Llegó a sentir tanta asfixia que se subía a autobuses sin un rumbo fijo solo para poder entablar conversación con algún pasajero.

No tenía con quien hablar, pero seguía escribiendo y se volvió tan incómodo que le acabaron levantando la prohibición que tenía de salir del país.

"Cuando pasan las protestas de 2021, yo soy de los pocos que quedan en Cuba. Cuento todo, se cansan de mí. No te queremos meter preso, me dicen, pero te damos un pasaporte y te tienes que ir del país. Y por eso estoy sentado aquí”.

Aterrizar en el mundo desde el planeta Cuba

"Aquí" es Barcelona, adonde llegó con 33 años sin haber puesto nunca antes un pie fuera de Cuba.

“Lo había visto en las películas, me lo habían contado amigos, lo había leído, pero no imaginaba la magnitud de lo que me iba a encontrar. Sufrí un colapso emocional y físico”.

De aquel choque nació Aterrizar en el Mundo, que presenta el 4 de abril en Madrid. El libro va y viene en el tiempo, el espacio y el tono. Salta de la infancia a la actualidad, de Cuba a Barcelona y de la crudeza, al humor y la ternura.

Recién salido de una Cuba donde se “come lo que aparece, no lo que apetece”, “donde tener un huevo en la nevera es lujo”, Abraham se deslumbra ante todo lo que uno puede encontrar en la tienda de paquistaníes de la esquina. En ese pequeño espacio cabe todo lo que no hay en Cuba.

"Para que te hagas una idea, a mi padre le dio un ictus hace unos meses y yo tuve que enviarle medicinas. Es decir, un país donde no hay aspirinas. Tu entras en una farmacia y parece un cementerio. Estantes vacíos", subraya Abraham como si tuviera que justificar su perplejidad.

Una realidad que le desborda

Sacado del planeta Cuba, todo lo de este mundo le desconcierta y sobrepasa. Pasado por su pluma, cruzar un paso de peatones en medio de la marabunta parece la pantalla más exigente de un videojuego.

Se sorprende de que la policía acompañe una manifestación, no la reprima; de que se despilfarre tanta comida y a la vez haya tanta gente pidiendo y durmiendo en la calle.

Está su historia, la del periodista exiliado y la del migrante negro. Está todo el desarraigo y el desamparo de quien ha perdido un país y todavía no ha ganado otro.

"La gente piensa que una vez que tu emigras o te exilias, te montas a un avión con dos maletas de dinero y tu vida se resolvió”. Pero en su caso, no ha sido así. “A mi me ha tocado lidiar con las secuelas del exilio, todas las heridas de salud mental, el desarraigo, yo no puedo regresar a mi país. Y además el duelo migratorio, ser un migrante"

El racismo cotidiano

Abraham se redescubre en Barcelona como negro. Y, como dice él con mucha sorna, no porque en Cuba no haya espejos: “Hay carestía, pero hay espejos”, sino porque no hay día en que no haya una situación, palabra o gesto que le recuerden que es diferente.

Y diferente es, desde luego, su perspectiva. Acostumbrados a que la mirada occidental domine la visión del mundo. A que nuestras gafas cuenten el mundo propio y el ajeno, Abraham invierte el relato y nos observa con sus lentes caribeñas como a unas criaturas exóticas.

Extrañamiento que también le produce la postura de cierta izquierda que se aferra a la idea de Cuba como última utopía del progreso. "Es triste que ese país, que intentó ser una cosa hermosa, que probablemente lo fue durante un tiempo. La luz que generó, no solo para la región, sino para todo el mundo. Todo lo que propuso a nivel de progreso, a nivel de cultura, a nivel de pensamiento, todo lo que se generó allí, se haya tirado a la basura por querer perpetuarse en el poder".