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Los 'curritos' del pop: la realidad laboral detrás de la creación musical

  • El 88% de los músicos en España ingresan menos de 14.000 euros al año
  • El 61% de los músicos en España tienen dos o más empleos: "Son necesarios para tener estabilidad"

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Diez minutos bien empleados - La realidad laboral de los grupos de música - 23/10/23

Son las ocho de la mañana del 14 de octubre, los alrededores de la estación madrileña de Atocha se despiertan más tranquilos de lo habitual, algo lógico si tenemos en cuenta que es sábado. En el aparcamiento, Mónica Vicente (batería, 26 años), Mané López (guitarrista, 26 años) y Marta Gómez (bajista, 24 años) se apresuran a meter sus bártulos en el coche. Los instrumentos y el equipaje caben a duras penas en el maletero del pequeño utilitario que les tiene que llevar a Zahara de la Sierra (Cádiz).

Allí, su grupo, Jordana B, toca a las cinco de la tarde. Antes deben pasar por Sevilla para recoger a María Solá (cantante, 27 años) que, con el objetivo de que el coche no parezca una lata de sardinas, ha elegido hacer el grueso del viaje en AVE. Una vez reunidos todos en la capital andaluza no hay pausas porque hay que llegar al escenario del festival Sierra Sur y el tiempo apremia. Durante las líneas que siguen documentamos una de las tareas más cotidianas del grupo: tocar en festivales.

Mónica, María y Mané (integrantes de Jordana B) están entretenidos mientras acumulan horas en la carretera. Guillermo Hernández

El pluriempleo como norma en el sector

“Hay gente aquí que, además de tener este trabajo, está en la oficina de lunes a viernes", explica María. "Tienes que tener otro trabajo para comer y sobrevivir” añade, que al igual que Marta compagina su actividad en la banda con otro empleo ajeno a la música. Las dos en tareas que tienen que ver con la publicidad y el marketing. Mónica y Mané también tienen otras ocupaciones. La primera da clases de batería y participa en otras bandas, mientras que el segundo realiza tareas de producción musical y también toca para otros artistas.

Pese a que Jordana B recorrerá durante este año más de 7.000 kilómetros para cumplir con todos sus compromisos, lo que ingresarán no les servirá para vivir exclusivamente de la banda. “Es muy habitual que los músicos tengan varios trabajos. Da esa estabilidad económica que la música no puede dar”, nos cuenta Guillem Arnedo, presidente de la Unión de Músicos Profesionales (UMP).

Esta asociación publicó el año un informe sobre la situación profesional y laboral de los músicos donde revelaron que el 61% de los músicos de nuestro país tiene dos o más empleos. Del mismo estudio concluimos que el 88% los músicos ingresan menos de 14.000 euros anuales, cifra por debajo del Salario Mínimo Interprofesional.

¿Profesión o afición? Una dicotomía típica en el arte

“Nos dicen que tocamos, que nos lo pasamos bien y que encima nos pagan. La gente no ve lo que hay de fondo, que es mucho trabajo, muchas horas y muchos viajes” responde Mónica al sugerirle que tener un grupo de música puede que se parezca más a una afición que a una profesión.

El ojo crítico - Las medidas que ya se han aprobado del Estatuto del Artista - Escuchar ahora

“Los procesos productivos en el arte están muy invisibilizados, no hay conciencia sobre lo que supone escribir o interpretar una canción. Esa forma de trabajar no es tan fácil de ver como en una cadena de montaje o en el proceso de producción de un objeto material”, nos explica Stribor Kuric, doctor en Sociología e investigador en el Centro Reina Sofía de Fad Juventud, cuando le preguntamos por qué se difumina tanto la línea entre afición y profesión en el arte. Para él, la profesionalización viene marcada por la remuneración. Mané, guitarrista de Jordana B, sentencia: “Es curioso. Yo tengo un papel en el que dice que soy autónomo, que estoy dado de alta en el apartado de artistas”.

El caché potencia la mayor fuente de ingresos: los directos

El viaje continúa y llegamos al corazón de la Sierra de Grazalema donde se encuentra Zahara de la Sierra. Ante nosotros un paisaje de postal algo empañado por la sequía que este año ha reducido su embalse a la mínima expresión. En realidad, a las componentes de la banda les da igual, reparan poco en el entorno. Su preocupación pasa por llegar, montar todo lo necesario en el escenario, preparase para la actuación y hacer la prueba de sonido. Hay una hora escasa para tachar de la lista todas esas tareas.

El grupo Jordana B desde el camerino

El grupo Jordana B preparándose para un concierto desde el camerino Guillermo Hernández

Por cuestiones contractuales, prefieren no revelar la cantidad que cobrarán por esta actuación, aunque María confiesa que en otras ocasiones se han llegado a trasladar a la otra punta de España por 600 euros. "Un dinero que no es para nosotras, hay que quitar los porcentajes que se quedan las personas que han conseguido el concierto. Quedándonos nosotras con lo mínimo para cubrir los gastos de alojamiento".

Según los cálculos de la Unión de Músicos Profesionales, el 60% de los ingresos de un grupo de música vienen de las actuaciones en directo. “Tu caché siempre va a ser más alto cuanto más poder de convocatoria tengas, es innegable que se fijan en los oyentes que tengas en Spotify”, añade María.

Informarse es parte de la responsabilidad de los músicos

“Cuando firmas hay un compromiso de las dos partes: el sello trata de conseguirte la mayor cantidad de trabajo posible, en las mejores condiciones posible, y tú, como artista, te comprometes a ofrecer la mejor versión de ti mismo” explica el guitarrista Mané. En este punto, resulta difícil generalizar sobre los contratos que se firman en la industria porque cada uno suele ir hecho a medida de cada banda, aunque la bajista, Marta lanza una advertencia: “Hay que contar con la ayuda de alguien que nos pueda aconsejar”, apostilla. Una cautela que apoya el presidente de la UMP: “A veces nos puede ese ímpetu de tener la posibilidad de un contrato y no saber bien lo que se está firmando. Informarse es parte de la responsabilidad de los músicos”.

La venta de entradas, punta de lanza para los grupos

En cualquier caso, hay negocio. Cabe recordar que en 2022 la música en directo en España rompió todos los récords al facturar casi 460 millones de euros con la venta de entradas, según los datos que ofrece la Asociación de Promotores Musicales. Un sector que tiene a los macrofestivales como punta de lanza, eventos capaces de mezclar en sus carteles a los nombres de pequeñas y medianas bandas nacionales con el de las grandes estrellas internacionales. Una ensalada musical que no beneficia a todos por igual, tal y como confiesa Marta: “Hay conciertos en los que sacrificas caché porque es un escaparate en el que te pueden surgir nuevas oportunidades”. Puntualizan, eso sí, que es algo que se suele hacer más en el momento de comenzar.

Momento de la actuación en el festival Sierra Sur

Un momento de la actuación del grupo Jordana B en el festival Sierra Sur de Cádiz Guillermo Hernández

Una vez sobre el escenario el concierto va bien, es distinto a lo que están acostumbrados, gran parte del público lo componen familias con niños pequeños. Hay casi más biberones que 'minis' de cerveza. Al terminar, algunos asistentes se acercan a reclamar una fotografía con la banda. “Todo esto se sostiene por la ilusión y por lo que conseguimos.

“Cuando trabajas en un grupo no sabes si te pagarán en un mes, que no está mal, o dentro de cuatro”

De pronto, estar tocando tus canciones y ver que hay gente que no te conoce de nada, y se las sabe, hace que se te pongan los pelos de punta", explica Mónica. “Si seguimos aquí es porque sabemos que funciona, que ha servido para algo compaginar dos o tres trabajos”, añade Marta.

Jordana B se funde en un abrazo antes de subir al escenario

Jordana B se funde en un abrazo antes de subir al escenario Guillermo Hernández

Tras el subidón del directo, el cansancio no tarda en aparecer. En el coche, Mónica bromea con el tiempo que tardarán en cobrar la actuación de hoy: “Cuando trabajas en un grupo no sabes si te pagarán en un mes, que no está mal, o dentro de cuatro”. Lo que es seguro es que al día siguiente emprenderán el camino de vuelta a casa. Un viaje que en condiciones normales se haría en seis horas, pero que con los atascos protocolarios se acaban convirtiendo en nueve. Cuando por fin llegan es noche cerrada, las despedidas son rápidas y poco calurosas, hay prisa, mañana es lunes y los despertadores sonarán a las siete de la mañana para volver a compaginar lo que sea necesario para sacar adelante la música.