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La huella española en Pablo Neruda, amistad pura con los poetas del 27 y la catarsis de la Guerra Civil

  • Este fin de semana se cumple el 50 aniversario de la muerte del Nobel chileno
  • El poeta vivió en los años 30 en España y el legado se puede rastrear en buena parte de su obra

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Neruda, Lorca y otros poetas en una fiesta en 1934 en Madrid
Neruda, Lorca y otros poetas en una fiesta en 1934 en Madrid

Pablo Neruda llegó a Madrid en 1934 como cónsul de Chile y el recibimiento que le dispensaron fue quizás premonitorio del lazo de amistad verdadera y lucha poética que trazaría su vida desde entonces.

En la estación de Atocha Federico García Lorca le dio la bienvenida con un ramo de flores en la mano y una sonrisa. Se habían conocido en Buenos Aires donde una conferencia compartida sobre Rubén Darío hizo saltar la magia de la camaradería súbita. Solo el asesinato de Lorca quebraría el vínculo.

En aquellos primeros años el poeta fue cicerone del chileno en la capital. Neruda encajó con gozosa naturalidad en la efervescencia creativa de la Generación del 27: Vicente Aleixandre, Rafael Alberti, Manuel Altoaguirre, Luis Cernuda o Pepín Bello conforman una piña y su centro de "operaciones" es la Casa de las Flores, la residencia de Neruda en el barrio de Argüelles cuajada de balconadas con geranios.

La casa de las flores donde Neruda vivió entre 1935 y 1936 Fundación Pablo Neruda (Chile)

En Madrid conoce a la que se convertiría en su segunda esposa, la pintora argentina Delia del Carril, y congenia con un jovencísimo Miguel Hernández “el poeta pastor” al que acogió casi como un hijo en su introducción social algo compleja por sus orígenes humildes.

El escritor ejerce como catalizador cultural más que como diplomático, pasea por la ciudad, queda deslumbrado en sus calles con solera, se divierte con sus amigos de la bohemia. “¡Aquel Madrid! Nos íbamos con Maruja Mallo, la pintora gallega, por los barrios bajos buscando las casas donde venden esparto y esteras (…) España es seca y pedregosa, y le pega el sol vertical sacando chispas de la llanura, construyendo castillos de luz con la polvareda. Los únicos verdaderos ríos de España son sus poetas”.

Neruda también fragua enemigos notorios como Juan Ramón Jiménez que harto de las ocurrencias juveniles etiqueta como “estercolero” Residencia en la tierra por su querencia a la mezcla simbólica. A su vez los cachorros del 27 se burlan del “viejo” escritor con chanzas de madrugada donde le telefonean preguntándole por "Platero".

Reunión de los poetas e intelectuales de la Generación del 27 RTVE

La actividad del chileno es frenética y no se detiene en la escritura. Dirige la revista Caballo Verde para la poesía impulsado por José Bergamín en la que alaba la “poesía impura”, publica en la editorial Cruz y Raya los poemas residenciarios, y los creadores le homenajean en una retroalimentación de vida y arte.

“Pablo Neruda y los españoles cruzan intereses culturales y poéticos similares. El poeta aporta elementos del surrealismo a los autores de Madrid que están ya muy pendientes de este movimiento, pero en todo caso les llega a través de un escritor que ha creado con Residencia en la tierra un mundo poético nuevo. En ese encuentro se producen influencias mutuas sobre todo en Miguel Hernández a través del diálogo permanente que mantienen”, explica José Carlos Rovira, profesor emérito de la Universidad de Alicante (UA) y catedrático de Literatura Hispanoamericana.

Los docentes Rovira y Abel Villaverde han compendiado en el libro Escrito sobre España (coeditado por las universidades de Alicante y de Talca en Chile), la “abundantísima” poesía y prosa que el Nobel plasmó sobre nuestro país en una huella memorialística cuando se cumplen 50 años de su fallecimiento.

En el prólogo, el poeta chileno Raúl Zurita describe como Neruda descubre España y al hacerlo “el origen misterioso y profundo de su propia poesía” como derrama en una de su cimas literarias: Viaje al corazón de Quevedo (1943). Al escritor del siglo de Oro español lo valoraba como "el mayor poeta espiritual de todos los tiempos". “A mí me hizo la vida recorrer los más lejanos sitios del mundo antes de llegar al que debió ser mi punto de partida: España”, escribía sobre un tiempo felicísimo que terminaría abruptamente con la Guerra Civil.

La transformación poética por la barbarie de la guerra

El volumen Escrito sobre España (500 páginas) abre con una imprescindible oda a Lorca.

Si pudiera llorar de miedo en una casa sola,

Si pudiera sacarme los ojos y comérmelos,

Lo haría por tu voz de naranjo enlutado

y por tu poesía que sale dando gritos

El recuerdo al granadino trasciende toda su literatura en una reflexión doliente, al igual que Miguel Hernández al que fija en sus versos como abstracción poética tras su muerte “en los presidios de España” .

El escritor chileno en una imagen de 1925 RTVE

El crimen del “fosforescente Federico” y la Guerra Civil noquean a Neruda y zarandean los cimientos de su cosmología poética. Transmuta de la naturaleza y el ángulo autobiográfico de Veinte poemas de amor al estallido de conciencia. Paradójicamente, las violencias se convertirían en espejo tétrico de lo que ocurriría en su Chile natal y el reflejo en sus libros.

“La experiencia española, (aquí también escribió sobre las gestas de Simón Bolívar), le abre una nueva visión de América que se va a producir inmediatamente en el libro que está escribiendo en aquel tiempo que es Canto General que sale en 1950, cuando Neruda está sufriendo una situación muy difícil en su país y tuvo que exiliarse a Buenos Aires cruzando los Andes”, señala José Carlos Rovira.

“Al final de su vida en 1973, él está leyendo a Quevedo y asimila el golpe de Estado de Pinochet con el derramamiento de sangre ocurrido en España en el 36 como recoge en su Memorial de Isla Negra”.

Pablo Neruda junto a Rafael Alberti y María Teresa León RTVE

Durante la Guerra Civil los milicianos del frente del Ebro fabricaron el papel y reimprimieron España en el corazón. Himno a las glorias del pueblo en la guerra (1936-1937), donde Pablo Neruda funde historia y poesía en la denuncia de la barbarie como muestra en el desgarrador poema Explico algunas cosas: “Y por las calles la sangre de los niños/corría, simplemente como sangre de los niños”.

El nudo social y político se certifica en el episodio del carguero Winnipeg. Ya con la guerra sentenciada, en agosto de 1939 el poeta convence al gobierno de Chile para acoger a 2.000 refugiados republicanos, mujeres, hombres y niños, que partirán desde Francia en el vetusto barco rumbo a Valparaíso donde arrancarán una nueva vida.

“Que la crítica borre toda mi poesía, si le parece. Pero este poema, que hoy recuerdo, no podrá borrarlo nadie”, detalla sobre la ayuda a los represaliados españoles que siempre valoró como “su mejor obra” en una historia de dolor, compromiso y amistad pura.