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Viaje a la última frontera (I)

Finlandia y los lazos rusos: de vecinos y socios, a enemigos

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Finlandia y los lazos rusos: de vecinos y socios a enemigos

Si Finlandia entra como miembro de pleno derecho en la OTAN, desaparecerá el efecto buffer -cámara de aislamiento-, que se le impuso tras la Segunda Guerra Mundial, y la Alianza militar occidental doblará su frontera con Rusia. Justo lo contrario de lo que el presidente ruso, Vladímir Putin, reivindica.

Los dos países comparten 1.340 kilómetros de frontera terrestre y mucho más que eso. Comparten siglos de historia en los que Finlandia, con apenas un siglo de independencia, ha sido territorio disputado entre dos grandes potencias: el reino de Suecia por el oeste, y el Imperio ruso, primero, y soviético, después, por el este. Es una tierra, por lo tanto, habituada a negociar y a la vez temer a Rusia, bajo cuyo poder estuvo y que, en el último episodio histórico, anexionó una décima parte de su territorio.

Una frontera abierta pero desierta

Un equipo de TVE se ha desplazado a esa frontera para entender la experiencia finlandesa y para comprobar los efectos de la invasión de Ucrania. El paso fronterizo de Nuijamaa, entre Finlandia y Rusia, era el más transitado del país antes de la llegada de la COVID-19, cuando era habitual pasarse horas en la cola. Ahora apenas cruza algún turismo de vez en cuando.

Un centro comercial en la frontera entre Rusia y Finlandia, inusualmente desierto

Un centro comercial en la frontera entre Rusia y Finlandia, inusualmente desierto ANNA BOSCH

Como una foto congelada en el tiempo, en las puertas hay pegados carteles en finés y ruso informando de que el comercio está cerrado por la pandemia, pero que volverán a tener actividad en cuanto reabran la frontera (por el coronavirus). La frontera está abierta, pero las tiendas siguen cerradas y los aparcamientos, desiertos.

Cartel (en ruso y finés) indicando que los comercios en la frontera están cerrados por la pandemia

Cartel (en ruso y finés) indicando que los comercios en la frontera están cerrados por la pandemia ANNA BOSCH

Hasta marzo de 2020, los rusos gastaban una media de un millón de euros al día en los comercios de esta región, Carelia del Sur. "Pero el impacto en la economía de la región no es tan grave como podría imaginarse", asegura el presidente de la Cámara de Comercio, Mika Peltonen, ya que "a partir de la anexión de Crimea en 2014, los empresarios de esta región buscaron otros mercados fuera de la UE para no depender tanto de Rusia". Así, el país vecino ha pasado de ser uno de los tres primeros destinatarios de las exportaciones de Carelia del Sur a ser el séptimo y suponer solo un 6% de las exportaciones. La principal industria de Carelia son los derivados de la madera de sus famosos pinos, para muebles, papel y biodiésel.

El canal de Saimaa, símbolo de la relación entre los dos países

Es el foco principal de nuestro reportaje porque es lo que mejor ilustra la historia de Finlandia y su relación con Rusia. En una roca del canal aún puede leerse la inscripción"Nicolás I y Alejandro II. Por el trabajo y la prosperidad en Finlandia".

El canal une el lago Saimaa con el puerto más cercano en el golfo de Finlandia, Viborg (en ruso) o Viipuri (en finés). En total, 43 kilómetros de un canal navegable que empezó a construirse bajo el zar Nicolás I y se inauguró el día de la coronación de Alejandro II. Entonces Finlandia era un territorio autónomo dentro de Rusia.

Inscripción en el canal de Saimaa que recuerda el pasado común de Rusia y Finlandia

Inscripción en el canal de Saimaa que recuerda el pasado común de Rusia y Finlandia ANNA BOSCH

Finlandia se independizó de Rusia en 1917, hace apenas un siglo, pero su integridad territorial no duró mucho. En diciembre de 1939 Stalin invadió el territorio finés del istmo de Carelia, con el pretexto de proteger mejor Leningrado -hoy San Petersburgo-. La resistencia de Helsinki duró apenas tres meses y Stalin se anexionó un 10% del país. Hasta el día de hoy.

Resultado de aquello es que hoy la mitad del Canal de Saimaa transcurre en territorio ruso, pero quien lo opera es Finlandia por un contrato con el gobierno ruso que se renueva cada 50 años. El contrato vigente lo firmó Putin en 2013 y no vence hasta finales de 2062.

"Circulaban unas mil embarcaciones de placer y unas 600 de mercancías al año", cuenta Tiro Sikiö, portavoz del organismo público que gestiona el canal. Desde la invasión de Ucrania solo ha navegado un barco. Efecto, no tanto de las sanciones contra Rusia, explican, como del aumento de precios para asegurar la mercancía. A los exportadores ya no les compensa. "El canal era la vía más económica para exportar a Europa central. Del lago Saimaa al puerto de Viborg, y de ahí por barco a puertos de la UE". Ahora tienen que buscar vías terrestres alternativas, más caras.

El rápido giro hacia la OTAN de la población finlandesa

Según los sondeos, el cambio en la opinión pública de Finlandia sobre el ingreso en la OTAN ha sido espectacular. En enero, solo un 28% de la población apoyaba el ingreso en la Alianza militar occidental, y prevalecía la idea de mejor mantener su neutralidad dada su situación geográfica y económica. A finales de marzo, al cabo de un mes de la invasión de Ucrania, el apoyo había saltado al 62%, y en mayo, según un sondeo publicado por la televisión pública, el apoyo superó los dos tercios, un 76% de finlandeses quiere ser miembros de pleno derecho de la OTAN.

A los finlandeses, especialmente a los de Carelia, lo que ha ocurrido en Ucrania y los argumentos de Vladímir Putin les resultan familiares. En apenas tres días de rodaje conocimos a dos nietos de finlandeses que se refugiaron en este lado de la frontera tras la anexión por parte de la URSS.

Finlandia, un país de apenas cinco millones y medio de habitantes, aporta a la OTAN una población mentalizada y entrenada para resistir una invasión. Hay una amplia red de refugios, intendencia y el servicio militar sigue siendo obligatorio. Se calcula que un tercio de la población adulta es reservista del ejército.