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Crisis de Ucrania

La crisis de Ucrania, una apuesta calculada de Putin con numerosos riesgos

  • La población no quiere una guerra contra Ucrania
  • Las sanciones podrían dañar la debilitada economía rusa

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La crisis de Ucrania devuelve a Rusia y a Putin a la escena internacional

Rusia insiste en que no quiere una guerra en Ucrania, pero la apuesta del presidente ruso, Vladímir Putin, de aumentar la tensión en la frontera para obtener garantías de seguridad de Estados Unidos y la OTAN tiene sus riesgos, tanto internos como externos.

Los dirigentes occidentales se esfuerzan en presentar a Rusia como una dictadura férrea y a Putin como un moderno Maquiavelo, pero la realidad es más compleja. Nadie puede controlar las consecuencias imprevistas de una guerra, empezando por las económicas; dentro del aparato de poder hay diferentes posturas y hay que tener en cuenta el estado de opinión mayoritario.

"Es una apuesta arriesgada desde luego - reconoce Francesc Serra profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y especialista en espacio ex-soviético - pero Putin está acostumbrado y nos tiene acostumbrados a este tipo de jugadas arriesgadas".

¿Qué opinan los rusos?

"La opinión pública tiene poca o ninguna información de lo que está pasando en frontera, los medios no están informando de la situación porque son unas maniobras", explica a RTVE.es María José Pérez del Pozo, profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense y experta en Rusia.

Es difícil hacerse una idea de la opinión pública en un país con pocos medios independientes y donde las protestas son reprimidas. El Centro Levada intenta pulsar esa opinión con series de encuestas que permiten hacerse una idea. Levada ha sido señalado como "agente extranjero" por el Kremlin.

En un sondeo realizado el pasado abril, cuando el conflicto en el Donbás comenzó a calentarse, el 48% de los encuestados culpaba de la escalada a la OTAN y a los EE.UU. , pero la opinión estaba dividida a partes iguales respecto a si Rusia debía intervenir o no.

Aunque la posibilidad de una guerra está entre los miedos recurrentes de los rusos (junto a la enfermedad, la pobreza o a ser víctimas del abuso de las autoridades), los sondeos recientes muestran que la preocupación más acuciante es la economía. El 63 % temen que se produzca una crisis económica en 2022, comparado con un 37 % que creen probable una guerra contra un país vecino y el 25 % que esperan una confrontación con la OTAN o EE.UU.

La economía, el talón de Aquiles del Kremlin

Los rusos tienen razones para preocuparse. La inflación está disparada y duplica las previsiones del Banco Central de Rusia (la previsión es del 4 % y supera el 8 %). El jueves y el viernes pasado, el rublo se debilitó con las noticias de enfrentamientos en el este de Ucrania.

Si EE.UU. y la UE ponen en marcha las sanciones "masivas" con las que han amenazado, y que excluirían a los bancos rusos del sistema de comunicación internacional (el SWIFT), supondría un duro golpe para las grandes empresas rusas.

De momento, Rusia se está beneficiando del aumento del precio del gas que ha provocado la propia crisis. "Puede compensar el gasto extraordinario por el despliegue militar, que se suma a las pérdidas de economía rusa poco adaptada a la modernización económica y muy necesitada de grandes inversiones en infraestructuras", considera Pérez del Pozo.

La economía rusa depende prácticamente de la producción de hidrocarburos, lo que tiene ventajas pero también puede engendrar riesgos. Por ejemplo, el conflicto amenaza con hacer descarrilar el gasoducto Nord Stream 2, que debe aumentar la cantidad de gas que Rusia suministra a Alemania.

"Hasta hace un año se podía decir que Rusia no iba a entrar en conflicto porque le interesaba vender gas - abunda Francesc Serra - pero esto ha cambiado porque China ha mostrado interés y ha firmado contratos para comprar gas ruso. Rusia ya no depende tanto de lo que vende a Occidente, pero no podría cortar el tránsito de gas a Europa, el coste económico sería demasiado grande".

Sin apoyo popular para una guerra pero sin oposición interna

Andrew Ferguson, profesor de Política y Gobernanza de la Universidad HSE de Moscú, asegura que entre los rusos de a pie no hay ningunas ganas de guerra con Ucrania. "Cuando Putin dice que no quiere guerra es un reflejo de la opinión pública general", afirma, aunque añade que en los pasillos del poder hay también quienes preferirían una postura más dura en Ucrania.

A los temores por las repercusiones económicas, se suma el factor emocional. "Para cualquier ruso esto sería casi como una guerra civil, tendría que ser muy rápido y sin sangre, y no creo que eso sea posible", afirma.

Ferguson contrapone la crisis actual con la anexión unilateral de Crimea en 2014. "Aquella acción tuvo un gran apoyo, se vio como una reunificación, no como una anexión. Mientras que una guerra en el este de Ucrania se vería básicamente como un ataque contra un hermano, un vecino muy especial, y no hay apetito por eso entre la población".

Eso no significa que una intervención militar provocara una reacción interna de protesta. Ferguson constata desde Moscú que las autoridades tienen el control y pueden anticiparse a cualquier protesta.

"No hay fuerzas de oposición sólidas, ni con programa alternativo, ni con posibilidad de desestabilizar el aparato", asegura Pérez del Pozo. "Putin es experto en vender su discurso - añade la profesora de la UCM - La política exterior siempre ha contribuido a afianzar su popularidad, es una fuente de aval interno".

"Es cierto que hay nueva clase media, con otras sensibilidades políticas y sociales - reconoce Francesc Serra - La juventud se distancia mucho de la Rusia que apoya a Putin, pero Putin puede aprovechar la sensación de amenaza y victimismo que se ha creado para regenerar esta cohesión social a su alrededor".

Según los sondeos del Centro Levada, Putin gozaba de una aprobación popular del 69% en enero de 2022, y solo un 29% desaprobaba su gobierno.

Los límites de la diplomacia

De momento, y salvo por los ciberataques y las denuncias de violaciones de alto el fuego entre Kiev y los secesionistas, Rusia y EE.UU. continúan los esfuerzos diplomáticos. Este jueves, Moscú respondió por escrito a Washington en el último cruce de propuestas, los responsables de la diplomacia de ambos países se verán la próxima semana.

Ferguson advierte del riesgo de que la diplomacia "se agote a sí misma" porque "nadie sabe cuál puede ser la base sólida para una paz estable".

"Lo que Rusia quiere es una relación estratégica con la OTAN más integrada en el sistema de seguridad colectiva de la ONU, que permita un mayor control sobre la extensión de la Alianza. Para Rusia tiene que ver con estas ideas de la seguridad colectiva, sobre todo con la seguridad indivisible, que es un concepto que mencionan una y otra vez en el diálogo diplomático", explica.

"No veo signos de progreso en esos diálogos", apunta Ferguson, que tampoco espera avances en la negociación en torno a los Acuerdos de Minsk. Dichos acuerdos, pactados en 2015, prevén una autonomía para las regiones secesionistas de Lugansk y Donetsk, lo que para el profesor de la HSE entraña "el pretexto para mayor inestabilidad".

"El tema de una posible neutralidad de Ucrania es una vía que tiene bastante recorrido - considera Pérez del Pozo - y un acuerdo bilateral de reducción de arsenales sería posible". En cualquier caso, Putin siempre tiene la opción de replegar sus fuerzas y alegar en la versión que siempre ha sostenido: que solo estaban de maniobras en su propio territorio. "Desde el punto de vista del discurso, Putin no va a quedar atrapado", añade la profesora.

Frances Serra, recuerda que Rusia tiene experiencia en congelar los conflictos y dejarlos sin solución definitiva. "Rusia se siente muy cómoda con la inestabilidad, es lo que ha fomentado en Ucrania, Georgia y otras zonas exsoviéticas, la diplomacia coercitiva".

El resultado para Rusia: entre el respeto internacional y el aislamiento

La propaganda del Kremlin, tanto interna como externa, juega la baza del victimismo, que se podría reforzar con el aumento de las capacidades de la Alianza en su flanco Este.

Desde Moscú, Andrew Ferguson percibe que el régimen tiende a cerrarse sobre sí mismo ante las amenazas. "La mentalidad rusa de fortaleza es un instrumento de defensa. Para algunos pensadores estratégicos rusos, el aislacionismo es algo con lo que Rusia tiene que vivir", explica.

"Rusia tiene muchas debilidades - señala Francesc Serra - Tiene un Ejército fuerte, pero un gasto militar inferior al de la OTAN; una situación económica inestable; un liderazgo político ya con muchos años que se va desgastando; una población envejecida, con graves problemas demográficos. Tiene mucho que perder. Ahí también se entiende la jugada de Putin: piensa que puede ganar bastante, y lo primero a lo que aspira es respeto, que se tenga en cuenta a Rusia. Y tiene razón, porque Occidente se ha comportado con arrogancia".

María José Pérez del Pozo subraya la conveniencia de un diálogo constructivo para todas las partes y "salir de este círculo vicioso de declaraciones en las que los grandes perjudicados son los ucranianos y después la opinión pública de todo el mundo". En especial, para la UE, que, según la profesora de la UCM, "necesita a Rusia tanto como Rusia a la UE. Hay una vinculación geográfica natural".