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Las claves de la semana

El fantasma de la sequía y otros apuntes medioambientales en plena cumbre del clima

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Un hombre camina por el lecho seco de la laguna de Rincón, en Córdoba
Un hombre camina por el lecho seco de la laguna de Rincón, en Córdoba

Hay pocas dudas de que la protección del medio ambiente y la gestión de los recursos naturales son el gran desafío que la humanidad afronta en el presente siglo.

Esta semana, con la cumbre del clima de Glasgow ya a pleno rendimiento, está más presente que nunca en el debate público, aunque el desafío no se agota en la lucha contra el calentamiento global y atañe a otros muchos aspectos, desde la ansiedad que sufrimos por la deriva de la contaminación en el planeta a la gestión del agua, como ha revelado la 'sequía extraordinaria' que azota la cuenca del Guadalquivir.

1. El fantasma de la sequía

No es una situación puntual ni aislada: el año hidrológico, que en España arranca en octubre y se extiende hasta septiembre del año siguiente, ha empezado sin apenas lluvias. Todas las cuencas hidrográficas han estado muy por debajo de los valores medios de precipitación en las tres primeras semanas de octubre. Y en algunas de ellas, como las del Guadiana, el Ebro y el propio Guadalquivir, no ha caído ni una sola gota de agua en ese período.

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Ni siquiera las lluvias registradas el pasado fin de semana han supuesto un alivio significativo, ya que solo en las cuencas del Tajo y del Guadiana han alcanzado a compensar lo que no había caído en las semanas anteriores. En general, ha llovido mucho menos de lo que suele en este mes de octubre.

Esta falta de precipitaciones tensa un poco más la situación en los embalses de varias cuencas que llevan años lejos de sus registros normales en cuanto a reservas de agua. Los casos más llamativos son los del Guadiana y el Guadalquivir, que en los últimos cinco años están sostenidamente por debajo de su media de agua embalsada. Aunque cada cuenca tiene sus particularidades y el sur sufre en mayor medida la falta de agua, en el conjunto de España los embalses se encuentran el 39 % de su capacidad, cuando la media de los cinco años anteriores se sitúa en el 45 %.

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Y eso a pesar de que los últimos años hidrológicos no han sido especialmente secos: tan solo en dos de los últimos cinco (2016-2017 y 2018-2019) ha llovido por debajo de los valores normales climatológicos, que la Agencia Estatal de Meteorología establece en la media de los años 1980-2010. En los dos últimos cursos se ha superado esa media, aunque fuera por poco.

Los expertos señalan que esa disminución del agua embalsada, que además sirve de indicador para otras reservas de agua, como los acuíferos subterráneos, se debe tanto a factores humanos como a fenómenos climáticos. "Gastamos seguramente más de lo que deberíamos. Aunque las precipitaciones no hayan sido excepcionalmente anormales para considerar una sequía meteorológica, van mermando las reservas", explica Enrique Cabrera, catedrático de la Universitat Politècnica de València (UPV) y subdirector de la International Water Association, que es especialista en la gestión del agua en núcleos urbanos.

Manuel Pulido, que dirige el Instituto Universitario de Investigación de Ingeniería del Agua y Medio Ambiente en la misma universidad, apunta a su vez que se ha reducido el agua que aportan los ríos: "Se observa una tendencia decreciente de las aportaciones de los ríos, muchas veces por una densificación de los bosques por falta de mantenimiento, lo que consume más agua en cabecera y afecta a los caudales en la cuenca media".

Por supuesto, también influye el cambio climático, que ya se deja notar: "Modifica el régimen de precipitaciones y aumenta la temperatura, lo que facilita la evaporación e incrementa las necesidades de riego", resume Pulido, quien también recuerda que el calentamiento global hace las sequías "más frecuentes, de mayor duración y de mayor severidad".

2. Sequía extraordinaria en el Guadalquivir

Esta combinación de factores de riesgo hídrico se ha traducido esta semana en una abrupta alarma en el centro de Andalucía: con los embalses al 26,1 % de su capacidad, la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir ha declarado la "situación excepcional por sequía extraordinaria" en el 80 % de la cuenca y la Junta ha reclamado al Gobierno un decreto de ayudas para paliar una situación desencadenada por esa falta de lluvias en el mes de octubre.

"La sequía extraordinaria combina una sequía ligera, que no es prolongada pero que procede de unas precipitaciones ligeramente inferiores a la media en los últimos tres años, con una demanda que está siempre por encima, por término medio, de los recursos disponibles", indica Leandro del Moral, catedrático de Geografía Humana de la Universidad de Sevilla y miembro de la Fundación Nueva Cultura del Agua, que asegura que los expertos habían avisado en repetidas ocasiones del control "laxo" de los recursos.

Por el momento, el abastecimiento doméstico parece garantizado, tal como ha subrayado la confederación hidrográfica, señalando que hay agua para al menos dos años, ya que el consumo doméstico representa el 10 % de los recursos. Con todo, el agua disponible no es igual en toda la cuenca y algunos municipios, como los que dependen de manantiales subterráneos, podrían afrontar restricciones.

El mayor riesgo, en este sentido, se cierne sobre la actividad agrícola y ganadera, que en la cuenca del Guadalquivir se lleva hasta el 87 % de los recursos hídricos. Del Moral asegura que la mayoría de las explotaciones son muy eficientes en el uso del agua, pero recalca que esa eficiencia no libera agua: "Por cada metro cúbico de agua se produce más, cada hectárea consume menos metros cúbicos, pero eso no libera agua, ese agua se consume. Ocurre también en cuencas como la del Segura, en la que se aprovecha el cien por cien de los recursos; con máxima eficiencia, pero se capturan todos los recursos".

Todos los expertos consultados coinciden en que el cambio climático va a complicar aún más la gestión del agua. "Vamos a tener que reducir el consumo, porque va a cambiar el régimen de precipitaciones", avisa Enrique Cabrera, "cada vez hay más fenómenos extremos de lluvia, con mucha cantidad en poco tiempo, que deja menos escorrentía", es decir, menos agua en los embalses.

"La reducción de precipitaciones es más incierta, pero el aumento de temperaturas es seguro, y eso provoca más evaporación, menos escorrentía y más necesidades hídricas en los cultivos", abunda Leandro del Moral, que concluye "es un círculo vicioso muy preocupante".

3. La ansiedad por el cambio del clima

Esa preocupación, no solo por el agua sino por todo el medio natural, es ampliamente compartida en todo el mundo. Hasta el punto de que muchos jóvenes, los que más sufrirán los efectos del calentamiento global, sufren ya un trastorno mental que se denomina ansiedad climática o ecoansiedad.

Un reciente estudio que está pendiente de publicación en la revista Lancet Planetary Health y que se basa en entrevistas a más de 10.000 jóvenes de una decena de países concluye que un 84 % están preocupados por el cambio climático. Casi la mitad, un 45 %, asegura que la crisis climática afecta a su día a día y cuatro de cada diez llega hasta el punto de dudar si tener hijos ante el futuro que les pueda esperar.

"La ansiedad climática es una ansiedad por el medio ambiente, pero también por ver que los gobiernos y quienes están en el poder parecen no actuar urgentemente", destaca Caroline Hickman, profesora de la Universidad de Bath y coautora del estudio.

Irene Baños, divulgadora climática y autora del libro Ecoansias, explicaba esta semana en RTVE.es a Álvaro Caballero que esa ansiedad climática aparece también cuando "creemos que cargamos con el peso de salvar el planeta y vemos que nunca es suficiente lo que hacemos para alcanzar una perfección autoimpuesta".

En cualquier caso, la lucha contra el cambio climático es un juego cooperativo: los esfuerzos individuales son insuficientes si no hay un cambio colectivo e incluso así, los avances de un solo país no sirven de nada sin que el resto asuma también su parte.

4. Arrancan las negociaciones en la COP26

Es lo que están intentando hacer en Glasgow los representantes de 196 países, además de la Unión Europea, en la COP26: alcanzar acuerdos que permitan reducir las emisiones de gases de efecto invernadero para frenar el calentamiento global, que ya es apreciable en todo el mundo, antes de que sus consecuencias sean todavía más graves.

Aunque es habitual presentar estas cumbres del clima cómo la última oportunidad de salvar el planeta, su propia naturaleza multilateral obliga a rebajar las expectativas. Dado que los acuerdos requieren de unanimidad, solo se puede avanzar al ritmo que acepten todas las partes, por poco comprometidos que estén algunos países.

Sin embargo, es importante lograr avances, porque tras el relativo respiro que supuso la pandemia de COVID-19 el año pasado, las emisiones de gases contaminantes están retomando su senda creciente. Justo en la dirección contraria de la que marcan los expertos para que, al menos, la temperatura no aumente más de dos grados este siglo.

Así se refleja en las estadísticas actualizadas de emisiones de dióxido de carbono -el principal gas de efecto invernadero- recopiladas por el Global Carbon Project, un proyecto científico colaborativo que supervisa desde 2006 las emisiones de CO2 y que hace público su informe anual en las cumbres sobre el clima. Según el de este año, presentado esta semana en Glasgow, las emisiones de CO2 bajaron un 5,4 % en 2020, pero aumentarán un 4,9 % este año, recuperando prácticamente el nivel previo a la pandemia.

A esa subida contribuirá todo el planeta, empezando por China, que en 2020 elevó sus emisiones un 1,4 % y que, según el Global Carbon Project, emitirá un 4 % más este año. Estados Unidos y la Unión Europea redujeron sus emisiones más de un 10 % en 2020, pero las incrementarán este año un 7,6 %, mientras que India bajó un 7,3 % y verterá en 2021 un 12,6 % más. En cuanto al resto del mundo, descontados esos cuatro países, se espera una subida del 2,9 %.

Posdata. ¿Cuánto se está calentando tu país?

Igual que no todos los países contribuyen de la misma forma al calentamiento global, las consecuencias serán distintas para cada uno. El informe del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), el documento en el que se basan las negociaciones de los gobiernos en la cumbre del clima, incorpora en su edición de este año una perspectiva regional que se ha plasmado en un atlas interactivo elaborado por el CSIC, en el que se pueden evaluar las consecuencias del cambio climático en distintas zonas del mundo.

De forma más específica, aunque también más sucinta, la organización Berkeley Earth, dedicada a la recopilación de datos científicos sobre el cambio climático, ha desarrollado una intuitiva herramienta para consultar cuánto está contribuyendo cada país al calentamiento de la superficie terrestre y, al mismo tiempo, cuánto se está calentando su territorio.

En el caso de España, sus cálculos señalan que la temperatura ya ha aumentado en 1,8 grados respecto al período preindustrial y que, en la senda actual, la subida será de 4,5 grados en 2100. Incluso en un escenario de reducción rápida de emisiones, la temperatura subiría tres grados. Una medida más del gran desafío que enfrenta la humanidad.