Enlaces accesibilidad
20 años del 11-S

Miles de personas sufren aún las secuelas médicas de los atentados del 11-S: "Para mí nunca termina"

  • Más de 100.000 personas reciben atención médica 20 años después
  • Problemas respiratorios, cáncer y traumas psicológicos son las afecciones más frecuentes

Por
Se estima que más de 400.000 personas se vieron afectadas por la nube de polvo tóxico provocada por el 11-S

"Veías a los bomberos dentro, a los perros aún buscando cadáveres, restos humanos. Aún puedo oler el olor de la masacre, 20 años después". "El olor no se olvida. Era un olor particular, difícil de describir, durante semanas". Christopher Hebbert y Carlos Herrera trabajaron durante meses en la Zona Cero del Wall Trade Center, desmontando estructuras y retirando escombros tras el atentado del 11-S en Nueva York. Y respirando un aire contaminado que les ha convertido para siempre en otras víctimas de aquellos atentados.

Nadie nos dijo nada, todo el mundo andaba con las mismas mascarillas blancas

"Nadie nos dijo nada, todo el mundo andaba con las mismas mascarillas blancas, los bomberos, los policías, los paramédicos, los trabajadores del transporte. Así que nosotros también, porque no sabíamos más", explica Chris a Sara Rancaño, corresponsal de TVE en Nueva York.

Seis años después de los atentados, Carlos fue diagnosticado con cáncer. "Dicen que mi cáncer es muy agresivo. Afortunadamente, la medicación que tomo ahora lo mantiene a raya". A Chris le diagnosticaron la misma enfermedad en 2011 y un año después le extirparon la próstata. "Tenía 41 años", explica, y recuerda la sorpresa de su doctor.

Una nube tóxica

El 11 de septiembre de 2001, las dos torres del World Trade Center de Nueva York se convirtieron en un amasijo de escombros. El impacto de dos aviones comerciales provocó la caída primero de la Torre Sur (a las 9:59 horas de la mañana, hora de Nueva York) y, media hora después, de la Torre Norte.

11-S: Colapso de la segunda de las Torres Gemelas de Nueva York

El derrumbe levantó una densa nube compuesta de escombros pulverizados y restos de la combustión de los aviones, que envolvió buena parte de la zona baja de la ciudad. El polvo contenía metales, silicatos, fibras de cristal, amianto e incluso pesticidas.

Los supervivientes y los testigos inhalaron este polvo durante horas. Los trabajadores de los servicios de emergencias (paramédicos, bomberos, policías, militares, colectivamente conocidos como responders) y los trabajadores de desescombro, durante días y semanas, algunos hasta que terminaron las labores de búsqueda y limpieza, en mayo de 2002.

"Era una torre de acero ardiendo que se derrumbó en el suelo y continuó ardiendo - explica el doctor Michael A. Crane, del Hospital Mount Sinai de Nueva York - Y en esta montaña de materiales tenías todos estos materiales rotos, y cemento, y plásticos ardiendo. Y este material se estuvo fundiéndose y ardiendo durante semanas. (...) La exposición fue muy grave".

Muchos de los materiales tóxicos presentes en la nube ni siquiera llegaron a ser identificados. "Francamente, si nombra una toxina, probablemente estaba presente en el lugar", asegura el doctor.

El 11-S, una herida que no se acaba de cerrar para los supervivientes

Enfermedades respiratorias, cáncer y estrés postraumático

Crane es jefe del programa de salud del WTC en el Mount Sinai, el primero que se abrió en Nueva York. El objetivo del programa, puesto en marcha en 2011, es garantizar el tratamiento médico y el seguimiento de los afectados a través de un Fondo de Compensación creado un año antes.

Las dolencias más comunes son las relacionadas con el aparato digestivo superior y las vías respiratorias, seguidas del cáncer, las enfermedades mentales y los problemas músculo-esqueléticos. Los afectados pueden sufrir rinosinusitis crónica, alteraciones del flujo gastrointestinal, asma, apnea del sueño, estrés postraumático, problemas respiratorios crónicos, ansiedad y depresión.

El 48% de los solicitantes padece cáncer de distintos tipos. El más habitual es el de piel, seguido del de próstata y mama, linfomas, tiroides y pulmones. Algunos de ellos no aparecen hasta 15 o 20 años después.

Quienes trabajaban en la zona desarrollaron incluso una tos característica, la llamada "tos del World Trade Center". "Era muy conocida allí porque se podía oír desde el otro lado de la calle, esta tos explosiva, con todo un grupo de hombres tosiendo porque les había entrado este polvo", recuerda Crane.

Se podía oír desde el otro lado de la calle, esta tos explosiva, con todo un grupo de hombres tosiendo porque les había entrado este polvo

Entre 2011 y el 31 de agosto de 2021, 131.561 personas se habían registrado en el fondo para solicitar algún tipo de ayuda, y el 79% la habían recibido. Más de 40.000 personas han recibido ayudas por un monto total de más de 8,95 mil millones de dólares (7,57 mil millones de euros). La mayoría tienen actualmente entre 45 y 64 años, con una media de edad de 60.

Según el informe difundido por el propio fondo con motivo del aniversario, "más gente ha muerto por enfermedades relacionadas con los atentados que en los propios atentados".

Crane señala que, según los datos que maneja el programa, unas 400.000 personas de la zona baja de Manhattan pudieron estar expuestas, por lo que con el tiempo muchos neoyorquinos pueden generar dolencias relacionadas con el 11-S sin saberlo.

"Esa es una de las cosas que estamos observando, porque tenemos que hacer un seguimiento de los niños, los estudiantes de secundaria, y también los trabajadores, para estar seguros de esa población también tiene el cuidado que necesita", asegura el doctor del Monte Sinaí.

Lucha por la financiación

En un país sin sanidad pública universal, la atención continuada a los afectados a un número tan alto de pacientes requiere una financiación importante y constante.

En 2015, el presidente Barack Obama renovó la financiación otros cinco años más, pero en 2019 su continuidad estaba en el aire.

En junio de aquel año, varios damnificados comparecieron ante el Congreso en Washington para contar su historia y pedir la ampliación de la cobertura médica. Uno de los comparecientes fue Luis Álvarez, expolicía de la ciudad de Nueva York. En 2001, su equipo fue enviado a la zona del impacto, donde trabajó durante los siguientes tres meses. 15 años después, enfermó de cáncer de hígado.

Su hermano Felipe, también expolicía, recuerda para TVE el estado en que se encontraba Luis cuando tomó la palabra en Washington. "Había perdido más de cien libras [45 kilos], parecía que era un viejito de 80 años, y era mi hermano más joven".

Pocos días después murió, pero se logró el objetivo: la administración Trump aprobó extender la cobertura médica hasta 2090, cuando supuestamente todos los posibles afectados ya habrán fallecido. La "autorización permanente" firmada por Trump lleva el nombre de Luis Álvarez junto con el de James Zadroga y Ray Pfeifer.

"Murió feliz y en paz, sabiendo que la ley la iban a pasar", relata Felipe Álvarez. "Mi hermano quería que nadie tuviera que decidir entre ponerle un plato de comida a sus hijos en la mesa o tomar una medicina".

Para Carlos Herrera y Chris Hebbert, el programa al menos les ayuda a sobrellevar las secuelas de unos atentados que para ellos están muy presente, 20 años después.

"Para mí nunca termina - explica Carlos - Vivo con ello todos los días desde que tengo este cáncer. Lo único bueno es cómo la ciudad de Nueva York se recuperó. Reconstruyeron y siguieron adelante, pero nosotros aún tenemos que vivir con esto".

Y llegó el coronavirus 

Quienes sufren afecciones relacionadas con los atentados del 11-S han tenido en estos dos últimos años un nuevo enemigo: la pandemia del coronavirus. La COVID-19 es una seria amenaza para los supervivientes y trabajadores, especialmente para aquellos con problemas respiratorios.

El programa sanitario del WTC comenzó a vigilar la incidencia en abril de 2020. Desde entonces, y hasta mayo de 2021, ha registrado 5.568 casos confirmados de COVID-19 entre los afectados, 475 hospitalizados y 70 fallecidos.

La mayor parte de los casos se dan entre los trabajadores de emergencias, que desempeñan actividades esenciales y por tanto han estado de nuevo expuestos, esta vez al virus. Entre los responders ha habido 4.904 casos confirmados, 382 hospitalizados y 44 muertos. 

Varias fuentes sin embargo coinciden en que las cifras reales pueden ser mucho mayores. Algunos abogados que representan a colectivos de víctimas aseguran que cuando se cumplió el 19º aniversario de los ataques, hace un año, habían muerto un centenar por complicaciones relacionadas con el coronavirus.