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La República Democrática del Congo pierde una madre cada 25 minutos

  • 21.000 mujeres murieron en 2014 por complicaciones en el embarazo o el parto
  • Esta cifra es mil veces mayor que la que se da en España
  • El precario sistema sanitario y los condicionantes culturales, entre las causas

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Una mujer acuna a su hijo recién nacido en el Hospital de Kalonge, en Kivu Sur.
Una mujer acuna a su hijo recién nacido en el Hospital de Kalonge, en Kivu Sur.

La República Democrática del Congo es un orfanato gigantesco de abrazos de madre y canciones de nana. Cerca de 21.000 mujeres murieron el pasado año por complicaciones durante el embarazo o el parto. Una cada 25 minutos. Mil veces más que en España.

Llegan gritando de dolor. Tras caminatas de varias horas. Extenuadas. La mayoría de las veces cuando ya es demasiado tarde. Los milagros tienen pocos nombres, por eso Carolina Jiménez los recuerda bien.

“Este niño se ha salvado de milagro. Unos minutos más tarde y no hubiera tenido a nadie para reanimarlo”, asegura la responsable médica de la misión de Médicos Sin Fronteras en Minova, a orillas del Kivu, el lago que marca la frontera entre Ruanda y la RDC.

La madre del pequeño Zawadi había llegado unos minutos antes, chillando de dolor, al modestísimo centro, oscuro y hecho de paredes de adobe. Al oír las voces Carolina y su colega el doctor Fidel Kiza salieron volando de la minúscula oficina para atender a la recién llegada. Ya sabían qué se iban a encontrar. De nuevo otra mujer con complicaciones en el parto.

“La cabeza del bebé estaba casi fuera y por poco se asfixia”, explica. La mujer ha tenido cinco hijos y al menos una cesárea. Era un parto de riesgo y ha acudido al centro muy tarde.

Zawadi, recién reanimado en el centro de salud en Minova. Fuente: Pau Miranda / MSF.

Los tres retrasos letales

El episodio se repite cada día en todos los rincones del país, pero no siempre con el mismo final feliz. A las 21.000 mujeres que engrosaron el pasado año los datos de mortalidad materna, hay que sumar a los bebés. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 100.000 recién nacidos -cerca del 5% del total del país- mueren cada año durante el parto o justo después.

La República Democrática del Congo es víctima de los que en los años 90 se identificó como ‘los tres retrasos’ en salud materna.

“El primero se refiere al retraso de la toma de decisión porque la mujer no se da cuenta de que su embarazo va mal, o sí lo hace pero no pide ayuda por motivos culturales. El segundo retraso afecta al acceso al centro de salud y en Congo esto es un reto tremendo por las dificultades geográficas, la falta de vías de comunicación y la inseguridad en algunas zonas. Y el terceo es por la falta de un atención adecuada y a tiempo en el centro de salud, ya sea por falta de recursos humanos o materiales”, explica la doctora Patricia Lledó, ginecóloga y referente de salud reproductiva en MSF.

Según el último recuento de la ONU en 2004, la RDC apenas tenía un médico cada 10,000 habitantes -por ejemplo, 33 veces menos que en España- y la mayoría ejerce en las grandes ciudades.

Caminatas de varias horas para dar a luz

El precario sistema de salud disuade a muchas mujeres de buscar un centro de salud a la hora del parto. La falta de infraestructura sanitaria se traduce en muchas horas de caminata para las futuras madres.

“A veces vienen desde Bunyakiri, que está a ocho horas de camino”, explica Jackson, miembro de equipo de sensibilización en un área remota y muy mal comunicado. Manishimue , de 20 años, sólo ha tenido que caminar cuatro horas entre los Hauts Plateaux, un paraje de montañas, frío y húmedo, que se levanta hasta los 3.000 metros de altitud.

Esta área aislada e inaccesible de los Hauts Plateaux ha sido devastada, además, por los constantes conflictos armados. Fuente: Stella Evangelidou

Jackson dice que a veces tienen centros más cercanos, pero que prefiere ir a los centros apoyados por MSF, porque “tienen más garantías y la consulta y los medicamentos son gratuitos”. Los 1.000 francos (90 céntimos de euro) que cuesta una consulta puede ser un problema en uno de los países más pobres del mundo, con una renta per cápita de apenas 358 euros anuales (la de Kenia, por ejemplo, es de 840 y la media europea de 30.367), y donde más de la mitad de la población vive por debajo del límite de la pobreza.

Las pacientes que requieren cirugía o transfusión son llevadas a Minova, un viaje arriesgado de más de dos horas en moto por un camino de montaña llenos de baches y de barro.

El conflicto enquistado desde hace más de dos décadas en el este de la RDC en un factor que agrava todas estas carencias. Múltiples milicias combaten por el control de un territorio con grandes riquezas minerales, y sus enfrentamientos armados provocan frecuentes desplazamientos de una población que queda aún más huérfana de atención básica.

Madres encadenadas a la tradición

Y si el problema de la dificultad de acceso es difícil de sortear, aún lo puede ser más el retraso que tiene que ver con las tradiciones profundamente enraizadas en las comunidades locales. “La mayoría de la población es rural y sigue anclada en el atraso que surge de la pobreza y el analafabetismo”, señala Dina Dunya, médico congolesa de MSF que ejerce en Minova.

En Congo las mujeres necesitan permiso de sus maridos para ir al médico

Creencias como que la riqueza se cuenta en hijos y que una madre que no da a luz en casa como hicieron sus ancestros es una persona débil siguen aún vigentes en el país, donde también los curanderos tradicionales, que siguen interpretando muchas enfermedades como brujería. “A menudo la atención que prestan en un parto se limita a decirle a la mujer que se acuclille junto a un árbol y empuje”, relata Benjamin, coordinador de promoción de la salud de MSF en la zona.

Las mujeres son el eslabón más débil de la sociedad. Su cuerpo es el campo de batalla del conflicto más sangriento desde la Segunda Guerra Mundial. Se calcula que medio millón han sido violadas. Y son presas, además, de los condicionantes culturales. “En Congo las mujeres no tienen poder de decisión sobre su salud, necesitan permiso de sus maridos hasta para ir al médico”, denuncia Dunya.

Bárbara, de 25 años y originaria de los Hauts Plateaux, asistió en Minova a las consultas prenatales del que iba a ser su quinto parto. En el centro de salud le aconsejaron que se quedara en una residencia habilitada para mujeres con embarazos de riesgo, pero días antes de salir de cuentas se fue a casa “porque estaba cerca, a solo una hora de marcha, y tenía que cuidar de mis hijos”.

Cuando sintió contracciones los vecinos la acompañaron de vuelta al hospital, pero la situación ya era extremadamente grave. “Su útero se había rasgado, probablemente por una cicatriz de una cesárea previa, y el niño estaba parcialmente fuera. Era una situación de enorme riesgo para ambos”, recuerda Carolina Jiménez. Los equipos del hospital de Minova lograron extraer al bebé, pero la madre casi se desangra. Hicieron falta tres cirugías y múltiples transfusiones para controlar la hemorragia.

Hoy Bárbara se recupera lentamente en el hospital de Goma, la mayor ciudad de la zona. Aún se queja de dolores en el abdomen y el incidente le ha dejado secuelas. Apenas puede tener a la pequeña Rehma en brazos, pero ya quiere irse a casa a cuidar de su familia.

A pesar de las enormes dificultades, los esfuerzos de las autoridades y de los trabajadores humanitarios están consiguiendo que en la RDC cada vez más mujeres se conciencien de la importancia de ser asistidas antes, durante y después del parto. Para no tener que esperar a que sigan ocurriendo milagros en el peor lugar del mundo para ser madre.

*Reportaje en colaboración con Pau Miranda, de Médicos Sin Fronteras.