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El Teatro Real ofrece el estreno mundial de la primera ópera sobre Walt Disney

  • 'El americano perfecto' , basada en la novela homónima de P.S Jungk
  • Ha sido un encargo del Teatro Real y la English National Opera
  • El libreto de Rudy Wurlitzer condensa las ideas y escenas principales del libro
  • El movimiento escénico y las proyecciones se funden como una sola pieza con la música
  • Radio Clásica les ofrece esta ópera en diferido el sábado 16 de febrero a las 20.00 horas

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Escena cuarta del acto Primero de 'The perfect american', vídeo cedido por el Teatro Real

Dentro del programa El fantasma de la ópera, de Radio Clásica, la emisora especializada les ofrece en diferido el sábado 16 de febrero la representación de The Perfect American que tuvo lugar el pasado día 1 de febrero. Se trata del estreno radiofónico de la obra de Philip Glass que ha acogido el Teatro Real.

Bajo la batuta de Dennis Russell Davies se guían las voces de Christopher Purves (Walt Disney), David Pittsinger, Donald Kaasch, Janis Kelly y Marie McLaughlin, entre otras, arropadas por la Orquesta y Coro titulares del coliseo madrileño.

El universo Disney, en los ojos de Philip Glass

Walt Disney tumbado sobre una cama (de hospital). Una proyección nos muestra un garabato casi infantil (como el boceto que precedió a muchos de los animalitos animados de Disney) de un águila, símbolo nacional estadounidense, símbolo desde la Antigüedad de la realeza y divinidad que el relato atribuirá a Disney. Después, el águlila se va desdibujando y convirtiéndose en una ardilla, en un conejito...

Pronto, Disney -el barítono inglés Christopher Purves, irreconocible con bigote y sombrero de cowboy- invoca a Marceline; la pequeña ciudad de Missouri donde pasó su infancia, "donde los días eran mágicos y los sueños se hacían realidad..."

Tan sólo unos minutos después, el coro irá enumerando -como si fuera en un tren imaginario- las paradas de la línea ferroviaria-biográfica de Disney que comienza en Marceline -Missouri donde Walt y su hermano ponían jerseys y pantalones a los cerditos- y terminaría en Los Angeles.

Y ahí en los primeros minutos del Primer Acto de The perfect american están ya más que apuntados algunas de las ideas centrales de la novela de Peter Stephan Jungk del mismo nombre, (la primera edición en alemán se tituló El rey de América) en el que está basada esta ópera, encargo del Teatro Real y de la English National Opera de Londres, cuyo estreno absoluto tuvo lugar en Madrid, en el Teatro Real, el martes 22 de enero.

El libreto de Rudy Wurlitzer ha condensado en tan solo 1 hora y 45 minutos todos los temas y escenas principales de la novela de Jungk. Resumidas en 13 escenas, que sin orden cronológico, como "flashes", iluminan aspectos esenciales del personaje dibujado en la obra de Jungk

Los personajes que rodearon a Disney

Prácticamente todo lo que hay en el libro está en esta ópera bastante breve, pero como debe ser, presentado de otra manera.

Cambiando algo el lugar y las circunstancias en las que aparecen en la novela, van desfilando en la ópera todos los personajes que rodean o asaltan la figura de Disney en los últimos meses de su vida. Su esposa, sus dos hijas, su hermano Roy, Hazel (su enfermera-amante), Dantine (el antiguo dibujante despedido que hoy le persigue pidiendo justicia), e incluso la extraña niña que apareció disfrazada de lechuza, una noche pidiendo "truco o trato" y que no conoce ni a Mickey Mouse ni al pato Donald.

O el alocado Andy Warhol - a quien nadie conoce en la compañía Disney- que se presenta ante Roy para pedirle una entrevista con Disney. Le comunica su intención de hacer un retrato del magnate porque considera que son iguales: ambos han retratado la belleza de América y ninguna de sus fealdades.

Tampoco ha olvidado el libretista el personaje de Abraham Lincoln, encarnado por el actor y cantante estadounidense Zachary James. Disney mantiene un jugoso y accidentado diálogo con el autómata averiado del presidente que pone de relieve su ideologia ultraconservadora.

Pero la visión que del personaje que da la ópera no tiene un solo color; hay otras caras más amables del animador que son reveladas por ejemplo en sus diálogos con Hazel, su particular "Blancanieves", o con Josh, su joven compañero de habitación en el hospital.

Capítulo a parte merece esa escena de la conversación con Josh (Rosie Lomas que también encarna a la niña Lucy). El niño, para quien Disney es su héroe, le pregunta con la sencillez con la que sólo puede hablar un niño, cómo hizo todos los dibujos de Blancanieves. Disney le confiesa que nunca hizo un dibujo, que el era como la abeja que llevaba el polen de una mesa de dibujo a otra. El niño concluye: "entonces eres como Dios".

El alma de America

En cuanto a las ideas que sobre el personaje nos transmite la novela están sin duda dibujados o representados de alguna manera todos en la obra escénica.

Una de los principales y más repetidas es la ya apuntada: "sin Marceline ni la vida ni la obra de Disney habrían sido lo mismo". Como comenta con su hermano Roy, Marceline no sólo representaría el prototipo de pequeña ciudad estadounidense, sin delincuencia, sin "hippies ni drogadictos" sino mucho más.

"El alma de America", como dice el libreto; la idea naif de cómo debería ser el mundo para Disney: un lugar donde no hubiera sangre, donde no existiera la palabra muerte y donde, como en sus películas -y lo recuerda oportunamente el coro en el segundo acto- "el cielo es más azul que en ningún otro lugar".

Y es que una ópera sobre éste u otro personaje no es, como recuerda Glass, un documental, sino que está más cerca de la poesía. Y una de las fuentes principales de ésta es el mundo de los sueños.

La ópera entra en el mundo de los sueños

Ese mundo onírico está muy presente en esta ópera. El movimiento escénico (Walt y Roy saludan a cámara lenta a los vecinos de Marceline adónde han ido a inaugurar una piscina, el autómata se mueve exactamente como un reloj), la transición entre escenas y el proyector antiguo que va proyectando bocetos de la realidad, de la propia escena sobre una cortina móvil ) sugieren que estamos siempre más cerca del mundo de los sueños, las emociones y las ideas de Disney, que de cualquier otra aproximación.

Lo mismo podemos decir de la música. Como ya anunció Glass en un reciente encuentro con la prensa, su partitura no citaría las bandas sonoras de las películas de Disney, las citas serían a la propia obra de Glass. Música por tanto hipnótica, con los habituales esquemas rítmicos repetivivos, que solo se parece a si misma. Y que sólo por momentos -en algunos números corales como aquel apuntado de el cielo más azul- a pesar de lo dicho por el autor podría remitirnos de algún modo al universo musical del cine de Disney.

Con presencia constante de la cuerda, apariciones cíclicas de los instrumentos de viento y percusión. Una música que se nos antoja perfecta -cómo debió pensar Mortier cuando puso en contacto a Jungk y Class- para llevar por primera vez a la ópera al personaje de Walt Disney.