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El dinero público empieza a aliviar la desconfianza

  • El euribor experimenta la mayor caída desde enero
  • Las bolsas reaccionan con fuertes subidas
  • El dinero público empieza a desatascar el mercado interbancario
  • Todavía no se puede dar por zanjada la crisis financiera

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Las bolsas europeas celebran la alianza del Eurogrupo contra la crisis

Las medidas adoptadas por los gobiernos de todo el mundo parece que empiezan a aliviar el problema de fondo en esta crisis: la profunda desconfianza que había paralizado el mercado interbancario. 

El indicador que marca la pauta en el mercado europeo, el euribor, ha experimentado el mayor descenso desde enero, aunque el recorte es de sólo seis puntos básicos. El tipo de interés real se pone en el 5,425%, todavía muy lejos del precio oficial del dinero, que está en el 3,75%. El Libor, el indicador que mira el resto del mundo, también ha retrocedido en la misma medida. No es mucho, pero en las actuales circunstancias, la tendencia a la baja es todo un balón de oxígeno para los inversores. De hecho, las Bolsas han reaccionado con entusiasmo y se ha cortado la hemorragia de las últimas dos semanas. 

No es para menos. La crisis, que es global, empieza a ser tratada con soluciones globales y coordinadas. La llave maestra para deshacer el nudo de la desconfianza es inyectar efectivo en las entidades financieras. Gran Bretaña y Alemania optan por meterlo comprando acciones. España prefiere adquirir activos de calidad a los bancos. Estados Unidos, además de comprar los activos tóxico,  tiene las dos alternativas europeas sobre la mesa. El Eurogrupo -los 15 países del euro- y el Reino Unido avalan además la emisión de deuda de bancos y cajas durante cinco años.

Al margen de las bondades técnicas de cada método, todavía en discusión entre los economistas, lo importante es el respaldo público al sistema financiero con efectivo fresco. Más de un billón de euros en nuestro continente. A medida que ese dinero fluya y recapitalice las entidades financieras, es de esperar que el mercado interbancario vaya recuperando poco a poco la normalidad. Cuando lo haga, volverá a transmitir el mecanismo monetario y las bajadas de tipos que acuerden los bancos centrales llegarán a su destinatario: consumidores y empresas. En definitiva, volverá a haber crédito y la economía saldrá de la parálisis por falta de alimento.

La guinda al paquete de actuaciones gubernamentales es la decisión del Banco Central Europeo, el Banco de Inglaterra y el Banco Central de Suiza de inyectar dólares sin límites y a tipo fijo. Sin límites, porque a diferencia de las subastas anteriores, esta vez no hay techo en el dinero que pueden pedir los bancos a la autoridad monetaria. Una medida coordinada con la Reserva Federal de Estados Unidos, que inundará de liquidez el sistema financiero y que respalda firmemente los compromisos del G-7 este fin de semana. 

Las expectativas mejoran pero el futuro no está despejado

En el mejor de los casos, se habrá atajado la crisis financiera más grave desde la Gran Depresión y ahora toca recomponer los platos rotos. Parte del daño ya está hecho: la sequía de crédito que hemos sufrido tiene su factura en términos de paro y crecimiento económico. Y su onda de choque llegará antes o después, como ya sentimos la turbulencia que se originó con el colapso del sector inmobiliario.

Pero el futuro no está todavía tan despejado. Una de las constantes en esta crisis es que tan pronto se tapaba una vía de agua, aparecían otras nuevas. Las medidas adoptadas son al fin y al cabo excepcionales, experimentos ante una situación nueva, y desconocemos todos los efectos secundarios que puedan causar.

 

El tsunami es de tal envergadura que puede haber minado los cimientos de entidades sanas. Además, las medidas en Europa son coordinadas pero no federales. No existe un fondo paneuropeo para la ocasión. Y no está claro que ninguna nación sea capaz de rescatar en solitario a sus principales entidades financieras si se hunden. La maldición del demasiado grande para caer, demasiado grande para salvar.

Y desde luego, están los imponderables. De momento, la campaña electoral en Estados Unidos complica inevitablemente la acción política. En cualquier caso, las expectativas son mejores que la semana pasada y aunque sea pronto para dar por zanjada la crisis financiera, el escenario catastrófico se aleja. Al fin y al cabo, es el más improbable.