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Champions | Liverpool-Real Madrid

El Real Madrid hace que el Liverpool camine solo en Anfield

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Suele suceder en una eliminatoria de ida y vuelta en el fútbol —más aún si se habla de la Champions League— que cuando se cosecha un resultado favorable en la ida se celebra como casi cerrada la clasificación, pero a medida que llega el día de afrontar el segundo partido el resultado no parece tan holgado. Y entran las dudas sobre el favoritismo.

Esta sensación es natural e innata en el aficionado, y esta norma tiene, lógicamente, sus excepciones como, por ejemplo, ser hincha del Real Madrid de Zidane.

El equipo blanco llegaba a todo un templo del fútbol como es Anfield para medirse al Liverpool y defender el 3-1 cosechado en el Alfredo Di Stéfano. A ese estadio cuyo lema es You'll never walk alone (Nunca caminarás solo) se presentó con el uniforme de trabajo Champions puesto y con oficio para dar y regalar.

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En una exhibición de experiencia en este tipo de duelos superó un abanico de dificultades que a cualquier otro equipo le habrían superado y descosido.

La primera de ellas, las bajas. Nada más y nada menos que nombres como Sergio Ramos, Varane, Carvajal, Lucas Vázquez y Hazard. Nadie les echó de menos —si acaso a Lucas Vázquez en el primer cuarto de hora—.

La segunda, los factores ajenos a lo deportivo. Desde la superstición de viajar un martes y trece para alojarse en el hotel Titanic a llegar al estadio y que apedreen el autobús que transporta a los jugadores.

Hinchas del Liverpool lanzan piedras al autobús que transporta a los jugadores del Real Madrid a Anfield.

Hinchas del Liverpool lanzan piedras al autobús que transporta a los jugadores del Real Madrid a Anfield. REUTERS

La tercera, el contener el arreón inicial de los locales. Un equipo como el Liverpool busca arrollar a su rival a base de imprimir un ritmo muy alto y atacar por todos los frentes. Tanto en la primera parte como en la segunda, el Liverpool atropelló al Real Madrid en los primeros diez minutos. Courtois hizo sus dos paradas fundamentales, pero además se necesitan muchas tablas en estas batallas para digerir estos envites y dormir el partido mediante la posesión.

La cuarta, el no caer en la desesperación ante las provocaciones. En un partido nada bronco, las tres entradas más duras se produjeron en los primeros veinte minutos. Las dos primeras las hizo el Liverpool, que se lo digan a Benzema y a su tobillo izquierdo. Casemiro se rebeló y sacó del campo a Milner aunque supo contenerse y no ir más allá, como el resto de sus compañeros.

La quinta, el mantener la portería a cero. La eliminatoria se pensaba que iba a pasar por marcar en Anfield, sin embargo era aún más crucial mantener la portería a cero. No hacían gol los blancos a domicilio desde el mes de enero, en aquel partido de frío y nieve de Pamplona. Más habitual es verle dejar su puerta intacta. Mucha culpa es de los dos centrales: Nacho y Militao salen internacionales de este doble duelo.

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La sexta, el minar la moral del rival. No solo hay que defender bien, también es necesario asustar al rival para que no pueda irse con todo a la portería contrario. Lo hicieron los merengues con el disparo al palo de Benzema en la primera parte o con el mano a mano de Vinicius en la segnda. Cuando enseñas los dientes, el oponente no muerde tanto.

La séptima, el mantenerse en pie a pesar del desgaste. Cuando el equipo tiene que defender y pisar el área rival es una obligación recorrer muchos metros en el campo. Esto acaba exprimiendo las piernas d elos futbolistas y de ahí que haya que mover el banquillo de manera magistral para acabar más fresco que un Liverpool que necesitaba marcar por lo civil o por lo criminal. El mérito para Zidane.

La octava y última, hacer que el Liverpool camine solo en Anfield. Independientemente de lo condicionada que haya estado la eliminatoria por jugarse sin público, el Real Madrid se ha clasificado porque ha sido superior al Liverppol. No hay más vuelta de hoja.