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Ciclismo

Temporada 2020: Un año notable para el ciclismo masculino

  • Concluye la temporada más atípica que se recuerda, con las tres grandes solapadas en 70 días por la Covid-19
  • La nueva hegemonía del Jumbo, los nombres a seguir en el futuro y el debate sobre los recorridos que se avecina

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Imagen de un aficionado esloveno al paso de los corredores del Tour de Francia 2020.
Imagen de un aficionado esloveno al paso de los corredores del Tour de Francia 2020.

Se acabó la Vuelta a España y con ella la temporada ciclista de este 2020. Lo que suele ser el día más triste del aficionado ciclista este año es diferente.

Bien entrado el mes de noviembre, la sobredosis de carreras disputadas desde la Vuelta a Burgos, el 28 de julio, hasta el final de la Vuelta a España nos da aliento suficiente como para aguantar hasta la nueva temporada. De hecho, la temporada 2021 comienza con la Vuelta al Ecuador que se disputará desde el 23 al 28 de noviembre –de 2020- pero que pertenece al UCI América Tour 2021; por cierto, la organización ha anunciado a Richard Carapaz como artista invitado. No sabemos muy bien en calidad de qué, pero calidad aportará.

En estos casi cuatro meses de carreras ininterrumpidas, y solapadas, el ciclismo se ha mostrado como un deporte seguro. Las burbujas de seguridad desarrolladas por ASO en el Tour de Francia y la Vuelta a España, sobre todo, aunque también RCS durante el Giro, se convierten en un reflejo de cómo organizar eventos deportivos en tiempos de coronavirus.

Es un premio a la valentía. Cuando todo se venía abajo, el Tour se resistió a ceder. Hay quien dice en el mundillo que no es más que una carrera de verano. Un verano de cielo negro para el Sky, ahora llamado INEOS Grenadiers.

Jumbo Visma es el nuevo capo

Por primera vez desde el 2011, casi una década, el equipo que dirige David Brailsfold no tiene nada que decir en el Tour. En este 2020 han perdido la hegemonía en el pelotón en favor del Jumbo-Visma. El conjunto holandés, de Roglic y Wout van Aert, pero también de Dumoulin, Sepp Kuss o Tony Martin han martirizado el devenir del Tour.

El estilo de dominio del Jumbo-Visma es diferente al del Sky/INEOS. Es, por así decirlo, mucho más aburrido; quizás porque su rematador, el esloveno Primoz Roglic, es más parecido a Bradley Wiggins que a Christopher Froome, un heptacampeón de grandes vueltas reconvertido en gregario tras una grave lesión.

La fórmula de los holandeses consiste en agonizar las tres cuartas partes de cada etapa para encender la mecha al final, ahogando a los rivales, y sprintar a un kilómetro de meta. Van Aert en Orcières-Merlette, durante el Tour, tirando en subida a 30 km/h del pelotón para arrancar y ganar o Roglic atacando en Moncalvillo en esta Vuelta, son epítomes de un estilo de ciclismo tan eficiente como peligroso. Como diría Enric Mas, en este contexto, "atacar es inmolarse".

Lo presenciamos durante la Vuelta 2019, y también este 2020. Podemos pensar que el mantra de Roglic es el exponente máximo de la relación esfuerzo/beneficio, para los iniciados pancartazo y bonificación, o que el Jumbo-Visma ha sabido generar ese "contexto" ganador acorde a las cualidades de su líder.

Que Roglic madrugara para reconocer el repecho de Suances y ganar, posteriormente, la etapa y la bonificación es un alarde de profesionalidad pocas veces visto. Trece de los veinticuatro segundos finales entre él y Carapaz los consiguió en esa maniobra. En cualquier caso, la mente y la inteligencia emocional ejercen un papel fundamental en este deporte. Roglic perdió el Tour por los nervios que le provocaba llegar a París de amarillo. Cumplir un sueño es más complicado que arrebatárselo a otro.

Los nombres que vienen

Tadej Pogacâr, esloveno de 21 años, se lo birló en la crono final, el día de ciclismo más emocionante del año junto al Tour del Flandes. En ambos, el triunfo se lo jugaba un corredor del Jumbo contra otro. En ambos, el ‘imperio’ perdió. Hay esperanza: una hornada de jóvenes talentos han venido para quedarse. Pogacâr, ganó el Tour de Francia y Mathieu Van der Poel, un verso suelto en el mundo del ciclismo ganó a Van Aert el Tour de Flandes al sprint.

Victoria milimétrica de Van Der Poel en el Tour de Flandes

El más bonito del año y símbolo de los nuevos tiempos: dos acérrimos rivales provenientes del ciclocrós mutan a la modalidad de carretera exhibiendo un rendimiento espectacular. Una pena el choque de Julian Alaphilippe con una moto de carrera que nos dejó a un arcoíris volando por los aires. Sí, el liviano Alaphilippe, que ganó el Mundial tras un valiente y precioso ataque en el improvisado circuito de Imola, estaba luchando contra los mejores pedrusqueros del mundo.

El ciclismo cambia al ritmo de los corredores, cada vez más jóvenes y precoces, como Marc Hirschi (la revelación del Tour que se llevó la Flecha Valona) o un exjugador del Anderlecht.

Remco Evenepoel, para muchos el Caníbal del siglo XXI, era futbolista hasta bien entrada la adolescencia. A sus 20 años, Evenepoel atesora un palmarés de victorias por aplastamiento de los rivales inusitado, si bien es cierto que ha sido en vueltas menores. Este año, camino del Giro de Italia, ha ganado el Tour de Polonia (categoría World Tour), La Vuelta a Burgos (aún no WT), la Vuelta al Algarve y la Vuelta a San Juan (Argentina). No ha ganado más porque se despeñó durante la disputa del Giro de Lombardia. Bajando el Muro di Sormano sufrió una grave caída que le fracturó la pelvis. Perseguía a un tal Vincenzo Nibali, ganador de cuatro grandes, que en el ocaso de su carrera ataca en descenso lo que no puede hacer cuesta arriba. Ese Monumento lo acabó ganando Jakob Fuglsang, danés de 35 años y ejemplo de cómo reconvertir una carrera profesional ajeno a las grandes vueltas de tres semanas.

A los pocos días de aquel susto, Remco Evenepoel reaparecía, en cama, a través de las redes sociales mandando ánimos a sus seguidores en un video desde la cuenta oficial el hospital del equipo Deceuninck-Quick Step, "La Manada de Lobos".

Criaturita. Recordemos, casi se mata y a los pocos días su imagen está siendo utilizada por sus jefes. Un ejemplo más de la explotación laboral. Qué duro suena ese "I’ll come back stronger than ever before" (volveré más fuerte que nunca) tan clásico del discurso de autoayuda neoliberal, pero que en realidad es un canto a la autoexplotación. Casi peor que retransmitir su recuperación vía Twitter. Una semana después, el propio Remco pedía por favor que le dejasen de comparar con Eddie Merckx.

Excesos de un mundo donde el homus economicus predomina: tú eres empresa y/o trabajador 24h 365 días al año. Dejas de ser una persona. Por eso mucha gente abandona. Chicos con mucho talento que no están dispuestos entrar, tan pronto, en esta rueda salvaje de exigencia desproporcionada. Hace unos meses conocíamos que Martín Bouzas, doble campeón de España sub23 contrarreloj y corredor del Kern-Pharma, heredero del Lizarte (cantera del Movistar), dejaba el ciclismo.

Bouzas ha sabido parar a tiempo, no como Adrien Costa. La joven promesa estadounidense del Axeon-Hagens Berman, equipo que dirige el hijo de Eddie Merckx, se retiró con 20 años. Dejó el ciclismo a final de 2017 fruto de estrés sufrido durante su adolescencia por el sometimiento que requiere este deporte y la muerte de un compañero tras una caída en plena competición. Roto y en shock, abandonó el ciclismo con la esperanza de volver algún día. Posteriormente sufrió un accidente escalando por el que le amputaron una pierna. Recientemente lo hemos visto en las redes montado en bici, con una prótesis, «para disfrutar».

Cuna de una nueva generación de ciclistas, el equipo continental americano Axeon-Hagens Berman ha fabricado corredores como Ruben Guerreiro, Eddie Dunbar, Neilson Powless, Will Barta, Joâo Almeida, Ivo y Rui Oliveira, Jasper Philipsen o Tao Geoghegan Hart. Ciclistas, ya no promesas, cuyos nombres aparecen por méritos propios en las crónicas de este deporte. Un ejemplo es Tao Geoghegan Hart.

Tao, o «teio», ha ganado, ni más ni menos, que el Giro de Italia 2020 y ha salvado la temporada del todopoderoso equipo INEOS Grenadiers. Llegó como gregario de Geraint Thomas, vencedor del Tour 2018 a su vez ensombrecido por la eclosión del pasado ganador del Tour, Egan Bernal. Tao ha aprovechado la retirada de Thomas para 'disfrutar' de la encomiable labor de Rohan Dennis y, así, imponerse a un talentoso chavalín llegando de Australia llamado Jai Hindley (factoría de un sorprendente Sunweb).

Nadie podía prever, en Palermo, que el Giro en el que estaban Nibali, Thomas y Fuglsang pudiera disputarse entre Tao, Hindley, Kelderman y Joâo Almeida (el gregario que tenía el Deceuninck para ayudar a Remco Evenepoel a ganar la Corsa Rosa). En este Giro una generación de ciclistas ha sido derrotada, ha nacido una estrella llamada Filipo Ganna –ganador de las 3 cronos y una etapa en línea con montaña— y quizás también se haya salvado el futuro de las Grandes Vueltas.

El Stelvio, el gigante de 2757 metros sobre el nivel del mar y sede del clímax de la temporada ciclista, ha hablado reforzando la posición de los aficionados sobre cómo ha de ser el ciclismo. Lo ha hecho en contra de la postura mantenida, a menudo, por los organizadores y equipos.

Apenas quedan etapas de 200 kilómetros

El fondo físico es una cualidad constitutiva de este deporte desde hace más de un siglo. Ya no hay etapas de 300 o 400km algo, francamente, insoportable para el cuerpo. Tampoco se está pidiendo eso. Fausto Coppi ganó un Tour invirtiendo 151 horas de esfuerzo en 1952, Bahamontes 123, Ocaña 122, Induráin 101, Contador 91 en 2007. A partir de 1987, el casi-Tour de Perico que ganó Stephen Roche y que duró 115 horas; la dureza de las grandes rondas por etapas se ha visto severamente mermada. El Tour de Pogacâr ronda las 87 horas sobre la bicicleta… Bicicleta, por cierto, mucho más ligera y sobre la que se puede rodar mucho más deprisa.

El problema hoy en día reside en que apenas hay etapas de 200km, no ya de más de 200km, sino de 200km y con montaña. Jornadas de más de 5000 metros de desnivel acumulado y más de 6 horas son rara avis en el ciclismo moderno. El aquelarre de jeringuillas durante la época dorada de la EPO, ha hecho creer que los ciclistas, entes individuales ahora sí cuando se habla de cosas malas, son tan pérfidos que se dopan ajenos al conocimiento del equipo que les paga porque es una disciplina muy dura. Como si en otros deportes no se doparan en carreras de segundos o un puñado de minutos.

El Stelvio o el Galibier se suben con o sin EPO, no hace falta hacerlo a 20km/h, si a 19 o 18 km/h también da sensación de velocidad. El ciclismo de grandes vueltas tiene que volver a ganarse no por ser el más rápido sino por ser el que más aguante. De esto ha tomado nota el Tour.

Para 2021, la Grande Boucle, ha presentado un recorrido clásico, con dos contrarrelojes individuales llanas, algo que no se veía desde 2012, y etapas cercanas a los 200km con buenos puertos. Como ejemplos las del Mont Ventoux y el col du Portet.

Se acabaron los experimentos de etapas de 60 o 100 kilómetros, distancias de carreras máster desdeñadas incluso por cicloturistas entrenados. Además en este 2021 se volverá a subir Luz Ardiden, la montaña mágica de los españoles, diez años después. Por su parte, esperemos que la Vuelta a España, que poco a poco va escuchando las quejas de los aficionados, diseñe un recorrido interesante para el público y los ciclistas, todo tipo de ciclistas: los sprinters (que también dan espectáculo y emoción), clasicómanos, escaladores, contrarrelojistas y vueltómanos.

Si los equipos se adaptan a lo que plantean los organizadores, éstos también han de saber anticiparse a lo que ellos dispondrán. Su labor será sacar a los profesionales de su zona de confort, que duden sobre cómo enfocar la preparación física, aliñar los recorridos, buscar que la mente pese más que los wattios.

La novedad no tiene por qué verse reñida con los valores cardinales de este deporte. Lo que sí están obligados todos los organizadores, UCI y CPA (asociación profesional de ciclistas incluida) es velar por la seguridad del ciclismo. Lo han conseguido contra el coronavirus, ahora sólo hace falta que lo hagan contra los socavones, rotondas, pivotes, señales, balizas, coches de particulares que embisten ciclistas…y la lluvia.

Han de revisarse los protocolos para suspender carreras si se pone en riesgo la salud de los ciclistas. El límite no sabemos dónde está; lo que sí sabemos es que en Asti a 10º y 123 metros de altitud sobre el nivel del mar no hace frío. Hará fresco, pero no frío suficiente como para boicotear la etapa más larga –257km y más llana— de las planteadas por las tres grandes vueltas.