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Viaje a la estación de Dorasan: el símbolo del estancamiento de la paz entre Corea del Norte y Corea del Sur

  • La estación pretende conectar la península de Corea con China, Rusia y diversos países europeos, entre ellos, España
  • Su uso intermitente refleja los altibajos en las relaciones entre Seúl y Pyongyang

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La estación de Dorasan está situada a 650 km de la frontera entre Corea del Norte y Corea del Sur
La estación de Dorasan está situada a 650 km de la frontera entre Corea del Norte y Corea del Sur.

La estación de trenes surcoreana de Dorasan es el lugar donde imaginar cómo sería una Corea unificada. Situada a tan solo 650 m de la frontera entre Corea del Norte y Corea del Sur, en ella, se puede comprar un billete simbólico con destino Pyongyang, pasear por una sala de espera con los carteles de los líderes de ambos países o consultar el tan ansiado trayecto del tren con paradas además de en la capital norcoreana, en Seúl, China, Rusia, Alemania, Francia y, también, España.

“Unirnos con el resto de Asia y Europa a través del ferrocarril facilitaría mucho el intercambio económico. Ahora mismo se hace a través de barco y avión, lo que para algunas empresas resulta muy caro”, explica una guía turística a un grupo de visitantes que admira con curiosidad un gran mapa del trazado de a ruta instalado en una de las paredes de la estación.

Este proyecto sería el más grande que realizarían ambos países si sus relaciones mejoraran, una posibilidad que ha vuelto a reabrirse en las últimas semanas tras la visita del presidente estadounidense Donald Trump a la frontera entre Corea del Norte y Corea del Sur, pero que se antoja complicado debido a los últimos ensayos armamentísticos de Kim Jong-un.

El conflicto de la península de Corea es uno de los últimos activos de la Guerra Fría, pues, a pesar de que se aceptó un armisticio que puso fin a las hostilidades en la región hace este sábado 66 años, Corea del Norte y Corea del Sur no han firmado un tratado de paz definitivo.

Esto no solo ha dificultado el intercambio económico en los últimos años, sino también la movilidad de sus ciudadanos hacia el país vecino, muchos de ellos aún con familiares y amigos al otro lado de la frontera.

“Los coreanos son víctimas de las potencias de la Guerra Fría, del establecimiento de los regímenes totalmente opuestos y de una división arbitraria del territorio a través del paralelo 38”, explica el director de Política y Sociedad de Casa Asia, Rafael Bueno, en relación a la frontera que se estableció para fijar el territorio de cada nación después de una cruenta guerra civil que duró tres años.

El símbolo de un tratado de paz que nunca llega

La historia de la estación de Dorasan refleja casi a la perfección los altibajos en las relaciones entre Corea del Norte y Corea del Sur en los últimos años. Fue inaugurada en 2002, durante la política del expresidente Kim Dae-Jung, como un intento surcoreano de acercar posturas con el país vecino. Sin embargo, no fue hasta 2007, bajo el liderazgo de Roh Moo-hyun, cuando empezaron a circular trenes hacia el complejo industrial de Kaesong en Corea del Norte, un lugar donde empresas surcoreanas empleaban a los norcoreanos en la fabricación de manufacturas y otros componentes.

“Fue un intento de fomentar el desarrollo de Corea del Norte siguiendo el modelo de reapertura económica que impulsó Deng Xiaoping en China. A la vez que esto, las empresas surcoreanas podían beneficiarse de la mano de obra barata que ofrecía Corea del Norte”, considera Rafael Bueno.

Sin embargo, un año después, el tráfico fue suspendido por nuevas controversias entre los países motivadas por las pruebas nucleares del Norte. Esto condujo a que el expresidente Lee Myung-bak, proclive a una política más dura con Corea del Norte que sus antecesores, cerrara Kaesong en 2009 y, por tanto, las conexiones entre ambos países.

Esta línea fue seguida por su sucesora la expresidenta Geun-hye Park, que unida a las pruebas nucleares de Corea del norte, elevó la tensión entre ambos países y produjo la apertura y cierre intermitente del complejo y la estación en 2013 y 2016.

“Corea del Norte no va a renunciar a su programa nuclear tan fácilmente. Lleva desarrollándolo desde los años cincuenta y, probablemente, considera que es una de sus únicas garantías de supervivencia”, explica a este respecto Rafael Bueno.

Actualmente, las relaciones entre Corea del Sur y del Norte viven una nueva etapa con el presidente surcoreano Moon Jae-in, seguidor de la política de acercamiento de Kim Dae-jung. Bajo su mandato, los empresarios surcoreanos han vuelto a visitar Kaesong, se ha conseguido la icónica imagen del presidente norcoreano y el surcoreano cruzando de la mano la frontera y un acuerdo para empezar hablar de "paz real", aunque este no ha llegado a materializarse.

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Además, se han llevado a cabo tres reuniones entre Corea del Norte y Estados Unidos, la última de ellas en la frontera, donde Trump se convirtió en el primer presidente de Estados Unidos en pisar territorio de Corea del Norte. “El deshielo de las relaciones entre Estados Unidos y Corea del Norte podrían llevar a un futuro reconocimiento diplomático entre ambos países. Esto podría suponer finalmente el cierre de ese capítulo y que se abra otro en el que sean los propios coreanos los que, entre ellos, arreglen sus diferencias y, si lo desean, se reunifiquen”, apunta Bueno.

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El 57,8 % de los surcoreanos apoyan la unificación

Preguntar a los surcoreanos por el sentimiento hacia el país vecino es entrar en un terreno arenoso y que divide posiciones. Según una encuesta realizada por el Instituto coreano para la unificación de Seúl, el 57,8% de la población en Corea del Sur considera que la unificación es necesaria, un 22% menos que hace cuatro años. Este dato baja también en los jóvenes de entre 20 y 30 años, ya que solo un 28,8% considera actualmente que debería llevarse a cabo.

Este es el caso de Yujin, una joven surcoreana estudiante de economía y ciencias políticas, que defiende que “la reunificación sería el gran avance económico”. Según explica, no considera la unificación una cuestión de “nacionalismo” sino de “realismo”, ya que “juntos” tendrían un “futuro más próspero”. Respecto a ello, Rafael Bueno advierte de que es precisamente este uno de los aspectos que ha hecho complicada la firma de la paz y la reunificación de Corea, ya que a Estados Unidos podría no interesarle “perder un aliado en Asia” o China podría rechazar un nuevo “fuerte actor” con el que competir económicamente.

Por su parte, Sujin, una joven diseñadora surcoreana, confiesa a RTVE.es que ha cambiado de opinión sobre la unificación en diversas ocasiones, especialmente durante el mandato de Kim Jong-il, padre del actual líder norcoreano Kim Jong-un, del que consideraba que “solo quería el dinero de Corea de Sur”.

Ahora apuesta por la paz, especialmente desde que conoció a una chica norcoreana en un viaje a Camboya: “Se dirigió a mí en coreano antiguo y, aunque al principio sentí miedo, después me di cuenta que éramos la misma gente. En ese momento, realmente quisimos la paz entre ambos países y poder vernos de nuevo”, explica Sujin que afirma haber visitado la estación de Dorasan y lo define como un “símbolo de la unificación” y “un punto de encuentro ideal” entre ambas naciones.

A pesar de esto, las nuevas amenazas de Corea del Norte y las tensiones con el Sur, apuntan a que tanto Sujin como la joven norcoreana todavía tendrán que esperar algún tiempo hasta que vean como se rompe, nuevamente, el silencio de los raíles de Dorasan y los billetes llegan a ser válidos. Habrá que aguardar para ver si ambas naciones, al igual que ocurrió con otros conflictos de la Guerra Fría como la división entre Alemania Occidental y Oriental, deciden continuar su viaje juntos o, por el contrario, optan por tomar vías diferentes.