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Mosul, territorio comanche

  • Hay zonas en la ciudad vieja en las que no queda una sola casa en pie
  • Las calles están sembradas de cadáveres bajo los escombros
  • La ciudad ha sido liberada, pero los combates contra el Dáesh continúan

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Un miembro de las fuerzas iraquíes en una calle de Mosul
Un miembro de las fuerzas iraquíes en una calle de Mosul

Hay zonas en la ciudad vieja en las que no queda una sola casa en pie. Y debajo de los escombros hay cadáveres. La mayoría no se ven, pero se huelen. Y debe haber muchos, aunque sólo se vean unos pocos. La intensidad de los bombardeos y los combates ha sido tal que solo se ve destrucción, paredes laceradas por la metralla y ventanas sin cristales.

Cada vez que llego a una zona así me acuerdo de lo que escribió Pérez-Reverte, no puedo evitarlo: "Para un reportero en una guerra, territorio comanche es el lugar donde el instinto dice que pares el coche y des media vuelta; donde siempre parece a punto de anochecer y caminas pegado a las paredes, hacia los tiros que suenan a lo lejos, mientras escuchas el ruido de tus pasos sobre los cristales rotos".

El camino hacia la Ciudad Vieja de Mosul es un reguero de destrucción. Ninguna casa se ha salvado de la guerra. Quienes han sobrevivido tres años bajo el yugo del Estado Islámico intentan recuperar sus vidas a pesar de la destrucción. Un equipo de TVE ha recorrido lo que queda de la segunda ciudad más grande de Irak.

Junto a un hospital de combate de las tropas iraquíes, en la intersección de dos calles que antaño debieron ser muy populosas está Paul Hansen, un fotógrafo suizo, junto a Carol, otra reportera gráfica estadounidense de la que no logro recordar el apellido.

Batalla sin cuartel contra la resistencia del Dáesh

Les pregunto. Ella, muy amable, me cuenta que los combates no han terminado y que sigue habiendo mucha presencia del Dáesh, no demasiado lejos, a unos 500 metros.

Territorio comanche es el lugar donde el instinto dice que pares el coche y des media vuelta

Nos dice que tengamos cuidado. Su aspecto es para hacerla caso. Está cubierta de polvo de los pies a la cabeza y lo sucia que lleva la ropa indica que lleva días en la ciudad, sin salir de la zona. Me inspira tanta confianza como Paul, otro gran tipo. Enseguida me enseña un mapa en su smartphone. "Estamos aquí", me dice señalando una estrella amarilla.

Los que acaban de escapar con vida del infierno caminan aturdidos después de sobrevivir a los combates en los últimos reductos del Dáesh en la Ciudad Vieja de Mosul. Algunos, dice a TVE un funcionario de inteligencia, son familiares de combatientes yihadistas; otros traen consigo historias terribles. Jaled nos cuenta que intentó escapar del Dáesh con su mujer y su hija pero les detuvieron. A la niña la mataron y no sabe nada de su esposa desde hace 40 días. El enviado especial de TVE, Óscar Mijallo, ha sido testigo de ese goteo constante de desplazados.

"Aquí es seguro pero -continúa- si caminas 500 metros por esa calle de la derecha hay una posición militar y luego está el Dáesh. Encontrarás buenas imágenes pero es peligroso. De frente, algo más allá, hay puedes andar algo más, casi un kilómetro, pero después de la mezquita también hay que tener mucho cuidado".

La ciudad está tomada, pero la batalla no ha terminado

Nos despedimos de ellos. De la Torre, nuestro cámara y Villanueva, el editor de vídeo, echan a andar en esa dirección y yo les sigo mientras Carol nos advierte: "Cuidado, los iraquíes te dirán que es seguro, pero esta mañana han matado a uno justo ahí".

Carol y Paul describen la situación con total exactitud. La ciudad está tomada, pero la batalla no ha terminado. En la parte vieja, el último reducto del Dáesh ya no quedan civiles y las posiciones de los islamistas son pequeñas, pero aún quedan.

Un pequeño grupo de soldados iraquíes nos lo confirma: "Allí", nos dice Ahmed, uno de ellos "a menos de 400 metros, hay un grupo de yihadistas. Deben ser varias decenas, aunque no puedo asegurarlo".

El Ejército iraquí patrulla la ciudad vieja de Mosul en busca de los últimos yihadistas del Daesh

A poco más de un kilómetro de allí, donde todavía se escuchan los disparos y explosiones esporádicas que se producen en el casco antiguo, la ciudad se esfuerza por recuperar la calma. Poco a poco, los primeros desplazados comienzan a volver. Es un goteo y su número es menor que el de los que continúan marchándose porque aún no hay servicios en la ciudad y en muchos barrios ni siquiera hay agua corriente.

La muerte de la pequeña Hannan

En el oeste, aún no hay centros médicos y en todo Mosul sólo hay un hospital pediátrico, el de al Atheer. Sus salas están abarrotadas de neonatos en incubadoras, de recién nacidos con bajo peso debido a la desnutrición o a niños algo mayores con enfermedades cardíacas u otro tipo de dolencias. Allí conocimos a Hannan, de unos cuatro años, allí la vimos morir.

Era urgente trasladarla a Erbil, en el Kurdistán iraquí donde sí hay medios para tratar su insuficiencia renal, pero su familia no tenía los papeles en regla. Su padre nos pidió que diéramos a conocer su drama y eso intentamos hacer. Alguien en el control de la carretera decidió que no podían cruzar y los devolvió a Mosul.

El único hospital infantil de Mosul, desbordado tras la liberación

Hannan murió poco después, ante el objetivo de nuestra cámara. No por la violencia, ni los por los combates, sino por la burocracia y la estupidez humana. Un drama injusto e innecesario que se repite con demasiada frecuencia en un Irak devorado por la guerra contra el grupo terrorista más peligroso de la historia.