Enlaces accesibilidad

En Portada. "De(s)troit"

Por
En Portada - De(s)troit

FICHA TÉCNICA:

Título: De(s)troit (41’)

Guión: Alicia G. Montano

Realización: Ángel Barroso

Imagen y sonido: Ricardo Vallespín/Santiago Aguilar

Montaje: Manuel Silgo

Todas las ciudades aspiran a la eternidad pero ninguna lo consigue. Ni siquiera Roma autoproclamada “ciudad eterna”. Su desaparición, como la de cualquiera, es sólo cuestión de tiempo. La historia de la humanidad está plagada de ruinas ilustres que un día simbolizaron la civilización frente a la barbarie y que sin embargo, no pudieron evitar su destrucción o decadencia.

El ascenso y caída de la ciudad americana cabe en apenas un siglo tardío

El último ejemplo es Detroit. El ascenso y caída de la ciudad americana cabe en apenas un siglo tardío: el que va de 1913, -cuando Henry Ford implantó en sus factorías la cadena de montaje, revolucionando la industria del automóvil- al 2009, el año en el que General Motors presentó la mayor suspensión de pagos de los Estados Unidos.

Los habitantes de Detroit llevan tiempo digiriendo la pesada digestión de su derrumbe. No ha sido fácil pasar de ser la tierra de acogida de miles de inmigrantes, el maná de los Estados Unidos, a transformarse en una Acrópolis contemporánea sin aparente futuro.

Desde su fundación, hace 300 años, las cosas fueron relativamente bien para los habitantes de Detroit. Es la capital de Michigan, uno de los Estados americanos más fértiles y ocupa un lugar estratégico entre Canadá y Estados Unidos. Los primeros habitantes de Detroit eran granjeros. En algunos barrios históricos, como Brush Park, -hoy prácticamente abandonado-, las grandes avenidas coinciden con las lindes originales de aquellas fincas que se vendían a bajo precio, en un territorio donde la tierra sobraba. Todo esto acabó cuando Detroit se convirtió en la capital del motor y el dinero y la mano de obra parecían no tener fin.

Prosperidad sobre ruedas

La industria del motor se convirtió en el alfa y el omega de Detroit. Con ella, llegó la prosperidad, una clase trabajadora que en poco tiempo dobló su salario y un nuevo marco de relaciones, -gestionado por los poderosos sindicatos del motor-, entre obreros y empresarios. Henry Ford quería que sus trabajadores pudieran comprarse un coche y no paró hasta conseguirlo. Los primeros Ford-T costaban 900 dólares y su montaje más de 12 horas. Pocos después, el precio de estos utilitarios había bajado hasta los 260 dólares y su montaje apenas llevaba hora y media. Y todo gracias a un artilugio revolucionario: La cadena de montaje.

Era la primera vez que la humanidad se adaptaba a la velocidad de la máquina y no a la velocidad orgánica de un ser humano

Jeffrey Eugenides uno de los escritores americanos con más futuro, Premio Pulitzer y brillante autor de “Las vírgenes suicidas”, “La trama nupcial” y “Middlesex”, cree que “en 1913, la gente comenzó a parecerse a las máquinas. Era la primera vez que la humanidad se adaptaba a la velocidad de la máquina y no a la velocidad orgánica de un ser humano. Eugenides, -nacido en Detroit y nieto de inmigrantes griegos-, es uno de los personajes que intervienen en el reportaje de En Portada. Su mirada ayuda a esclarecer por qué Detroit, -el de los visionarios ingenieros, el de la clase media, el de los grandes mecenas-, se hundió en tan poco tiempo.

No disparen al pianista

El declinar de Detroit no tiene un culpable: es el resultado de muchos factores. Detroit apostó su suerte a un solo número: el de la industria del automóvil. Pero las factorías se fueron de la ciudad y sus habitantes también. Preferían el “American way of life” y la vida en los acomodados suburbios. Después vino la deslocalización y la huida de la industria a otros países o a Estados con salarios más bajos. El empleo empezó a escasear. La ciudad fue perdiendo población, -de dos millones a menos de 700.000-, y los que se quedaron, en su inmensa mayoría afroamericanos, tampoco eran suficientemente prósperos como para abastecer con sus impuestos, las arcas municipales.

Hoy en Detroit es más barato comprarse una casa que un coche

La bola de nieve siguió creciendo y los servicios públicos empezaron a escasear. Barrios enteros se vaciaron y 70.000 casas abandonadas siguen en pie, como si algún día fuera a volver su dueño. Declarada oficialmente en bancarrota, en Detroit es más barato comprarse una casa, -las hay desde 7.000 dólares-, que un coche.

La mirada del reportero

Siempre he creído en la capacidad transformadora de los viajes. Conforme el equipo de En Portada pisaba el terreno -y tropezaba con las vidas de pequeños artistas, inmigrantes, jubilados, sindicatos, arquitectos, homeless o profesores universitarios-, surgía ante nuestros ojos otro Detroit: el que no está dispuesto a asistir a sus propios funerales, el que piensa que hay vida más allá de la industria del motor y además, asegura estar en condiciones de demostrarlo.

Frente a décadas de piqueta y destrucción, la vida está volviendo a la antigua “motown”. Muchos edificios de gran valor arquitectónico serán rehabilitados; se buscan soluciones para los barrios; los huertos urbanos son algo más que una utopía; mucha gente joven ha encontrado en Detroit las oportunidades de negocios que no ofrecen otras ciudades americanas. Detroit es la ciudad de las paradojas: mientras vive las apreturas de la quiebra, asiste a la recuperación de la industria del motor. Un renacer que no beneficiará a la ciudad, como tampoco le llegaron las migajas del rescate del gobierno americano a Chrysler y a General Motors.

Detroit ya no fía su futuro al automóvil, ni simboliza el sueño americano. Pero se niega a convertirse en la imagen de su desguace.

Así suena De(s)troit

La banda sonora del reportaje, lista para escuchar y compartir on line.