Enlaces accesibilidad

¿Francia se está volviendo racista?

  • La ultraderecha vivió un punto de inflexión con el matrimonio gay
  • La crisis y el descontento con los partidos la han espoleado

Por
Preocupa el auge de los movimentos de extrema derecha en Francia

Hace algunos días, nos vimos sorprendidos con la portada de una revista de extrema derechaMinute, que publicaba una foto de la ministra francesa de Justicia, Christiane Taubira, símbolo para la comunidad negra en este país, a la que comparaban directamente con un mono. Cierto es que se trata de un semanario con una tirada de apenas 3.000 ejemplares, pero fue suficiente para avivar la polémica.

Y es que a esa portada se unían las críticas del titular del Interior, Manuel Valls, contra los gitanos del Este, o las altas perspectivas que reflejan las encuestas para el Frente Nacional de cara a las elecciones europeas del año que viene. ¿Cuáles son las razones de este auge de la ultraderecha en Francia

Jean-Yves Camus, politólogo especialista en nacionalismos y extremismos, afirma que “en realidad no dejan de ser grupúsculos de centenares de personas, que protagonizaron un punto de inflexión con la radicalización de las manifestaciones contra el matrimonio homosexual”. Y que mantienen incluso diferencias entre ellos, con un denominador común en su oposición al sistema.

Atención mediática

Sin embargo, esos grupúsculos siguen alimentando al Frente Nacional. Antes, se nutrían especialmente de las clases desfavorecidas y obreras. Ahora, la crisis y el descontento con los partidos –y su oposición al sistema al que antes me refería– amplían el electorado potencial del clan Le Pen a las clases medias y a ex votantes conservadores.

Con todo, lo que sí ha conseguido la extrema derecha es que el debate político gire a su alrededor: en esta histeria que vive desde hace meses la política francesa han atraído la atención mediática, y la consecuente amplificación de su discurso. Como leía en un artículo: “no es que haya más racistas, es que se hacen escuchar más”.  Lo peligroso es el paso que se ha dado con insultos como el de Taubira, que nunca antes se habían dicho en Francia.

Es como si la palabra racista se hubiera liberado o desinhibido desde hace algunos años, quizá a raíz de que Jean-Marie Le Pen lograra pasar a la segunda vuelta de los comicios presidenciales en el 2002. Sobre todo, porque desde entonces el resto de los políticos tratan con sus ideas de atraer a los votantes ultraderechistas. Y al final, el electorado extremista se queda con el original, y no con las copias.

Nuevos rostros, viejos lemas

Hay que tener también en cuenta que Marine Le Pen ha sabido quitarse de encima ese oprobio de la extrema derecha de su padre de la Segunda Guerra Mundial, o de la guerra de Argelia. El cambio generacional a la cabeza del Frente Nacional les hace pensar que tienen posibilidades de prosperar, de materializar los nuevos tiempos, aunque siempre azotando el miedo o la amenaza del inmigrante, la pérdida de la identidad nacional, y la prioridad por lo francés.

La ultraderecha no ha cambiado, que se sigue alimentando del odio al otro

Es lo que asegura igualmente Cindy Léoni, presidenta de SOS Racismo, que “hay que confrontar los programas políticos para aislar al Frente Nacional, recordando que la ultraderecha no ha cambiado, que se sigue alimentando del odio al otro”. Es decir, pasar a la acción mediante la palabra ante quienes se refugian en el populismo para ganarse el favor de los más frágiles económicamente, las víctimas –dicen– de la mundialización liberal.

Sea como fuere, la amenaza es explícita, y lo demuestra la alianza que prepara el Frente Nacional con otros partidos “eurófobos” con el objetivo de obtener grupo propio en el Parlamento europeo, para salir de su actual estado marginal en Estrasburgo. Nada mejor que evitar demagogias y frustraciones para hacer frente, con valentía, a esa amenaza…