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Sudáfrica espera el 'maná' del Mundial

  • El torneo aportará a Sudáfrica un 0,5% de crecimiento económico en 2010
  • El Mundial del 82 fue escaparate internacional para la España de la Transición

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Cuando un país como Sudáfrica invierte en tres años cerca de 88.000 millones de euros para preparar un Mundial es porque espera obtener a cambio ciertos beneficios. Pero ese rendimiento no siempre es fácil de cuantificar y se mide, en la mayoría de los casos, por la imagen que logra trasmitir al exterior el país organizador. Para España, por ejemplo, el Mundial del 82 marcó un antes y un después porque sirvió como escaparate a la España nacida de la Transición política.

Campos de fútbol "con pendiente"

Los beneficios más inmediatos suelen apreciarse en la construcción y renovación de infraestructuras del país, tanto deportivas como de transportes o comunicaciones. En el caso de la España de 1982, una de las mayores inversiones (el crédito oficial alcanzó los 5.054 millones de las pesetas de entonces) se destinó a los 17 estadios de fútbol que iban a acoger partidos.

"La mayoría no eran rectangulares, porque alguno de los laterales era más largo, o uno de los fondos era más ancho que el otro", recuerda a RTVE.es Ángel Carreño, representante del Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo (MOPU) en el Comité Organizador del Mundial. "Algunos también tenían pendiente en el terreno de juego o no estaban bien pintadas las bandas", añade.

Fue entonces cuando el Bernabéu consiguió una nueva fachada, marcadores electrónicos y una cubierta para las gradas, así como una remodelación de los vestuarios y la zona de prensa. Todo ello costó 704 millones de pesetas, de los que el Real Madrid aportó 500 millones. Similares presupuestos se manejaron en las mejoras del Camp Nou y San Mamés, así como en la construcción del Nuevo José Zorrilla, el único estadio levantado para la ocasión.

Aparte de los créditos concedidos por el Banco de Crédito a la Construcción y el de Crédito Local, el Comité Organizador del Mundial aportó 2.100 millones de pesetas para las obras provisionales que los clubes no iban a poder aprovechar después de la cita mundialista. "Con ese dinero se compraron grupos electrógenos para garantizar el suministro de electricidad en los estadios, material necesario para unos centros de prensa ampliados, aparcamientos para autoridades o servicios especiales de televisión y telefonía", cita Carreño.

El gran salto de las comunicaciones

Pero la mayor inversión del Gobierno español (17.000 millones de pesetas) se empleó en conseguir unas redes de telecomunicaciones modernas y del mismo nivel que las del resto de Europa.

"La mitad de esos 17.000 millones fue para RTVE, y el resto para Correos y Telefónica", explica Ángel Carreño. Había que construir una auténtica red de telefonía y asegurar las retransmisiones por televisión de todos los partidos, ya que aquel Mundial del 82 fue el primero de la Historia que se difundió íntegramente vía satélite a todo el planeta y el primero que tuvo tres fases para poder dar cabida a 24 equipos, el número más alto hasta entonces. El icono de aquella nueva red de telecomunicaciones fue el centro receptor y emisor de Torrespaña, bautizado como el Pirulí.

El éxito del trabajo realizado en esas redes brilló con esplendor en la final entre Italia y Alemania, vista en directo por más de 2.000 millones de personas en todo el mundo.

Sobre todo, aeropuertos

En opinión de Ángel Carreño, la organización del Mundial "en aquel momento, rotundamente, sirvió para mejorar infraestructuras preexistentes y acelerar la realización de otras ya previstas".

Según recuerda, "frente a las exigencias de los ayuntamientos -que fueron contadas- la máxima siempre fue 'ninguna obra pública tiene que estar justificada por el Mundial". Para lograr la organización del campeonato, España "ya había tenido que demostrar que contaba con infraestructura suficiente o con la capacidad de ponerla a punto en los siete años previos", añade.

Así, en la evaluación realizada por el MOPU en 1979 en las 15 ciudades elegidas como sedes, sobre todo, se detectaron carencias en los aeropuertos. "Ninguno tenía fax,  por ejemplo. Tampoco los accesos eran adecuados, ni sus condiciones de seguridad, ni los aparcamientos. En Madrid y Valencia, incluso se arreglaron las terminales", explica este ingeniero de Caminos que actuó como vocal de ese ministerio en el Comité Organizador.

El trabajo en el resto de infraestructuras fue puntual, asegura Carreño, como el encauzamiento del río Lagares que pasaba bajo el estadio Balaídos de Vigo, o la construcción de la carretera de acceso al Nuevo Zorrilla.

'El dinero de los jeques'

Precisamente Valladolid fue una de las ciudades que más notó las repercusiones del Mundial, aunque los beneficios fueron menores de lo previsto. "Aquí se vivió casi una película de Berlanga", explica Luis Miguel de Dios, periodista entonces de El Norte de Castilla. En Valladolid jugó el grupo de Francia, Checoslovaquia y Kuwait, "y pensaron que iba a haber un desembarco de los kuwaitíes, con todo el dinero de los jeques", señala De Dios.

Finalmente, no fue tanto: la delegación del país árabe "reservó el Parador de Tordesillas entero durante todo el Mundial", pero los checoslovacos --aún bajo el régimen comunista- viajaron con una delegación reducida y escasos lujos, y los franceses, "los que más vinieron, en su mayoría iban y venía a su país en el mismo día del partido de su selección", recuerda el periodista.

Como anécdota, Luis Miguel de Dios cuenta lo ocurrido en un hipermercado de capital francés situado junto al estadio mundialista vallisoletano: "el día que Francia se jugaba el pase a la siguiente fase, el Continente quedó barrido. Los franceses salían cargados de bolsas de naranjas, espárragos, embutido... Es lo que comieron".

Lo que sí consiguió la capital castellana fue una nueva zona de expansión urbanística en el entorno del Nuevo Zorrilla "y, en los terrenos liberados por el antiguo campo de fútbol, se levantó un gran centro comercial y se edificaron equipamientos sociales", añade.

Las cuentas de Sudáfrica

Estas circunstancias hacen difícil calcular el impacto económico real que tuvo el Mundial del 82 en nuestro país. En aquella época escaseaban las estadísticas y los estudios de impacto, pero hoy esos documentos de multiplican y Sudáfrica maneja ya distintas previsiones sobre las ganancias que le traerá la gran cita deportiva del año.

Así, el Gobierno sudafricano estima que el país crecerá este año medio punto porcentual más de lo que lo haría sin Mundial. Eso equivale a inyectar en torno a 2.100 millones de euros en la economía nacional.

El llamado "efecto directo", relacionado directamente con el dinero que dejarán los 450.000 visitantes extranjeros que se espera lleguen al país africano durante la cita deportiva (eso supone un 12% más del turismo habitual en esa época del año), podría suponer más de 1.400 millones de euros, 600 millones por la venta de entradas a los partidos y el resto, en gasto hostelero, alimentación y ocio. Y a eso deben sumarse los 159.000 nuevos empleos que se calcula generará la actividad relacionada con el torneo.

En el terreno material, el país africano obtendrá cinco estadios  de fútbol nuevos, construidos en emplazamientos espectaculares,  y las mejoras en otros cinco. También mejorarán los aeropuertos, las  autopistas entre las nueve ciudades sedes de la competición y la red  eléctrica, afectada hasta ahora por cortes crónicos del suministro.  Incluso, si llega a tiempo, podría estrenar el Gautrain, un  nuevo tren de alta velocidad entre las ciudades de Johannesburgo y  Pretoria.

A más largo plazo, el impacto económico viene denominado por lo que se conoce como "intangibles": mejora del prestigio internacional de Sudáfrica, fortalecimiento de la unidad y el orgullo nacional, y "el más significativo para un crecimiento económico sostenido: el cambio de percepción sobre África y Sudáfrica de gran número de inversores", recoge en un informe el Standard Bank.

Por eso, el Mundial de este verano es visto por Sudáfrica como una inmensa campaña de publicidad que colocará el país en cientos de millones de páginas web y miles de millones de televisores de todo el mundo, con su consiguiente repercusión futura en el turismo y la inversión.

Lo que se escapa a este tipo de cálculos económicos son fenómenos como el de Naranjito, la mascota del Mundial 82 que, convertido en icono de una época para miles coleccionistas, multiplica sus ventas de muñecos, camisetas y todo tipo de merchandising en Internet y sigue generando beneficios 28 años después.