Las personas sin hogar sufren a diario agresiones, insultos y discriminación. Una violencia silenciosa, que a la sociedad le cuesta mirar a la cara. "A mí me pegaron una vez en un cajero. Estaba durmiendo y no es agradable. Yo temo morir en la calle, en un cajero, en una cuneta, en un portal", así cuenta Pedro la realidad que vive como persona sin hogar, y no es una realidad aislada: el 47% de las personas sin hogar han sufrido delitos de odio. Son los más vulnerables cuando llega la noche y las calles se vacían. En 2005 Rosario Endrinal dormía en un cajero cuando tres jóvenes la rociaron con disolvente y la quemaron viva. Según los jóvenes, lo hicieron para divertirse, una historia que se repite cada año, en Italia un hombre prendió fuego a un indigente mientras dormía. El perfil de estos agresores es claro: suele ser varón, de entre 18 y 35 años y de clase media o alta. La mayoría de las agresiones ocurren en el lugar donde duermen y un 87% no son denunciadas. La aporofobia es el odio o el rechazo a la pobreza. Ellos sufren a diario agresiones, insultos y discriminación. Una violencia silenciosa, que a la sociedad le cuesta mirar a la cara.
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