Abril Zamora: "Que la maestra de ceremonias de 'Cabaret' sea una mujer no normativa hace que se viva de forma muy actual y empática"
- Abril Zamora cuenta en El despertador de RNE cómo es interpretar a la maestra de ceremonias del nuevo musical de Cabaret
- Se trata de una versión inmersiva que podrá verse hasta el 30 de noviembre en el Teatro Albéniz de Madrid
Entrar estos días en el Teatro Albéniz es comprobar que sí, que la vida sigue siendo un Cabaret. Y que, en realidad, nunca ha dejado —ni dejará— de serlo. Nada más cruzar sus puertas, el tiempo y el espacio se desordenan. Las luces bajas y la atmósfera arrolladora, cargada de deseo, provocación y peligro tratan de engañar a la tensión política y social de fondo con el jazz como refugio y las lentejuelas y los sombreros como armaduras. Todo ello da pistas del rumbo del viaje. Afuera, tienes el Madrid de 2025; dentro, el Berlín de entreguerras.
Bastan unos pasos, el repique de unos tacones y el "¡Willkommen, bienvenue, welcome, bienvenidos!" de la maestra de ceremonias, Abril Zamora (Sardañola del Vallés, 1981), para llegar al destino. Rápido, pero eficaz. Estamos en el Kit Kat Klub. Es 1929 y, durante dos horas y media, las preocupaciones, se quedan en la calle.
"Esta versión de Cabaret —que podrá verse hasta el 30 de noviembre, con funciones de martes a domingo— es muy diferente. Es inmersiva", explica la actriz catalana en la sección "Butaca preferente" de Piti Alonso de El despertador de RNE, con Gorka Rodríguez. "Lo fundamental es transitar por las canciones de la manera más veraz posible, sobre todo, porque no te puedes ocultar en ningún lugar. La propuesta es como si fuera un cabaret de verdad".
Y lo parece. Los detalles se cuidan al máximo. No existe siquiera patio de butacas. O, al menos, no como lo conocemos. "Los espectadores están en las mesitas y en las sillitas a tu lado. No hay posible engaño, ni trampa. La implicación que tenemos todos los actores y actrices del espectáculo es muchísima". Aunque, realmente, se podría decir que no hay intérpretes, solo protagonistas. Los que cantan y bailan, y los que lo viven desde dentro.
Porque sí, Amanda Digón encarna a la cantante inglesa Sally Bowles, y Pepe Nufrio hace lo propio con su enamorado, el escritor estadounidense Cliff Bradshaw. Al igual que el romance entre Fraülein Schneider y el frutero judío Herr Schultz es representado por Carmen Conesa y Tony River, respectivamente.
Pero, ¿por que no vas a acabar tú, como asistente, formando parte de sus tramas? ¿Quién te garantiza que no serás el hombro sobre el que llorarán o reirán? "De pronto, ves a Amanda o a Pepe cantando a cinco centímetros de tu cara y es muy emocionante", reconoce Zamora.
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"Para quienes que no han visto un teatro tan sumamente cercano, es una experiencia alucinante. Muy emocionante", asegura la catalana con conocimiento de causa. Y es que para ella, como maestra de ceremonias, también lo es. Más allá de integrar el reparto de la mítica obra de Joe Masteroff, la experiencia le ha supuesto crecimiento y aprendizaje.
"El personaje es muy abstracto, amplio y espiritual. Hemos intentado enfocarlo de una manera personal y muy diferente del resto, y creo que eso es lo que hace que sea guay y sugerente", comenta.
Un Cabaret muy contemporáneo
No fue sencillo. Había mucho que estudiar y grandes ejemplos en los que apoyarse. Sin embargo, es justo en esa complejidad donde reside su magia y atractivo. "Lo que más me atrajo del proyecto fue el hecho de salir tan descaradamente de mi zona de confort. Nunca había hecho nada como esta obra. Ha sido de los procesos creativos más complejos y exigentes en los que he estado, pero estoy contenta", admite.
Con razón. Porque la celebración es triple: profesional, personal y social. "Aunque creo en Argentina se hizo, esta es de las primeras veces que mi personaje lo interpreta una mujer", subraya Abril Zamora. "Y que lo haga una mujer perteneciente al colectivo LGTBIQ+ como yo —añade— lo convierte en algo muy contemporáneo, porque el espectáculo habla del auge del nazismo, de la extrema derecha, de la represión y también de la homofobia", recuerda la actriz.
Casi un siglo después de aquellos años 30, todavía siguen siendo necesarios oasis como Cabaret, donde bailar, cantar o, simplemente, ser en libertad. "Tener una persona no normativa de intérprete hace que vivas la historia de una manera muy actual. Puedas empatizar mucho con ella porque, lamentablemente, está muy vigente en el momento en el que estamos", denuncia Zamora.
El despertador de RNE