Enlaces accesibilidad

Once historias de discriminación y máscaras: trans e intersexuales, las 'letras' más invisibles del LGTBI

Personas de diferente orientación sexual e identidad de género dan testimonio de la incomprensión y marginación que sufren a diario. En España, el 45% de las personas intersexuales evita edificios públicos por miedo a ser agredidas, cuatro de cada diez personas trans se sienten discriminadas en los servicios sanitarios y nueve de cada diez hombres bisexuales oculta su orientación sexual en el ámbito laboral.

Por
Historias de discriminación del colectivo LGTBIQ+
Historias de discriminación del colectivo LGTBIQ+

Stonewall, Nueva York, 1969. Fue en un pub de Greenwich Village frecuentado por personas abiertamente LGTBI donde la madrugada del 28 de junio pasó a la historia. En medio de una de las habituales redadas policiales, toda la comunidad LGTBI se unió para enfrentarse a un sistema que le perseguía consistentemente en lo que luego fue la primera gran revuelta por los derechos del colectivo. Desde entonces, esta fecha se conmemora cada año para seguir luchando por la visibilidad y la igualdad de todas las personas que sufren discriminación por su identidad de género u orientación sexual.

Han pasado ya 54 años de los disturbios de Stonewall y, aunque se ha avanzado, la discriminación, el acoso,, las agresiones o la simple y dura incomprensión persisten. DatosRTVE reúne los testimonios de una decena de personas LGTBI de diferentes orígenes, edades, identidades de género y orientaciones sexuales para que cuenten su historia, la de personas que en una fecha como esta marchan detrás de una pancarta o una bandera del Orgullo pero que tienen que vivir invisibles el resto del tiempo.

Asmi y Ariana: cuando la intersexualidad se percibe como una enfermedad:

“Cuando tenía 14 años mi madre me dijo que era hermafrodita y me castraron con 16”, relata Asmi (63 años, Vizcaya), sobre un acto de violencia sanitaria que la Ley Trans ha prohibido en menores intersexuales de 12 años, salvo excepciones. En aquella época, el término intersexual no se había extendido más allá de lo académico.

Asmi (63 años, Vizcaya)

Asmi (63 años, Vizcaya)

Asmi se crio como mujer porque el médico que asistió el parto cambió de opinión. “Me cambió el género para que no hiciera la mili”, recuerda. Con 16 años le dijeron que era una persona XXY, le metieron en quirófano para explorar su cuerpo y cuando salió le habían extirpado las gónadas sin permiso: “Decían que podía provocar cáncer en unos años”.

Después le hormonaron y, fruto de todo esto, ahora padece osteoporosis. Cuando una persona tiene órganos reproductivos o sexuales que no encajan como masculinos ni femeninos, se clasifica su sexo como intersexual. Y, a veces, cuando nace un bebé con estas características se hacen intervenciones médicas para ajustar su cuerpo a lo que se entiende como masculino y femenino.

Asmi ha visto cómo su intersexualidad era tratada como una enfermedad: el mayor problema para tres de cada diez personas intersexuales, según datos de 2020 de la Agencia de los Derechos Fundamentales de la UE (FRA). “Cuando se habla de intersexualidades se van añadiendo síndromes, pero no soy una persona enferma, soy una persona traumatizada”, aclara. Aunque hay casos que necesitan tratamiento, no siempre es necesario.

“Notaba que mis genitales no eran como me habían dicho que debían ser, pero, a pesar de que no me bajaba la regla, no querían mandarme al ginecólogo”. Ariana (26 años, León) cuenta que los profesionales sanitarios clasificaron sus genitales como “incompletos, incorrectos o deformes” y le dijeron que debía hacerse una vaginoplastia. Ella se negó porque cree que “no necesitan ser adaptados a las normas sociales”.

Ariana (26 años, León)

Ariana (26 años, León)

La discriminación por características sexuales afecta al 28% de personas intersexuales y a Ariana, además de intentar hacerle “terapia con dilatadores” para adaptar su vagina, se le ha negado asistencia sanitaria adecuada: “Solicité unas pruebas de Infecciones de Transmisión Sexual (ITS) y se me ofreció una citología”, una revisión inviable por su fisonomía.

“A mí se me nota que soy una persona intersexual en que me sale barba y también porque tengo mucho vello en todo el cuerpo”, explica. Estas diferencias y que es una mujer discapacitada la convirtieron en víctima de bullying y agresiones que derivaron en pensamientos suicidas en el colegio. Ahora, sigue teniendo “mucho miedo” a denunciar: “Sabes que vas a recibir violencia por parte de las instituciones policiales y judiciales”.

Las personas intersexuales son las personas LGTBI que más evitan ir a edificios públicos (34%), según los datos de la Agencia de los Derechos Fundamentales de la UE. Además, como hace el 45% de estas personas, Ariana evita espacios públicos donde hay gente joven y sobre todo hombres, porque asegura que son quienes más le agreden verbalmente o le hacen sentir incómoda.

Lara: cuando la marginación es doble por ser mujer trans

Soy Lara (56 años, Chile), por decisión”. Desde que tenía cuatro años sabía que había algo diferente en ella porque “detestaba” sus genitales. Vivió más de la mitad de su vida como hombre homosexual, con 32 años empezó a llevar una doble vida y con 50 asumió su identidad sentida: la de una mujer transgénero.

Lara (56 años, Chile)

Lara (56 años, Chile)

Las personas transgénero son aquellas que, al contrario de las cisgénero, no se sienten identificadas con el sexo que, basándose en sus características sexuales (hormonas, genes y genitales), le asignaron al nacer.

Lara admite que tener relaciones estables es algo difícil y que no hay ámbito en el que no se haya sentido marginada. Como ella, seis de cada diez personas trans sienten a diario la discriminación de un sistema que no acaba de aceptar su identidad. Está buscando empleo y, eventualmente, ejerce trabajo sexual: “Es dificilísimo ser aceptada y en muchos trabajos me han dicho que no al verme” porque “lo que se espera de una persona trans es que tenga un ‘passing’ -transición de género- que no denote su condición”.

Para poder alquilar una vivienda ha necesitado la ayuda de amigos “normativizados” para no ser rechazada, y en servicios sanitarios, el ámbito en el que las personas trans aseguran sufrir más discriminación (40%), afirma que “las miradas indiscretas de todos quienes te atienden son constantes”.

En todo el mundo, entre 2008 y septiembre de 2022, se han registrado 4.369 asesinatos de personas trans y el 96% de ellas se identificaban como mujeres, según el Observatorio de Personas Trans Asesinadas.

A lo largo de su vida, Lara ha sufrido experiencias muy violentas. “Fui metida en un coche con cinco chicos y amenazada con un revólver”, rememora de su experiencia en Argentina, el noveno país con más asesinatos desde 2008. En otra ocasión, “me persiguieron a mí y a un chico con el que estaba, nos separaron, yo fui acuchillada en un brazo y nunca supe qué pasó con el muchacho”.

Según relata, las personas que han transicionado tarde o que tienen “rasgos trans evidentes” tienen más miedo que “quienes se mimetizan con la normatividad impuesta”. Desde que se mudó a España, Lara se siente más libre, aunque afirma que aquí también ha sentido “discriminación y acoso sexual” en sitios como el metro, calles muy concurridas y lugares de ocio.

Alejandro y Lucía: cuando las personas no binarias son constantemente cuestionadas

Las personas transgénero pueden sentirse identificadas con un género -hombre o mujer-, los dos -género fluido o pangénero- o ninguno -no binarias-, este es el caso de Alejandro y Lucía.

“Yo salí del armario tres veces”, puntualiza Alejandro (20 años, Madrid). Las primeras dos veces fue en cuanto a su orientación sexual y la última, hace tres años, respecto a su identidad de género: “Me di cuenta de que me sentía muy conforme con los comportamientos y expresión de género que esta sociedad ha asignado a las mujeres”.

Aunque en su día a día no oculta su identidad, a la hora de buscar trabajo o vivienda o en situaciones que considera peligrosas utiliza “la máscara de chico cisgénero y heterosexual” para evitar el rechazo y la agresión. Por ejemplo, en lugares como el transporte público “actuamos de manera que seamos lo más invisibles posible porque son lugares de donde no podemos escapar”.

Según datos de FRA, una de cada tres personas trans asegura haber sufrido ataques físicos o sexuales entre 2015 y 2020, convirtiéndose en una de las “letras” del colectivo más agredidas. En general, las personas LGTBI denuncian uno de cada cuatro ataques físicos o sexuales y, en el caso de las personas trans, denuncian solo un 14% de las veces. Según Alejandro, “no denunciamos porque no esperamos un resultado”.

Lucía (24 años, Granada) fue víctima de agresión sexual y una de las razones por las que no denunció fue por el estigma que existe sobre el colectivo: “Tienes que pasar por una tortura psicológica en la que todo el mundo te cuestiona por un hecho que ya de por sí es traumático”. “Hay tanto prejuicio [contra el colectivo LGTBI] que puede ser que incluso te intenten convencer de que es tu culpa”, afirma.

Afrontó su bisexualidad -atracción por hombres y mujeres- con mucha naturalidad, pero aceptar su identidad de género fue mucho más difícil: “Me sentía casi como un fraude, sentía que yo realmente no era una persona no binaria. Me trajo mucha ansiedad, tuve una disforia muy grande y no me podía mirar en el espejo”.

A la hora de ir al psicólogo y hablar de su identidad, hace hincapié en que varios profesionales, especialmente los de edad más avanzada, “no lo entendían y en la misma terapia me intentaban convencer de que era absurdo que me considerase una persona no binaria”.

Aunque se muestra como persona no binaria en su círculo más cercano, la sociedad le percibe como mujer y aún no ha hablado con su familia sobre su identidad sentida porque cree que no le van a entender y que le van a cuestionar.

“Cuando naces la sociedad te asigna un género basándose únicamente en tu órgano reproductor y con ese género vienen asociados una serie de roles y clichés que componen el imaginario de qué es ser una mujer y un hombre. Para mí, los humanos somos muy complejos y todos caemos en esos roles de una manera u otra”, reflexiona.

Josema y Adrián: cuando los hombres bisexuales son rechazados dentro y fuera del colectivo

Mientras Josema (26 años, Cádiz) estaba contándonos que se identifica como hombre bisexual dejó de responder porque sus compañeros de trabajo se acercaron y no quería que lo escucharan hablando de ello. Como él, nueve de cada diez hombres bisexuales oculta su orientación sexual en el ámbito laboral.

José Manuel (26 años, Cádiz)

José Manuel (26 años, Cádiz)

Exterioriza su orientación sexual con sus amigos o cuando se siente en un ambiente seguro, pero en el trabajo solo lo hace con compañeros cercanos porque la bisexualidad suele ser juzgada y tachada de “promiscuidad, ninfomanía o vicio”.

Como Josema, un 45% de los hombres bisexuales nunca se muestran en público como son frente al 23% de media de personas LGTBI que se ocultan a diario, y solo un 8% de hombres bisexuales exteriorizan su orientación sexual en su día a día, según datos de la Agencia de los Derechos Fundamentales de la UE.

Adrián (28 años, Madrid) se identificaba cuando era adolescente como pansexual -atracción por todos los géneros-, pero gracias a Internet descubrió qué era la bisexualidad. A lo largo de su vida, ha sufrido bullying por su feminidad y uno de los ámbitos donde se ha sentido más discriminado ha sido el académico. Cuenta que un profesor de universidad invisibilizó su orientación sexual cuando dijo que “siempre se tira más para un lado que para otro”.

Adrián (28 años, Madrid)

Adrián (28 años, Madrid)

Según los datos de FRA, seis de cada diez hombres bisexuales suelen evitar ir de la mano de otro hombre en público. Adrián asegura que también evita las muestras de afecto en situaciones que considera peligrosas: “Es muy difícil, por muy seguro que te sientas, cuando vas con un hombre no mirar para atrás. Al ser LGTB, desarrollas un sexto sentido para saber si ese lugar es seguro”.

Para él, la bisexualidad está “muy invisibilizada” y “maltratada” y a veces, añade, proviene del propio colectivo: “A los hombres bisexuales se nos lee como gays" y "a los que tienen relaciones con mujeres no se les considera suficientemente LGTBI”, sostiene.

Isabel y Sara: cuando las mujeres bisexuales son cosificadas y romantizadas

Isabel y Sara tienen 23 y 24 años; sus historias son muy diferentes, pero las dos se han sentido expuestas, cuestionadas y cosificadas a la hora de hablar de su bisexualidad.

Años atrás, Isabel pensaba que sus amigos nunca la aceptarían si les decía que también se sentía atraída por las mujeres. Hoy en día, se muestra abierta sobre su sexualidad en todos los ámbitos menos en el familiar, porque cree que sus padres no lo entenderían.

Isabel (23 años, Granada)

Isabel (23 años, Granada)

Lleva saliendo dos años con un hombre y nunca le ha ocultado su bisexualidad, pero admite que en otras ocasiones se ha sentido sexualizada y estigmatizada, generalmente por hombres: “con comentarios tipo ‘es que sois muy viciosas’, ‘tienes el doble de oportunidades’ o ‘así puedo hacer un trío contigo’”.

Isabel considera que los ataques y agresiones que reciben las mujeres bisexuales son debido a la cosificación que hay sobre la mujer, donde uno de los actores principales es el porno: “Se imaginan que somos unas guarras y que pueden hacer con nosotras todas las burradas que ven”.

En la misma línea, Sara considera que “el porno entre mujeres para los hombres es morbo y lo exteriorizan cuando ven a dos mujeres besándose”, esto ocurre sobre todo cuando visten de forma femenina porque se creen “que es para su disfrute”.

Al contrario de Isabel, Sara siempre ha tenido relaciones estables con mujeres y, aunque ha vivido algunas situaciones desagradables, puntualiza que cuando evita ciertos lugares es “por el acoso machista” y no por lo que puedan hacerles como pareja homosexual.

Sara (24 años, Granada)

Sara (24 años, Granada)

Cuando sale con su pareja y hay hombres que intentan ligar con ellas son cuestionadas y les piden que se besen para demostrarlo: “No voy a darme un beso delante de él mientras nos mira para ponerse cachondo”, afirma con enfado.

Sara opina que las parejas formadas por mujeres también están más “romantizadas” que las de hombres, ya que muchas mujeres heterosexuales consumen porno lésbico porque es “más bonito” que el que normalmente “somete mujer y denigra a la mujer”.

“He escuchado mil veces el comentario ‘me voy a hacer lesbiana porque los hombres son todos gilipollas’ y eso me dice que tienen una visión muy superficial de una relación entre mujeres”, apostilla.

Bea: cuando las mujeres lesbianas son sexualizadas y estereotipadas

Bea Bradshaw (30 años, Soria) escribe desde hace dos años en la web Hay Una Lesbiana En Mi Sopa (HULEMS), pero tiene claro que en el ámbito laboral solo visibiliza su orientación sexual cuando tiene mucha confianza.

A pesar de que las mujeres lesbianas son una de las “letras” más visibilizadas en el colectivo LGTBI, al igual que tres de cada diez mujeres lesbianas, evita lugares por miedo a ser agredida o acosada y trata de no caminar de la mano de su pareja por en la calle o en lugares de ocio nocturno que no son de ambiente.

He vivido situaciones muy desagradables simplemente por dar un beso a mi chica, desde insultos hasta miradas asquerosas, proposiciones de tríos y tener que aguantar todo tipo de frases desagradables”, confiesa.

Incide en que las mujeres lesbianas son vistas según dos estereotipos: “la mujer masculina, con ropa de hombre, desaliñada” y “la mujer femenina, la fantasía erótica, la que está con una mujer porque no ha tenido relaciones con un tío de verdad”.

Estos estereotipos se reproducen también en el cine, afirma, porque a su juicio presentan personajes de lesbianas muy masculinas que reproducen roles de hombre o bien femeninas que suelen acabar con hombres: “Hay muy pocas películas en las que una relación lésbica tenga un final feliz”, concluye.

Ale: cuando la visibilización gay también es un ‘arma de doble filo'

“Pensaba que ser gay era algo malo y que yo estaba roto”, recuerda Ale (23 años, Tenerife). Siempre ha sufrido bullying por ser afeminado, pero no lo exteriorizó hasta hace cuatro años. Trataba de ocultarlo poniendo motes femeninos a los chicos que le gustaban. Ahora, solo esconde su “excentricidad” cuando sale a sitios que no son de ambiente.

Señala que normalmente los hombres gays son los que se sienten más seguros porque están más visibilizados, pero admite que se enfrenta a “agresiones leves” a diario, como “ir por la calle en crop top o con la raya del ojo y que te miren con cara de asco” o “ir en el metro con las uñas pintadas, algo de maquillaje y que pongan cara de disgusto”.

Ale (23 años, Tenerife)

Ale (23 años, Tenerife)

Según Ale, los hombres gays son agredidos por el estereotipo de que “un hombre tiene que ser masculino, fuerte, conquistar mujeres y rechazar todo carácter femenino en su presencia”. “No hay cabida a ser homosexual, así que nos atacan”, señala.

En la misma línea, cree que las personas trans sufren una discriminación muy parecida a la de los hombres homosexuales porque “si eres mujer trans, eres un tío demasiado femenino” y “si eres hombre trans, eres una mujer machorra que no sabe lo que quiere”.

Para este joven, la invisibilización de las personas trans es uno de los problemas fundamentales del colectivo LGTBI: “El Día del Orgullo se lo debemos a Marsha P. Johnson y a Sylvia Rivera, dos mujeres transgénero y racializadas”, recuerda. “Desde las primeras marchas se situó a estas mujeres y al resto de personas trans en la parte final del Orgullo. No han tenido visibilidad suficiente como para haber logrado un avance similar al nuestro y ahora se siguen cometiendo al no dar la visibilidad necesaria a las minorías del colectivo”.