Leonardo Sbaraglia: "El teatro es un ritual de los pocos que nos quedan"
- Leonardo Sbaraglia presenta en Las mañanas de RNE la obra Los días perfectos con la que se sube por primera vez a las tablas en España
- Se trata de un monólogo que se puede ver hasta el 26 de octubre en el Teatro La Latina de Madrid
Leonardo Sbaraglia (Buenos Aires, 1970) lleva un mes de octubre intenso, pero bonito. Desde que aterrizó en España hace poco más de dos semanas no ha parado ni un segundo.
Entre "mates amargos" –porque está tratando de "consumir menos azúcar"–, o como a él le gusta llamarlos, una "especie de evolución del biberón", y jornadas sobre las tablas, el actor argentino ha conseguido hacer del Teatro La Latina su segunda casa. Y le ha sobrado tiempo también para ir inmortalizando cada paso del proceso. "Me he hecho varias fotos desde la boca del metro con el fondo del cartel de mi cara en los pastizales que retrató Sergio Parra", cuenta en Las mañanas de RNE, con Juan Ramón Lucas y Mamen Asencio.
Porque, sobre todo, en estos quince días, Sbaraglia ha vivido y disfrutado Los días perfectos. Literalmente. Y aún le quedan más. Como mínimo, tiene otra semana por delante – hasta el 26 de octubre– de funciones que le están regalando justo lo que su monólogo, basado en la novela homónima de Jacobo Bergareche y adaptado por Daniel Veronese, promete: días perfectos.
"Es un privilegio y estoy muy agradecido por esta obra. Estamos muy felices. Además, está funcionando muy bien", apunta, orgulloso de que su primera vez en los escenarios españoles haya tenido una calurosa acogida.
Por eso, no es de extrañar que su cabeza esté en las nubes. "Todo este mes estoy pensando en ese lugar donde pasan cosas muy importantes para mí", confiesa. Un lugar, por supuesto, alumbrado por focos y con olor a madera.
"En la interpretación me enfrento con un público que está ahí, deseoso de entrar en una dimensión", dice. Y él con ellos. Solo que ahora, en esta ocasión exacta, lo aborde desde un registro distinto. Le toca subirse a las tablas en vez de ponerse detrás de cámaras. Pero tan perfecto que es. "Una cosa es rodar una escena de una película y otra plantarse todos los días en el escenario. Si cuando lo haces, no estás orgulloso ni convencido, es muy difícil seguir".
"El teatro es un ritual de los pocos que nos quedan", asegura. En un mundo construido "por montañas de paja que escalamos como si se tratase de una prueba de concurso televisivo" para publicarla después en redes sociales como "gestas heroicas", resulta imprescindible —incluso sano— no participar de ese show. Hasta viene bien perder la partida o empezar otra diferente.
"Hay que apostar por ese espectador que ya pagó una entrada, que se sienta en una butaca y que está dispuesto a apagar su teléfono durante un tiempo para sumergirse en una historia", defiende Sbaraglia. Sea cual sea: comedia romántica, thriller o drama. Da igual. Lo importante siempre es poder convertirse, durante una hora y cuarto, en el protagonista. Y así ser, por ejemplo, Luis pero entender, sin embargo y al mismo tiempo, al escritor estadounidense William Faulker y a su amante, Meta Carpenter.
"Más que un monólogo Los días perfectos es como una gran escena de alguien que está al otro lado todo el rato y que uno no ve", explica su intérprete.
Un monólogo en el que todo el mundo habla y escucha
Y es que, tras leer las cartas originales que Faulker le había enviado a Carpenter, Luis, duda y decide replantearse su matrimonio. Comienza a revisar su vida sentimental.
"Luis le está hablando a su mujer de hace 17 años. Y ella está ahí, donde están los espectadores", comenta. Aunque también podría estar sentada en una cama. Tal vez en una silla. Quizá en un parque. O, por qué no, en una habitación. "Es una situación muy íntima que, si bien la realizo en un teatro, podría desarrollarla a diez centímetros de mi esposa, porque son esas conversaciones que solo ocurren en una relación de pareja cuando uno habla con el corazón y con la grosería que se tiene en la intimidad", detalla Sbaraglia.
Incluso si es una intimidad a 9.000 kilómetros de distancia. O más, de hecho, si existe tanta lejanía. Porque, "como dice el personaje: siento que esos casi 9.000 kilómetros de distancia real que nos separan son similares a la distancia en la que estamos viviendo desde hace tiempo".
Las mañanas de RNE