Cáncer de mama, una enfermedad que también afecta a los hombres
- Antonio García, superviviente de un cáncer de mama, asegura que sintió la soledad del diagnóstico por ser hombre
- Una joven congela sus óvulos para poder ser madre después del tratamiento oncológico
Cuando Antonio García escuchó las palabras “cáncer de mama”, lo primero que pensó fue: “¿Cómo explico yo esto?”. A sus 46 años, él formaba parte del 1% de los diagnósticos globales de cáncer de mama que corresponden a hombres; en España, esa cifra llega al 2 %. Aunque poco frecuente, el cáncer de mama masculino existe, y muchas veces, en silencio.
Antonio García, superviviente de cáncer de mama, en un momento de la grabación de 'De Seda y Hierro'
“Estaba jugando con mi hija pequeña y cuando me dio una patada en el pecho izquierdo me di cuenta de que tenía un bulto”, explica Antonio en De Seda y Hierro. Fue su mujer, María Ángeles, la que le empujó a ir al médico. Cuando un hombre es diagnosticado con cáncer de mama, no solo debe afrontar la enfermedad, sino también el miedo al estigma.
Romper el aislamiento: redes y asociaciones
Antonio era el único hombre en tratamiento de cáncer de mama en el hospital La Mancha Centro, en Alcázar de San Juan, y es el único miembro masculino de la asociación 'Supernenas', que cuenta con 120 mujeres asociadas.
Antonio García reconoce que al principio sintió la soledad del diagnóstico: “Intentas identificarte con personas que ya lo hayan pasado porque yo no conocía a ningún hombre”. El primer vínculo lo encontró con ellas: las 'Supernenas', un grupo de mujeres con cáncer de mama que lo arroparon sin vacilar. “Fueron de las primeras que me acogieron”, dice con gratitud. Pero después vino una conexión decisiva: “Mi mujer vio a través de Instagram que había una asociación que se llamaba 'INVI' (de “invisible”) y que era exclusivamente de hombres con cáncer de mama y entonces vi que no era un extraño”.
La etapa del tratamiento
La quimioterapia fue un capítulo duro. Antonio y su familia lo recuerdan con crudeza mirando fotografías en el sofá de su casa. Para sus hijas, la imagen de Antonio durante el proceso de tratamiento contra el cáncer no corresponde con la del padre que ellas conocen. “Papá estaba malito”, les explica su madre.
“La quimioterapia se lleva todo, lo bueno y lo malo“
“La quimioterapia se lleva todo, lo bueno y lo malo. Al final el músculo está también rodeado de células y (el cáncer), me dejó, bueno, como yo siempre decía: un mosquito me echa una carrera y me gana, cuenta Antonio en De Seda y Hierro.
Una vez superada esa fase, todavía quedan años por delante. “Ahora estoy en un tratamiento hormonal, me quedan dos años, de cinco. Los síntomas que tengo con la pastilla son los mismos que los de una mujer menopáusica: sofocos, dolores de articulaciones…”, apunta Antonio. Efectos secundarios que no discriminan por razón de género.
Para enfrentar el desgaste físico, Antonio encontró ayuda en el deporte. “Era hacer deporte o quedarse sin poder hacer nada ahí en una silla. Yo creo que eso le ha ayudado mucho a paliar todos esos efectos secundarios”, explica María Ángeles. Hoy, su estado de salud es mucho más estable según su mujer: “Ahora está muy bien”.
““
Una familia como bastión
El cáncer no es solo un asunto individual, muchas veces trastoca dinámicas familiares, roles y emociones profundas. Parte del motor que mantuvo firme a Antonio fue su familia. “Yo estaré eternamente agradecido a mi mujer y a mis hijas. Gracias a ese cariño he podido salir adelante”, dice con emoción.
Su mujer tomó la decisión de ayudar a Antonio con su empresa, para que él también dispusiera de más tiempo libre para disfrutar en familia. “Era un asiduo del trabajo y tengo que seguir haciéndolo, pero mirando más el bienestar de mi familia, el bienestar de mis hijas y de mi mujer. Estar cuanto más tiempo con ellas”, reconoce Antonio
“El apoyo de mis compañeros de la banda fue total“
Otro pilar fundamental en la nueva vida de Antonio es la música. Aunque entró en la banda de música municipal con 9 años tocando la flauta, tras superar la enfermedad decidió cambiar de instrumento porque “el flautín me recordaba mucho a lo que yo había pasado”, afirma y se decidió por la tuba. “El apoyo de mis compañeros de la banda fue total”, subraya Antonio que, además, recuerda emocionado cómo, al volver tras curarse, le "recibieron con un aplauso”. “Estoy orgullosísimo de pertenecer a este grupo de personas”, sentencia.
Para Antonio y para muchos otros hombres como él, cada día es una victoria, cada paso un acto de visibilidad. Con su testimonio, nos recuerda que el cáncer de mama es una lucha de todas las personas, sin distinción de género. Y que hablar de ello puede hacer la diferencia.
De Seda y Hierro