El crimen de Almansa: cuando un exorcismo se transforma en asesinato
- Rosita, de 11 años, murió durante un cruel exorcismo realizado por su propia madre, su tía y dos vecinas en Almansa en 1990
- Miren Jaurne nos trae a Podría ser peor uno de los sucesos más estremecedores de nuestro país


"Es un crimen de la crónica negra de nuestro país espeluznante. Y todavía me quedo corta", advierte Miren Jaurne, colaboradora de Podría ser peor.
Brebajes. Espiritismo. Curanderos. Estamos en Almansa, Albacete. Es septiembre de 1990. La pequeña Rosa María Gonzálvez, Rosita, de 11 años vivía junto a su padre Jesús, su madre Rosa y otros 22.000 habitantes más en un municipio sumido en una fiebre de supersticiones y creencias esotéricas.
"A finales de los años 80 había mucha cultura de sanadoras en la provincia de Albacete. En el pueblo de Almansa había más de 300 sectas, curanderas o como se quieran llamar. Eran mujeres generalmente que tenían conocimientos de hierbas, que hacían sesiones de espiritismo y que sanaban. O eso creían sus clientes", explica Jaurne.
Entre todas, una de las más reconocidas era Rosa, la madre de Rosita. "Le iba tan bien que su marido dejó su trabajo para convertirse en su auxiliar administrativo", cuenta Jaurne. No faltaba de nada. Clientela. Dinero. Fama. Éxito. Hasta que en 1990 la moda cambia y toca reinventarse. "Se popularizaron las parejas de curanderos hermanos", comenta Jaurne y, así, "con el fin de hacer más caja, Rosa reclutó a su hermana Ana".
Sin embargo, la extensión del negocio familiar pronto dio paso a algo mucho más oscuro y siniestro: un exorcismo para "abortar" al demonio que supuestamente estaba gestando Rosita.
"De todos los clientes que tenían las hermanas destacaba una chica diez años menor que Rosa, Marí Ángeles Rodríguez". Esta mujer de 27 años "sentía tal atracción por Rosa que la consideraba una diosa". Estaba cegada por ella. En el verano de 1990 la relación entre ambas va un paso más allá. "Se convierte en un romance" y la obsesión de Mari Ángeles por Rosa crece todavía más. Se vuelve algo obsesivo.
"Mari Ángeles desatendió por completo a su propia familia" –su esposo y sus dos hijos de cinco y seis años– haciendo oídos sordos a las advertencias insistentes de su marido Martín de que Rosa "estaba poseída". No le importaba nada ni nadie más que su amante.
"Al haber reclutado a su hermana, el negocio de Rosa iba viento en popa", comenta Jaurne. Pero no lo suficiente. El margen de beneficio todavía podía aumentar. El nicho de mercado no estaba cerrado.
"¿Qué es mejor que una pareja de hermanas curanderas? Dos parejas. "Rosa ordenó a Mari Ángeles que trajera a su hermana Mercedes de Valladolid para montar la consulta entre los dos pares de hermanas". Dicho y hecho. Mercedes llegó a tierras manchegas el fin de semana del 15 de septiembre de 1990. Fue el inicio del horror.
"Para darle la bienvenida a Mercedes, las cuatro –Rosa, Ana, Mari Ángeles y Mercedes– se fueron a cenar. Después, a casa de Rosa. Allí bebieron una de las pociones que ella preparaba y cuyo ingrediente principal era el beleño, una hierba venenosa con propiedades medicinales en dosis pequeñas y controladas, pero altamente tóxica y alucinógena si se abusa de ella". Como sucedió en este caso.
La celebración se les fue de las manos con las "pócimas". Sus efectos y consecuencias no tardaron en aparecer. "Rosa acusó a Martín de ser el demonio y aseguró que, para expulsarlo, ella y Mari Ángeles debían mantener relaciones sexuales, algo que hicieron delante de sus respectivas hermanas", relata Jaurne.
"De madrugada, entrado ya el 16 de septiembre, Rosa y Mari Ángeles, que querían seguir con la fiesta y la orgía, salieron a por más hierbas" mientras Ana, la hermana de Rosa, aprovechaba para huir. "No le gustaba lo que estaba pasando, se volvió casa y dejó a Mercedes con los hijos de Mari Ángeles. Al ver que transcurrido un tiempo no regresaban, Mercedes fue con los niños a casa de Rosa. Al llegar, se las encontró en la habitación desnudas, cubiertas de orín, hablando en una lengua antigua y rompiendo estampitas de santos", narra Jauren.
Pero no es todo. Dentro de esa vorágine y desfase, "a Rosa le dio por decir que la que estuviera menstruando llevaba el demonio adentro".
"Obligó a Mercedes a desnudarse, vio que estaba menstruando. Sin embargo, cambió de objetivo. Se fijó en los hijos de Mari Ángeles. Según ella, tenían al demonio en su interior, por lo que los metieron en la habitación y los forzaron a vomitar. Afortunadamente, como era domingo apareció Martín, el marido de María Ángeles y el padre de los pequeños, para llevárselos a dormir porque al día siguiente tenían colegio".
Con los menores fuera, Rosa, Mari Ángeles y Mercedes continuaron su particular ritual. Desnudas en la cama, defecando, manteniendo relaciones, gritando cánticos y asegurando que aún quedaba un diablo por expulsar, Rosa se acordó entonces de su hija Rosita, que estaba durmiendo en su habitación.
Tenía once años y había empezado a menstruar un par de meses antes. Pero ese mes no. Y eso, para su madre, solo podía significar una cosa: su hija estaba embaraza del diablo.

"La encerraron con ellas, la desnudaron y le vaciaron las vísceras por la vagina. Los únicos órganos que encontró el forense en el cuerpo de la niña durante la autopsia fueron el hígado, el bazo y el estómago", explica Jauren. Los gritos de dolor mezclados con los de resignación y aceptación de su destino de Rosita –"Mamá, terminad ya. Acabad ya. ¡Sacadme al demonio de dentro!", suplicaba la menor– alertaron a su padre.
"Al oír los alaridos, Jesús salió a pedir ayuda. Recurrió a su cuñada Ana, que había huido el día anterior. Sin embargo, en su intento de rescatar a Rosita se convirtió en la siguiente víctima", comenta Jauren.
Rosa aseguraba que Ana era la que tenía ahora el demonio en su interior. ¿Por qué otro motivo iba sino a tratar de salvar a su sobrina? La desnudaron y la inmovilizaron en la cama, junto al cadáver y vísceras de Rosita, para empezar a hacerle lo mismo cuando Jesús regresó con Martín.
Nadie entró en la cárcel
Finalmente, la Guardia Civil los arrestó a todos el 18 de septiembre. En el juicio, los hechos quedaron probados. El forense fue tajante: "Rosita murió por shock hipovolémico y neurológico causado por la evisceración que primero fue con un palo y luego manual". Sin embargo, ni Rosa, ni Mari Ángeles, ni Mercedes, ni Ana, ni Jesús pisaron la cárcel.
"Ana y Jesús no fueron juzgados, acudieron al juicio como testigos. Por su parte, el informe psiquiátrico determinó que ninguna de las demás mujeres era imputable. A Rosa y a Mari Ángeles se les diagnosticó un estado psicótico agudo con enajenación mental. A Mercedes, una enfermedad mental transitoria". No entraron en prisión. Estuvieron uno y cuatros años respectivamente recibiendo tratamiento en hospitales psiquiátricos.