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Los Picaos de San Vicente de la Sonsierra: flagerarse como penitencia en Semana Santa

  • La penitencia de los Picaos es la seña de identidad de San Vicente de la Sonsierra en Semana Santa
  • Descubre más tradiciones en ‘Pasión y gloria’, disponible en RTVE Play

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Los Picaos: flagerarse como penitencia en Semana Santa
Un Disciplinante flagelándose durante la procesión de San Vicente de la Sonsierra

La Semana Santa en el pueblo riojano de San Vicente de la Sonsierra adquiere un matiz especial: la tradición de los Disciplinantes, más conocidos como “Picaos”, es una manera de manifestar la devoción a través de la penitencia. La Cofradía de la Santa Vera Cruz organiza este rito en el que los hombres se flagelan. “Las primeras noticias que tenemos en nuestros archivos datan del 1524”, apunta José Miguel Mendoza, prior de la congregación, en el programa 'Pasión y gloria'.

La penitencia de los Picaos

En número de disciplinantes que sale en la procesión, que se celebra el Jueves Santo, no se sabe hasta el momento en que se inicia. Para participar como Picao se deben cumplir una serie de requisitos: ser hombre, tener la mayoría de edad y poseer un certificado del párroco que acredite su sentido cristiano o de buena fe.

Quien participe tiene que ponerse un hábito adecuado para la disciplina. “Son blancos, completamente blancos, de una pieza con una capucha que lo que hace es guardar la intimidad del disciplinante y con la parte de la espalda con un cuadro”, explica el prior. Es en esa la abertura de la vestimenta por donde los Picaos se golpean con ambas manos, de forma seca de izquierda a derecha, desde encima de los hombros. Para flagelarse usan unas madejas compuestas por algodón y lino. “Van enceradas para que aguanten más los azotes y para que tarden más tiempo en irse deshilando”, comenta Mendoza.

Madeja para la primera flagelación

Madeja compuesta por algodón y lino

Cada disciplinante se da entre 800 y 1100 latigazos, durante unos 20 minutos, hasta que su acompañante y el práctico deciden cuando tiene que ser pinchado. Según apunta José Miguel Mendoza, el acompañante se convierte en los ojos del “picao”, aunque este puede ver: “Es el que le indica, el que le protege de toda la gente que viene a ver nuestras procesiones. Es el que le dice cómo y de qué manera. Porque no todos los disciplinantes tienen la misma costumbre a la hora de golpearse la espalda. Hay gente que para un lado se cruza bien y para el otro se cruza mal." Y es que toda la espalda, incluso la zona de los riñones, debe quedar morada de manera homogénea: "Que haya la acumulación de sangre en ese momento en la misma parte a la vez.”

El práctico es el que pincha la espalda del penitente en seis ocasiones para que salga la sangre. El utensilio que se usa se llama esponja aunque, en realidad, se trata de una bola de cera con seis cristales incrustados de dos en dos. En total, el "picao" recibe 12 pinchazos, en memoria de los 12 apóstoles. “Podría parecer que le duele, pero después de 500 golpes la espalda ya está dormida. Esto podría ser un alivio”, asegura Mario Moraza, que es práctico. “De lo que se trata es de que la sangre salga y, por lo tanto, el hematoma baje”, añade el prior.

Bola de cera con los cristales

Bola de cera con los cristales

Tal como comenta Mendoza, el disciplinado seguirá la procesión, flagelándose más con otra madeja alrededor de 20 veces para que la sangre termine de salir. Una vez finaliza la penitencia, el “picao” y el acompañante volverán a la cofradía para que las heridas sean curadas con agua de romero.

La prohibición de la penitencia

Estamos sobreviviendo

La flagelación penitencial era frecuente en España hasta que en el siglo XVIII Carlos III la prohibió. Actualmente, esta tradición no está bien vista por la Iglesia. Sin embargo, persiste en San Vicente de la Sonsierra y fue declarada de interés turístico nacional en 2005 e internacional en 2016. En España solo quedan dos penitencias: los disciplinantes de Santa Vera Cruz y los empalaos Valverde de la Vera. “Estamos sobreviviendo”, dice el prior de la cofradía, que explica que en nuestro país la penitencia se ha prohibido en numerosas ocasiones y que, aun así, los disciplinantes la hacían clandestinamente.

La penitencia de los Picaos es la seña de identidad de este municipio de La Rioja. “Sé que es una cosa un poco comprometida y un poco alarmante cuando se ve. Nosotros como cofrades no queremos que la gente nos entienda. Lo único que queremos es que la gente nos respete.”, sentencia José Miguel Mendoza. El práctico Mario Moraza también coincide en que resistirán: “Mientras no nos lo prohíban desde la legislación, nosotros seguiremos aquí”.