Anxo Lugilde: «En la depresión tu cerebro trabaja contra ti»
Noticia Página Dos
- El escritor y periodista narra su relación de treinta años con esta dolencia
- «Una de las trampas de la depresión es pensar que el suicidio es una solución»
- Lugilde cita a Primo Levi como una influencia fundamental
Churchill la describió como «un perro negro» que lo acompañaba siempre. Sylvia Plath la vivía como «un exilio en una estrella fría, incapaz de sentir nada, excepto un irremediable entumecimiento horrible.» El Pulitzer William Styron compartió episodios recurrentes de su depresión y la definió como «una gris llovizna de horror, la muerte soplando sobre mí en frías ráfagas, la desolación.»
La literatura ha dedicado páginas a la depresión y la tristeza, que no son el mismo asunto. Sobre esta última escriben Machado (desamor), W. H. Auden (duelo) o Miguel Hernández (pérdida). En Serotonina, Houellebecq siente que ni siquiera la cultura es una tabla de salvación. Emmanuel Carrère habla en Yoga del estado anímico que lo llevó a ser hospitalizado cuatro meses. Kafka, Poe, Woolf, Hesse o Foster Wallace también se enfrentaron a una enfermedad que sigue siendo desconocida, tabú y ambigua.
Óscar López citó a Anxo Lugilde en Página Dos para hablar de Mi vieja compañera (Península), el relato en primera persona de treinta años de lucha contra la depresión. Un testimonio contundente, no exento de retranca gallega, que relata cómo esta dolencia irrumpe en la vida profesional y personal de un individuo.
Mientras escribía el libro, compartió su situación con sus seguidores. En octubre de 2020 quiso relatar su vivencia a los oyentes de su colaboración semanal en la radio. Poco después haría lo mismo en una crónica personal en el periódico para el que escribe. Su objetivo: dar visibilidad y acabar con los mitos y la vergüenza (injustificada) de los que sufren depresión.
La confesión de Anxo coincidió con la pandemia. «Yo no quería airear mi vida privada y valoraba mi derecho a la intimidad», explica en la novela, «pero era muy consciente de que resultaba absurdo estar metido en el armario de la depresión. Tuve miedo de las reacciones, pero la respuesta consistió en una explosión de afecto inmensa. Se trató, de hecho, de una de las mejores cosas que he hecho en mi vida.»
Óscar le pregunta por la acogida del libro y la reacción de los lectores. El escritor contesta con su ironía habitual: «Bueno, lo primero con los lectores es que los haya. A través de las redes, que a veces son un poco la continuidad, me llega muy buena respuesta. Estoy muy contento de haberlo publicado a la vez en mis tres idiomas: español, gallego y catalán.» Este libro no es un ensayo sobre la depresión, ni un libro de autoayuda. «He querido acabar con el estigma que rodea a esta enfermedad: que es de vagos, que basta con cambiar de vida, que depende de uno… todo eso hace mucho daño.»