Cocinas fantasma: El ¡booh! del delivery y cómo afecta a los vecinos que conviven con ellas
- Desde el surgimiento de las cocinas fantasma, tener una experiencia gourmet en casa es posible y parece atractivo. Pero detrás del boom del delivery en España hay una cara B.
- La historia de Cristina Domingo, vecina afectada por las cocinas fantasma, al completo.
En el corazón de Tetuán, un barrio céntrico de Madrid, la vida de Cristina Domingo ha cambiado drásticamente en los últimos años. Este distrito, hogar de 153.000 habitantes, ha visto un auge en un nuevo tipo de negocio que, aunque inicialmente prometía conveniencia y modernidad, ha traído consigo una serie de problemas que afectan directamente la calidad de vida de sus vecinos. Estamos hablando de las cocinas fantasma.
El fenómeno de las cocinas fantasma
Las cocinas fantasma, también conocidas como dark kitchens, nacieron como respuesta al creciente mercado de la comida a domicilio impulsado por plataformas digitales. En España, los empresarios de este sector han optado por instalarse en zonas de alta densidad de población, cerca del centro de las ciudades, para maximizar su capacidad de entrega. Aunque la mayoría se concentran en Madrid y Barcelona, ya hay más de 150 operando en todo el país. En Sevilla, por ejemplo, The Butlers es una de las más conocidas, fundada por Rafael Valenzuela, un pionero en este tipo de negocio.
La idea de un restaurante virtual sin mesas ni camareros puede sonar genial. Sin embargo, esta innovación tiene su lado oscuro, especialmente para los vecinos que viven cerca de estos establecimientos. Cristina Domingo, una residente de Tetuán, ha sido una de las más afectadas por la proliferación de estas cocinas.
Desde que estas cocinas empezaron a instalarse en su barrio, Cristina ha visto cómo su vida cotidiana se ha transformado en un calvario. Los problemas van desde el ruido constante de los extractores de humo y los motores de las motos de reparto, hasta los malos olores que invaden su hogar. “Es imposible descansar, el ruido es constante y los olores son nauseabundos”, dice Cristina, con la voz cargada de frustración.
El impacto en la comunidad: salud y bienestar en riesgo
El impacto de las cocinas fantasma no se limita al interior de las viviendas. En la vía pública, las motos de los repartidores ocupan cada vez más espacio, dejando sin aparcamiento a los coches de los vecinos. “Es una batalla diaria encontrar dónde dejar el coche”, comenta un vecino que prefiere mantener el anonimato. La situación ha llegado a tal punto que algunas familias han considerado mudarse, pero vender sus viviendas se ha vuelto una tarea difícil. Los potenciales compradores están al tanto de estos problemas y prefieren buscar en otras zonas.
Además, algunos propietarios de cocinas fantasma han intentado silenciar las quejas ofreciendo compensaciones económicas a los vecinos. Cristina recuerda una ocasión en la que le ofrecieron dinero para que dejara de quejarse. “Nos ofrecieron una compensación económica para que accediéramos y no pusiéramos pegas”, cuenta indignada. Aunque algunos aceptan estas ofertas en silencio, muchos otros, como Cristina, continúan luchando por una solución más justa y permanente.
Los problemas generados por las cocinas fantasma no se limitan al ruido y los olores. La salud de los vecinos también está en juego. Antonio Carretero González, abogado experto en mapas de ruido, explica que los niveles de ruido exceden con frecuencia los límites permitidos por la legislación. “El ruido que generan las cocinas fantasma puede provocar problemas de salud a los vecinos”, advierte Carretero.
El principal problema es la falta de aislamiento acústico adecuado. A diferencia de las discotecas, que están obligadas a instalar paneles de vidrio de fibra de roca para contener el sonido, las cocinas fantasma no están sujetas a las mismas regulaciones. Los extractores de humo y olores suelen instalarse en las fachadas de los edificios o en los patios de luz, lo que agrava la situación.
Cristina y otros vecinos han llevado su lucha hasta el ayuntamiento, presentando quejas y participando en manifestaciones. “No queremos compensaciones, queremos soluciones. Queremos vivir en paz en nuestras casas”, insiste Cristina. Sin embargo, la solución no parece estar cerca. Aunque se prevé una modificación en la legislación para restringir la actividad de las cocinas fantasma en ciertos vecindarios y exigir medidas específicas para mitigar el ruido y los olores, los cambios no llegarán de inmediato.
Antonio Carretero señala que la legislación actual ha permitido la instalación de estos negocios en lugares inadecuados. “Estos negocios han aprovechado los huecos que había en la legislación para instalarse en comunidades de vecinos donde los locales no tenían los requisitos necesarios para preservar la seguridad acústica”, explica.
Un futuro incierto
A pesar de la adversidad, Cristina no pierde la esperanza. Continúa organizando reuniones con otros vecinos afectados y busca apoyo en las redes sociales para visibilizar el problema. “No podemos rendirnos. Si dejamos de luchar, ellos ganan y nosotros perdemos nuestra calidad de vida”, afirma con determinación.
La historia de Cristina Domingo es un reflejo de los desafíos que enfrentan muchas comunidades ante el rápido avance de nuevas formas de negocio que no siempre consideran el impacto en la vida de las personas. Su lucha es un llamado a la regulación justa y a la protección del bienestar de los ciudadanos. Mientras tanto, Cristina y sus vecinos siguen esperando un cambio que les permita recuperar la tranquilidad en sus hogares.