Países Bajos vuelve a las urnas tras el fracaso del Gobierno de Wilders y con la extrema derecha a la cabeza
- El líder de ultraderecha fue el causante del colapso del Ejecutivo tras las divisiones en materia migratoria
- El sistema político neerlandés es uno cuya estructura favorece los consensos ante la ausencia de mayorías
Países Bajos vuelve al ring electoral menos de dos años después de los últimos comicios. El Partido por la Libertad (PVV) del ultraderechista Geert Wilders lidera las encuestas tras provocar el colapso del Ejecutivo por las divisiones en materia migratoria. Una cuestión que ha convertido en su tema principal de campaña.
"Para sus votantes, la inmigración sigue siendo su principal preocupación social y sienten que el PVV es más creíble en este tema porque lo ha planteado de forma más consistente", observa la profesora de política neerlandesa en la Universidad de Leiden, Sarah de Lange.
La estructura del sistema político neerlandés favorece los consensos, ya que suele asegurar un Parlamento atomizado. "No es nada predecible y eso significa que las promesas sobre quién puede gobernar con quién son importantes para los votantes", contempla el profesor asociado de política holandesa en la Universidad de Leiden, Simon Otjes. Un total de 15 partidos obtuvieron escaños en las últimas elecciones y 27 competirán en estos comicios.
Esta necesidad de formar coaliciones retrasa el comienzo de nuevos ciclos político. "Son nuestras terceras elecciones en cinco años, y eso es peor de lo que parece cuando vemos lo difícil que nos es alcanzar un acuerdo para gobernar", admite el investigador principal en estudios de política económica en el American Enterprise Institute, Stan Veuger. "Por lo tanto, cuando transcurren dos años entre unos comicios, suele significar que el Gobierno solo estuvo en el poder un año" recalca.
El Estado europeo también acude a las urnas con un escenario electoral escorado a la derecha. La causa principal es un debate político dominado por la inmigración, pese a que el país atraviesa otros problemas mayores, como la crisis de la vivienda. Incluso el Partido Popular por la Libertad y la Democracia (VVD), el que fuera la formación de centroderecha del actual secretario de la OTAN, Mark Rutte, se ha visto influenciado por este giro conservador.
Fue la sucesora de Rutte, Dilan Yesilgöz, quien se abrió a formar Gobierno con Wilders. El movimiento rompió el cordón sanitario que había aislado a la extrema derecha durante más de una década.
Ahora, "el VVD está perdiendo muchos escaños, aunque más que por su desempeño en el Gobierno parece deberse a la campaña que están llevando a cabo", sostiene De Lange. "Yesilgöz ha hecho muchas declaraciones controvertidas, algunas para atraer a los votantes del PVV. Hasta cuando señala que no están dispuestos a gobernar de nuevo con Wilders no es por su postura de extrema derecha, sino porque ha demostrado ser un socio de coalición poco fiable", distingue.
El líder del PVV, Geert Wilders, y la secretaria general del VVD, Dilan Yesilgöz, juegan con el personal del periódico De Telegraaf en Ámsterdam REMKO DE WAAL
Actualmente, el PVV encabeza los sondeos con 33 escaños, seguido por los democristianos y la alianza de izquierdas GroenLinks-PvdA de Frans Timmermans. El excomisario europeo ha intentado rearmar un espacio progresista, si bien es consciente del poco entusiasmo que despierta entre su electorado dada su "baja popularidad", puntualiza Delange. "Uno pensaría que a los partidos de izquierda les iría bien en estas elecciones, pero básicamente están igual que la última vez", considera Veuger. "Lo que han hecho es simplemente quedarse sentados y confiar en que la opinión pública les favoreciera", destaca.
El breve experimento de gobernar con Wilders
El anterior Gobierno neerlandés dirigido por el tecnócrata Dick Schoof fue una apuesta arriesgada. Tras años relegada a los márgenes, la ultraderecha entraba de lleno en el Ejecutivo. No era su primera vez: "Alrededor de 2002, tuvimos un Gobierno efímero con el ya extinguido partido de derecha radical Lista Pim Fortyum, y luego, en el período 2010-2012, uno en minoría apoyado por el PVV", enumera Otjes.
Junto al VVD, el Movimiento Campesino-Ciudadano y el Nuevo Contrato Social, la coalición prometía, entre otros aspectos, firmeza migratoria, aumentar el poder adquisitivo y la contratación sanitaria y congelar los alquileres. No logró ninguno de sus objetivos. Todos los partidos, incluido el de Wilders, han sufrido por su accidentado paso por el Gobierno. "El precio más alto lo pagó el Nuevo Contrato Social, que ha pasado de tener 20 escaños a tener cero en las proyecciones", esclarece Veuger.
De izquierda a derecha, los líderes del partido D66, Rob Jetten, del GroenLinks-PvdA, Frans Timmermans; del JA21, Joost Eerdmans, del Movimiento Campesino-Ciudadano, Caroline van der Plas; del PVV, Geert Wilders; del VVD, Dilan Yesilgoz; y el presidente de campaña del CDA, Henri Bontenbal REMKO DE WAAL
Wilders había suavizado su retórica antimigratoria para hacer viable el pacto, pero nunca abandonó su agenda maximalista, y así se lo hizo saber a sus socios. Su plan de 10 puntos exigía la deportación de migrantes condenados por delitos, el cierre de fronteras a los solicitantes de asilo, prohibía la reunificación familiar de los refugiados y cerraba los centros de acogida. Todas estas propuestas, como puntualiza De Lange, eran "más estrictas que las acordadas originalmente".
A partir de entonces, cada semana de Gobierno se convirtió en un forcejeo entre el PVV y los socios centristas. Wilders interpretó esa resistencia como una traición. El 3 de junio rompió el Gobierno, acusando a sus aliados de impedirle cumplir su "mandato popular".
El colapso era previsible. No solo por las diferencias ideológicas, también porque la coalición acumulaba un rosario de escándalos. Solo por citar algunos, el principal negociador de Wilders y su primer candidato a primer ministro tuvieron que retirarse acusados de fraude, soborno y apropiación indebida de propiedad intelectual. Asimismo, la elección inicial de Wilders para viceprimer ministro, Gidi Markuszower, fue bloqueada por los servicios de seguridad por supuestos vínculos con la inteligencia israelí.
El modus operandi del líder ultraderechista no es nuevo, lo que resalta su poca fiabilidad como asociado. Esta "renuencia del PVV a hacer concesiones", es lo lo que "lo ha vuelto improbable para volver al Gobierno", subraya Otjes.
El reto de constituir un Ejecutivo
Un Gobierno mayoritario de Geert Wilders sería un hecho sin precedentes en la historia reciente de los Países Bajos, pues pasaría de ser el eterno opositor a concentrar poder real. Tanto si este queda apartado de la gobernanza como si no, "la pregunta más importante que domina esta campaña es qué partidos pueden gobernar juntos y su reticencia a decir con quiénes lo harán", considera Otjes.
Pese a que, como comenta el experto, la cuestión migratoria "ha sido un tema dominante en la agenda política holandesa durante los últimos 25 años", lo que ha favorecido indudablemente al PVV, no ha impedido que "los demás partidos aborden preocupaciones públicas más amplias en esta campaña, como el aumento del coste de la vida".
En consecuencia, la victoria absoluta de la ultraderecha no está asegurada. Tal y como recuerda De Lange, "las encuestas no predicen el resultado cuando más del 50% de los votantes holandeses aún están indecisos, y solo se decidirán en los últimos días de las elecciones".
De momento, si nos atenemos a las predicciones más optimistas, "existe la posibilidad de una coalición de cuatro partidos: la alianza GroenLinks-PvdA, el democristiano CDA, el liberal D66 y el VVD", prevé De Lange. Algo que también suscribe Veuger: "Son las únicas opciones reales; los demás partidos son tan pequeños que se necesitarían incluir a tres más para gobernar".
El líder de la alianza GroenLinks-PvdA, Frans Timmermans, junto a sipatizantes de la formación en la plaza Ten Kateplein, Ámsterdam SIMON LENSKENS
Con todo, "el VVD ha afirmado constantemente durante la campaña que no está dispuesto a compartir Ejecutivo con la Alianza porque supuestamente son demasiado radicales", avisa De Lange. Si eso ocurre, los Países Bajos tendrían que recurrir a una coalición de cinco partidos [quizá más], algo bastante único en Europa, extremadamente difícil de formar y probablemente muy inestable", concluye.
Las claves electorales
Estas elecciones son ejemplo de la mayoría de tensiones presentes en el escenario político europeo. De acuerdo con los expertos consultados, los comicios estarán condicionados por cinco factores clave:
1. Normalización de la extrema derecha. Como apuntan De Lange y Otjes, Wilders no solo ha impuesto su lenguaje, sino que ha sido parcialmente copiado por el resto de partidos. La derecha liberal ha perdido su papel de contención y ahora comparte base electoral con el PVV.
2. La implosión del VVD. Dilan Yeşilgöz no ha logrado consolidar el liderazgo de su antecesor; en los primeros meses al frente de la formación su nivel de confianza interna se desplomó del 77% al 31%. Yesilgöz ha sido acusada de liderar un "VVD de extrema derecha descafeinado".
3. El resurgimiento del CDA. El vacío que ha dejado el VVD y otros grupos conservadores en el espectro político ha permitido al democristiano CDA resurgir y aspirar a una tercera o hasta segunda plaza en el Parlamento. "Han pasado de tener un desempeño pobre la última vez, bajando a cinco escaños, a rondar los 25 en las encuestas; el partido es muy optimista sobre sus posibilidades", observa Veuger. Y como advierte Otjes, la formación que queda subcampeona en las elecciones es la que "tiene la iniciativa para crear una coalición".
4. El contrapeso de Frans Timmermans. El exvicepresidente de la Comisión Europea encarna un centroizquierda pragmático que busca recuperar el espacio político. Su programa de vivienda pública, fiscalidad progresiva e inversión en energías renovables suena razonable, pero se ve obstaculizado por un escenario centrado en la inmigración, sostiene De Lange. Wilders lo ha elegido como su enemigo directo.
5. Un clima social crispado. Los disturbios en La Haya en septiembre, protagonizados por manifestantes antiinmigración y amplificados por redes afines al PVV, han mostrado hasta qué punto la división política se ha instalado en el debate público.