Eduardo Mendoza: "Proveedor de felicidad es el mejor elogio que he recibido en mi vida"
- El Premio Nacional de Asturias de las Artes, recoge su galardón en Oviedo repasando la fuente de sus novelas
- Discurso íntegro de Eduardo Mendoza
Hay muchos Eduardos Mendoza. El novelista es el más querido y admirado, pero el hombre de mundo también se revela en los discursos: maneja con soltura cualquier escenario con su sempiterna sonrisa, que ha desplegado en el Teatro Campoamor de Oviedo, donde ha recogido el Premio Princesa de Asturias de la Letras, otro más en su larga carrera de reconocimientos.
El autor de Sin noticias de Gurb o El misterio de la cripta embrujada, ha tirado de modestia, mesura y, obviamente, humor, su marca personal con la que agradecido el galardón en su discurso. “Si no me miro al espejo, todavía me considero una joven promesa de la Narrativa Española. Lo último que se pierde no es la esperanza, sino la vanidad”.
Mendoza ha trazado una sucinta biografía, marcada por la literatura desde la cuna. “Tuve la suerte de nacer y criarme rodeado de libros y de personas que me leyeron en voz alta, pusieron a mi disposición una amplia biblioteca, me estimularon y me orientaron”.
Mendoza es Barcelona y aunque las ciudades, dice, "son de todos y no son de nadie, como las novelas", ha detallado ‘su Barcelona’: "Crecí en Barcelona, una ciudad de tamaño medio, cálida y soleada, tranquila, laboriosa y conservadora", pero también "un ciudad portuaria, viciosa y canalla". De esa combinación nace su obra. "Yendo de la una a la otra y buceando en bibliotecas y hemerotecas descubrí que Barcelona tenía además un interesante pasado turbulento y criminal, del que me apropié para escribir mis novelas".
Mendoza ha distinguido entre uno mismo y su obra, que atribuye a darle la vuelta a la educación estándar de cualquier estudiante durante el franquismo: “En el colegio recibí una educación estricta, tediosa y opresiva. Tenazmente me inculcaron las virtudes del trabajo, el ahorro y el decoro, gracias a lo cual salí vago, malgastador y un poco golfo, tres cosas malas en sí, pero buenas para escribir novelas".
"No soy optimista ni pesimista, porque no sirvo para prever el futuro"
Unas novelas que han logrado la nada fácil combinación de aunar el cariño de un público masivo y la valoración como parte del canon moderno de la narrativa española, acreditada por el Premio Cervantes otorgado en 2016.
"Alguien me ha llamado proveedor de felicidad. Es el mejor elogio que he recibido en mi vida y me gustaría que fuera cierto, aunque sea en dosis homeopáticas. Pero si alguna felicidad he dado a mis lectores, ellos me la han devuelto con creces con su lealtad, su complicidad y su cariño", ha agradecido.
Avanzando en su lectura, Mendoza se ha situado en el mundo. "No soy optimista ni pesimista, porque no sirvo para prever el futuro, pero no me gusta el mundo tal como lo veo, quizá porque he tenido la suerte de vivir una larga etapa excepcional de relativa paz, estabilidad y bienestar", ha lamentado.
Una desafección que acepta con resignación. "A mi edad, preferiría disfrutar de lo que hay y no andar quejándome de lo que falta, pero me temo que no podrá ser. Por lo demás, los años me han hecho valorar sobre todas las cosas el respeto. Y si algo me han enseñado es que todo es relativo. O quizá no", finaliza con humor relativizando hasta el propio relativismo.
Como coda, ha recordado que en 2024 su amigo Joan Manuel Serrat recibió el Princesa de las Artes. "Acabó su intervención con una hermosa canción. Como ustedes seguramente preferirán que yo no haga lo mismo, sólo me queda expresar una vez más, sinceramente conmovido, mi gratitud".