Garantías de seguridad, la línea roja que divide a Rusia y Ucrania y aleja el fin de la guerra
- El principal compromiso que Zelenski pide a sus aliados es asegurar su soberanía; Rusia busca que Kiev renuncie a ella
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Ucrania busca garantías en las negociaciones para el fin del conflicto. Garantías a su seguridad, a que su soberanía no vuelva a ser violada por Rusia como ocurrió en 2014 y 2022. Moscú también las ambiciona, pero bajo la condición de que Kiev renuncie a las suyas.
Hay dos maneras de terminar una guerra, tal y como define el codirector de Relaciones Exteriores y Seguridad Internacional del Centro Razumkov, Oleksiy Melnyk: "O una de las partes es derrotada, o ambas aceptan negociar porque son incapaces de lograr sus objetivos". Es por eso que, ante el riesgo de un conflicto congelado, Ucrania "exige como condición previa a cualquier acuerdo asegurar que otro conflicto no suceda".
El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, adelantó a principios de semana que las garantías quedarían redactadas en un plazo de siete a diez días. Es probable que en el documento participen los países de la 'Coalición de Voluntarios' con el respaldo estadounidense, aunque no está claro su grado de implicación.
Para el profesor de Historia de la Universidad Católica de América, Michael C. Kimmage, el compromiso de la Administración Trump será poco más que "una combinación de palabras". "Lleva tiempo intentando retirar parte de su presencia militar de Europa; es muy difícil que le brinde a Ucrania alguna garantía significativa", considera.
Ucrania y los aliados aún tienen pendiente concretar las garantías de seguridad, pero también existe el riesgo de una división de opiniones que deje a los encuentros sin propósito. Un escenario que persigue el presidente ruso, Vladímir Putin, para así dilatar ad infinitum el fin de la guerra.
Ucrania busca asegurar su futuro
Si ya de por sí Ucrania ha de luchar en las negociaciones para no renunciar a sus territorios soberanos, también debe asegurar la continuidad de su Estado. Ahí es donde entra en juego el concepto "garantía de seguridad".
Zelenski persigue un compromiso claro. Tras su reunión del lunes con el presidente estadounidense, Donald Trump, y los líderes europeos, habló del prysutnist ('presencia' en ucraniano). Esta presencia queda configurada, según el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, en "dos niveles".
A nivel interno, implica "garantías en las capacidades de defensa de Ucrania que disuadan de futuras agresiones rusas", explica Melnyk. En el plano exterior, concreta Kimmage, refiere a "la disposición de los aliados a participar en la guerra si Rusia viola las condiciones acordadas para la seguridad de Kiev". Esto último puede implicar el despliegue provisional de tropas en suelo ucraniano.
Dicha predisposición, como resume el investigador principal y director del programa de Rusia en el Centro Stimson, Peter Slezkine, "nunca se pondrá en práctica porque jamás será aceptada por la parte rusa, tal y como [el ministro de Exteriores ruso, Serguéi] Lavrov indicó el jueves de forma más o menos explícita".
En Europa, solo el Reino Unido y Francia se han mostrado aparentemente dispuestos a enviar soldados. Kimmage pone en duda su compromiso, y lo justifica apuntando a los continuos cambios de opinión de Emmanuel Macron y Keir Starmer. "No es lo que quieren, es una garantía que parece no existir", subraya.
Otros, como Suecia, se han limitado a evaluar un posible apoyo marítimo y aéreo. Trump ha sido en todo momento ambiguo sobre su contribución, si bien rechaza de plano un despliegue terrestre.
Entre otras cuestiones, quedan por definir detalles como el estacionamiento de tropas o las reglas de combate a seguir en caso de ataque ruso. Si tan solo planteamos bajo qué tipo de mandato estarían esos efectivos, "obviamente no sería al amparo de la ONU, pues Rusia es miembro permanente del Consejo de Seguridad y no lo consentiría", reconoce Melnyk. "Tampoco es que Rusia fuera a permitir otro tipo de despliegue militar", añade.
Una opción sería que los aliados enviasen pequeños contingentes "para brindar entrenamiento, asegurar algunas partes de la frontera con Bielorrusia o el espacio aéreo... De momento, solo podemos decir que se está debatiendo", zanja.
Estas garantías serían más sencillas de aplicar si se contemplase la adhesión de Ucrania a la OTAN; una quimera. Incluso Zelenski reconoció al inicio de la guerra que la entrada en la Alianza no estaba sobre la mesa, aunque recientemente se ha mostrado dispuesto a dejar el cargo a cambio de la adhesión.
En la última semana, el mandatario ucraniano se ha centrado en presentar un argumento diferente a sus aliados: si no puede acceder a la organización, necesita un formato de seguridad equivalente al Artículo 5 de la OTAN. Este establece el principio de defensa colectiva, donde un ataque armado contra uno o más miembros de la organización será considerado como un ataque contra todos los miembros y el deber de acudir en su auxilio.
"Frente a esta interpretación convencional, se podría cambiar a algo más pequeño, como la asistencia militar, que ya tenemos y sabemos que a Ucrania no le basta", establece Kimmage.
El problema es, reflexiona Slezkine, que "la OTAN se ha convertido en un fetiche al tratarla como un elemento disuasorio mágico", cuando hay ejemplos históricos de cómo "las promesas de un país de defender a otro [o no atacarlo] no se cumplen automáticamente". La violación de la neutralidad de Bélgica en la Primera Guerra Mundial es ejemplo de ello.
Entretanto, cuanto más se reducen los compromisos de la garantía de seguridad, "menos se parece a una verdadera garantía de seguridad", recuerda Kimmage.
Rusia, la garantía de que no las habrá
Según Trump, Putin admitió durante la cumbre de Alaska que Ucrania necesitaba garantías de seguridad. Sin embargo, este reconocimiento es diametralmente opuesto a sus demandas, basadas en la "finlandización" y la renuncia a la OTAN de Kiev, así como su oposición al despliegue de tropas occidentales en suelo ucraniano. Para Moscú, las garantías son que no las haya.
De todas las peticiones de Rusia, solo hay una que ha sido reconocida por la Administración Trump: "Que la OTAN no siga expandiéndose hacia el este", estima Slezkine. Esta negativa a la Alianza no es nueva. Previo a que Putin llegara al poder, Moscú ya rechazó que otros Estados de la antigua esfera soviética se unieran a ella. Muchos de esos países entraron por temor a una Rusia renovada que buscase reafirmar su influencia en el continente.
El miércoles, el Kremlin recordó que su reconocimiento a la independencia de Ucrania dependía de que no ingresase en ningún bloque. No obstante, olvidó señalar que, cuando Kiev firmó en 1994 el memorando de Budapest, renunció a su arsenal atómico a cambio del compromiso ruso a no emplear amenazas o fuerzas contra su integridad territorial. Una promesa que incumplió hasta en dos ocasiones.
Rusia nunca ha sido un actor fiable a la hora de aplicar garantías de seguridad. "Mira a [Bachar] Al Asad en Siria o a Armenia, que está tratando de salirse de la Organización del Tratado de Seguridad de Tashkent [la 'OTAN rusa'] tras lo ocurrido en Nagorno Karabaj", ejemplifica Melnyk.
La pregunta no es qué aceptará Rusia como garantías de seguridad para Ucrania, más bien si Moscú debería tener alguna influencia en el asunto. Slezkine se opone a una Rusia garante de Ucrania, pero tantea otra posibilidad: "Por ejemplo, un 'modelo austriaco' de neutralidad de la Guerra Fría, con múltiples garantes y sin vínculos sustanciales con Occidente. Puede que funcionase para Moscú, hasta incluso para ser flexible sobre la capacidad disuasoria de Ucrania", valora.
Por lo pronto, es indudable que, cuando se aborde un escenario que realmente ponga fin a la guerra, "Rusia tendrá que ser un actor clave", asevera Kimmage. Ahora bien, esto no tiene por qué incluir a Moscú en cada argumento que se plantea actualmente. "Creer que el país invasor se preocupa genuinamente por la seguridad del invadido es un error", insiste Melnyk.
El acuerdo, tan cerca; tan lejos
Lo que Ucrania pide a sus aliados no es solo un apoyo diplomático, también el compromiso sólido de que, si Rusia viola el acuerdo de paz, estarán dispuestos a respaldar a Kiev.
Pero su consecución requiere dos líneas de trabajo. Por un lado, distingue Melnyk, "brindar a Ucrania asistencia militar y económica para fortalecer su posición y detener el avance ruso". Por otro, "impulsar un frente político-diplomático que presione a Rusia y le obligue a aceptar que nunca logrará sus objetivos mediante la fuerza".
Con todo, la perspectiva de encontrar una solución al conflicto sigue siendo tan compleja como cuando Trump intensificó los encuentros diplomáticos. Rusia y Ucrania persiguen objetivos irreconciliables. Ucrania busca seguridad y soberanía. Rusia quiere controlar el territorio y destino ucranianos.
Pese a que la guerra prosigue, tarde o temprano llegará el momento de negociar y alcanzar un acuerdo. En su momento, el memorando de Budapest no tuvo una influencia real en la seguridad de Ucrania, pues, como admite Kimmage, "eran palabras vacías". "Lo último que Europa y Estados Unidos pueden permitirse son más palabras escritas", añade.
Pero puede que esto esté cambiando. "Finalmente escuchamos a los europeos decir que Ucrania es la primera línea de defensa en Europa", revela Melnyk. "Si nos fijamos en la Estrategia Europea de Defensa 2030, esta establece muy claramente cuáles son los componentes clave de la seguridad europea en el futuro, y Ucrania es uno de ellos", puntualiza.
Por encima de todo, es fundamental que Ucrania tenga la capacidad asegurar su independencia como país soberano, y "eso no puede depender de acuerdos verbales; tiene que ser lo más real posible. Es una cuestión logística, práctica; de capacidad militar", afirma categórico Kimmage.
En cuanto a Rusia, "su postura debe tenerse en cuenta en cualquier pacto que se dé por sentado, porque más allá de su responsabilidad en la guerra, la gran pregunta siempre será si un acuerdo es lo suficientemente aceptable para Rusia como para que deje de luchar", concluye Slezkine.