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PhotoEspaña 2025

Graciela Iturbide refleja la luz de México: "La fotografía es mi ritual en la vida y mi pasión"

  • Las fotos se pueden ver en la Fundación Casa de México hasta el 14 de septiembre
  • Cuando habla la luz recoge 45 años de trabajo de la Princesa de Asturias de las Artes
Graciela Iturbide en 'Cuando habla la luz' refleja un México mágico
Detalle de 'Árbol con pájaros'. © Graciela Iturbide

Pájaros revoloteando, un árbol que extiende sus ramas e intenta volar, una foto que podría ser un grabado o un delicado dibujo en tinta china. La mirada de Graciela Iturbide (México, 1942) transforma lo cotidiano en imágenes mágicas de inquietante belleza, surrealistas porque van más allá de la realidad, en un blanco y negro esencial.

Dentro de la sección oficial de PhotoEspaña, Cuando habla la luz refleja 45 años del trabajo de la mexicana recientemente galardonada con el Premio Princesa de Asturias de las Artes. Una exposición de 115 fotos que puede verse hasta el 14 de septiembre en la Fundación Casa de México en España.

Ritual, vida y pasión

"La fotografía es mi ritual en la vida y mi pasión", así resume Iturbide su relación con la cámara. Cita a Cartier-Bresson y su teoría del instante decisivo, pero le da una vuelta: "Para mí hay dos momentos decisivos: uno, cuando me sorprendo y tomo la imagen y otro, ya después, en mi laboratorio, donde reviso mis contactos y elijo."

La que fuera ayudante del fotógrafo Manuel Álvarez Bravo ha creado un lenguaje propio en el que mira al exterior, pero también a sí misma. Algo que es patente en sus autorretratos con serpientes en la boca o pájaros en los ojos.

Princesa de Asturias de las Artes 2025, Graciela Iturbide

Detalle de '¿Ojos para volar?', Coyoacán, 1989, autorretrato de Graciela Iturbide. Colecciones Fundación MAPFRE ©Graciela Iturbide, 2018

En ¿Ojos para volar? (1989) se autorretrata con un colibrí muerto en el ojo izquierdo y uno vivo en el ojo derecho. La fotógrafa cuenta que ese día estaba un poco deprimida y se encontró un pájaro muerto en casa. Al verlo, se dijo: "Necesito un pájaro vivo".

Rememora que su inconsciente le preguntó: "¿Vas a poder seguir fotografiando?". Rápidamente, se fue al mercado y compró un colibrí nuevo, lo que generó una imagen poderosa en recuerdo de una crisis creativa.

El baño de Frida

La exhibición incluye parte de la serie El baño de Frida, con las que documentó la reapertura de un aseo de Frida Kahlo en la Casa Azul, donde se arrumbaban corsés, muletas, bustos y carteles políticos. La pintora fue "una gran mujer, apasionada, adolorida y maravillosa", aunque no es "fridómana", ni le reza como a una santa.

Graciela Iturbide retrata el alma de México

Iturbide asegura que fotografía "con la cabeza, con el ojo y con el corazón", pero que lo más importante es la emoción. Muchas de sus imágenes son fruto del azar y la intuición.

La invitación a Coyoacán era para plasmar los huipiles (túnicas bordadas) de Frida, algo para lo que se necesita iluminación y ella trabaja siempre con luz natural. Así que mientras caminaba por la casa pidió que le abrieran una puerta. En una bañera se encontró con "objetos de dolor", las cosas de Frida, y pasó dos días haciendo fotos.

Muxes

Magnolia es un retrato de la serie Juchitán de las mujeres, donde se explora el liderazgo femenino en el municipio de Juchitán y de los muxes, un colectivo del sexo masculino que asume roles femeninos y constituye una identidad de género propia de la cultura zapoteca.

Exposición de Graciela Iturbide

'Magnolia'. © Graciela Iturbide

Entre los roles de los muxes está iniciar en el sexo a los adolescentes. Iturbide detalla que las madres de esta localidad de Oaxaca están contentas de que su hijo sea un muxe porque así les puede ayudar en las tareas domésticas, acompañarlas al mercado o trabajar en las cantinas.

La fotógrafa señala que, en Juchitán, "las mujeres llevan la economía. Son muy fuertes, muy politizadas, siempre están en las marchas de protesta y son amorosas". Iturbide apunta que fue el muxe el que pidió ser retratado, una constante en su obra, ya que cuenta siempre con el permiso del modelo, sin robar fotos con un teleobjetivo.

La foto de Magnolia fue portada del diario francés Le Monde, la fotógrafa cuenta que aún guarda un ejemplar por si algún día encuentra a su protagonista.

La Medusa juchiteca

La foto más icónica de Graciela Iturbide es Nuestra señora de las iguanas, 1979, una imagen tan potente que ella siente "como un autorretrato" y que se ha convertido en una estatua enorme. Se representa en murales en Oaxaca, San Francisco o Los Angeles, se borda en huipiles y se reproduce en muñequitas o figuritas de barro.

'Cuando habla la luz' de Graciela Iturbide

'Nuestra Señora de las Iguanas'. © Graciela Iturbide

Iturbide cuenta que la mujer iba al mercado a vender las iguanas y las cargaba en la cabeza. Los animales están vivos, pero con la boca cosida para que no muerdan. La foto no salió bien a la primera, en la hoja de contactos se puede apreciar la secuencia entera.

Explica que la carne de estos reptiles es muy apreciada y se hace "tamal de iguana, sopa de iguana y huevos de iguana, que están prohibidos" con un sabor entre el pollo y el pescado. Los conquistadores españoles se adaptaron a la gastronomía local y fijaron que comer iguana no rompía el ayuno de la Cuaresma.

La mexicana Graciela Iturbide, Premio Princesa de Asturias 2025, retrata la libertad, el misterio y la poesía

Iturbide no ha sucumbido a los cantos de sirena de la fotografía digital, sigue fiel a su Leica, su Rollerflex, y a los carretes de película en blanco y negro. Alguna vez ha experimentado con el color, pero "con colores claritos".

Su trabajo con las comunidades originarias de México parte del respeto y la convivencia. Estuvo en contacto con los seris, un pueblo nómada de pescadores del desierto de Sonora que viven muy cerca de Arizona.

'Cuando habla la luz' de Graciela Iturbide

'Desierto de Sonora'. © Graciela Iturbide

Iturbide sigue haciendo fotos, en los últimos años su interés ha virado hacia las rocas y los jardines botánicos. Hace un año y medio, la isla de Lanzarote le pareció fascinante con sus contrastes y sus paisajes volcánicos: "Allí descubrí el principio y el fin del mundo".

La exposición se cierra con la sección "Vuela el cielo" en la que las aves traen augurios, desde los pájaros que le indicaron que debía superar el duelo por su hija muerta hasta los dos colibríes del autorretrato.

Un pájaro salió volando libre, tras ser inmortalizado, y el otro Iturbide todavía lo guarda por ahí. Una metáfora perfecta de los hilos que tejen su obra: el vuelo, la libertad, el gozo y el recuerdo, la muerte, el dolor.