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Aniversario Operación Nécora

El nuevo narcotráfico tiene estructuras en red, tecnología y rutas alternativas: "El Guadalquivir es una autopista"

  • En 2024 se llevaron a cabo 12.068 operaciones vinculadas al narcotráfico, el contrabando y el blanqueo de capitales
  • "El crimen organizado necesita de la corrupción. Si no, no perdura", reconoce el periodista Javier Romero
Agentes de la Guardia Civil y de Aduanas trabajan en una operación contra el narcotráfico en Huelva
Agentes de la Guardia Civil y de Aduanas trabajan en una operación contra el narcotráfico en Huelva
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Han pasado 35 años desde que la operación Nécora dio un golpe histórico al narcotráfico y expuso la realidad oculta en Galicia. Pero no puso fin a nada. En estos años, la droga nunca ha dejado de llegar, solo ha cambiado de manos, de rutas y de reglas. En Galicia, los muertos siempre fueron las víctimas de la droga: los hijos perdidos y las familias destruidas. Pero nunca hubo un solo disparo contra el uniforme. En el sur, en cambio, el escenario está hoy marcado por la violencia contra las autoridades.

"El narcotráfico no se ha ido, ha cambiado", resume el comisario principal y jefe de la Unidad de Droga y Crimen Organizado de la Policía Nacional, Antonio Martínez Duarte, en una entrevista con RTVE. Las estructuras criminales ya no son piramidales, sino que operan como redes modulares: "Hoy las organizaciones son mucho más autónomas, trabajan de forma mucho más organizada. Los líderes no tocan la droga: organizan, contactan, buscan transportistas, sistemas de ocultación y maneras de blanquear el dinero".

En 2024 se llevaron a cabo 12.068 operaciones policiales vinculadas al narcotráfico, el contrabando y el blanqueo de capitales. El total de droga aprehendida superó las 264 toneladas, entre hachís, cocaína y marihuana. Una cifra que muestra el esfuerzo policial, pero también la magnitud del fenómeno. La presión constante no impide que los narcos sigan encontrando nuevas grietas por donde colarse.

El sur, punto caliente

La costa gaditana, y especialmente el Campo de Gibraltar, se ha consolidado como uno de los epicentros internacionales del tráfico de drogas. Allí, la fiscal antidroga Macarena Arroyo libra una guerra que conoce bien. Su voz es dura, sin adornos: "Parecía que habíamos restablecido el Estado de derecho, pero estamos volviendo al punto de partida".

En 2018, la explosión delictiva forzó un despliegue extraordinario del Estado del que hoy casi no queda rastro. Sin embargo, en el terreno la realidad persiste: rutas activas, vigilancia burlada, gasolina distribuida sin disimulo y casas particulares convertidas en arsenales.

Paseando por la playa de Getares, en Algeciras, con el sonido del mar de fondo y bajo una puesta de sol, la fiscal disfruta de la calma que —esta vez— acompaña el final del día. No siempre es así. A veces, incluso a plena luz, se descargan alijos sin disimulo. Y cuando cae la noche, la tensión se hace norma: "La calma desaparece y las narcolanchas vuelven a campar a sus anchas".

Ahora ya no solo se mueve droga. "Ahora el contrabando de gasolina también campa a sus anchas. Las organizaciones criminales no quieren dejar de recibir beneficios y están diversificando el riesgo". La situación ha dejado de ser local. "Se ha extendido tanto que el problema ya no es solo del Campo de Gibraltar, es de toda la franja sur: Cádiz, Málaga, Almería e incluso Huelva", afirma Arroyo.

La fiscal antidroga Macarena Arroyo en su despacho en Algeciras

La fiscal antidroga Macarena Arroyo en su despacho en Algeciras Macarena Arroyo

La expansión territorial ha venido acompañada de una escalada en la brutalidad: "Vuelven los grupos con mayor agresividad. No tienen piedad ni miramientos por la vida de los agentes. Prefieren arriesgarlo todo, incluso matar a un guardia civil, antes que perder un alijo".

La violencia se ha sofisticado tanto como el negocio. "Antes era raro encontrar un arma en un alijo. Ahora lo raro es no encontrar una", apunta Agustín David Domínguez, portavoz de Jucil. Pero la amenaza no es solo en los operativos, es personal. "Hay compañeros que no quieren llevar a sus familias a San Roque o a Algeciras porque se sabe que su hijo es hijo de un guardia".

Del mar a los ríos: nuevas rutas, mismos peligros

Aun así, la presión sobre las costas ha empujado a los narcos a cambiar de forma. Las planeadoras ya no solo descargan en playas solitarias. Ahora viven en el mar, se ocultan en estructuras flotantes y exploran rutas fluviales, como el Guadalquivir o el Guadiana, para internarse en el corazón del país.

"El número de gomas que entra por mar ha bajado. Ahora lo hacen por el Guadiana y el Guadalquivir", explica Martínez Duarte. La lógica es evidente: menos vigilancia, mayor discreción. Las organizaciones que antes operaban desde la Costa del Sol han desplazado parte de su actividad tierra adentro, buscando nuevas alianzas.

El jefe de la Unidad de Droga y Crimen Organizado, Antonio Martínez Duarte, en su despacho durante la entrevista

El jefe de la Unidad de Droga y Crimen Organizado, Antonio Martínez Duarte, en su despacho durante la entrevista LUCÍA GONZÁLEZ

El portavoz de Jucil lo describe así: "El Guadalquivir se ha convertido en una autopista. Hay zonas donde el narco campa a sus anchas. Es verdad que antes no estaban tan a gusto como lo están ahora".

Galicia, la raíz y el espejo

En Galicia, la cuna del narcotráfico moderno en España, el negocio nunca se fue. Solo aprendió a esconderse mejor. "Es muy silencioso. Aparentemente, nunca pasa nada, pero realmente nunca ha dejado de pasar", señala el jefe de Vigilancia Aduanera en Galicia, Jaime Gayá, a RTVE.es.

La discreción ha sustituido a la ostentación, pero la actividad persiste. "Desde 2017 ha habido un repunte por la sobreproducción y la sobrecomercialización", explica el periodista Javier Romero. Las rutas son más complejas: barcos pesqueros, contenedores camuflados, narcolanchas semisumergibles. La sofisticación no es una excepción; es la norma.

"Los grandes capos gallegos están tapados, hacen inversiones en restaurantes, en inmuebles, pero no entran en reuniones ni en tratos visibles. Buscan la invisibilidad", asegura Martínez Duarte. Esa invisibilidad no los hace menos peligrosos. Solo más difíciles de atrapar.

Aunque en Galicia la violencia no se haga evidente, el riesgo sigue siendo estructural. Gayá lo plantea con crudeza: "Es ingenuo pensar que esta es una batalla que se puede ganar del todo. Lo que hay que hacer es reducir, dificultar, perseguir".

La corrupción: la grieta interna

Nada fortalece tanto al narcotráfico como su capacidad para corromper. No se trata solo de dinero, sino de debilidades humanas. La corrupción no es una amenaza lejana: es una grieta casi diaria. "Siempre habrá alguien débil que escuche los cantos de sirena y dé el paso", afirma Gayá.

Y no es una advertencia teórica. En Isla Mayor (Sevilla), el sargento Francisco Javier Cáceres, jefe del puesto de la Guardia Civil, fue condenado a 14 años y 3 meses de prisión por facilitar la entrada de hachís desde Marruecos. Según la sentencia, en abril de 2016, Cáceres estableció contacto directo con Francisco Antonio Rodríguez Cordero, alias "El negro", líder de la organización criminal. A cambio de 6.000 euros iniciales y 20.000 por cada operación culminada con éxito, cuatro agentes —la mitad del puesto— se encargaban de avisar a los narcos de los movimientos de sus propios compañeros. Así, el hachís remontaba el Guadalquivir sin oposición.

Macarena Arroyo conoce ese dolor desde dentro. "No hay más tristeza y no hay más dolor que encontrarte con un compañero de las fuerzas y cuerpos de seguridad que ha trabajado contigo codo a codo y descubrir que colabora con una organización criminal". "Cuando te pagan 20.000 euros un día, al siguiente otros 20.000… en tres días has hecho 60.000 euros y eso es mucho dinero", asegura.

Javier Romero ha seguido la pista a esa corrupción, especialmente en los puertos. "El crimen organizado necesita de la corrupción. Si no, no perdura. El puerto de Algeciras es paradigmático. Se sabe que hay serios problemas, desde cuerpos de seguridad a estibadores o transportistas". Su conclusión es tajante: sin ayuda desde dentro, no hay crimen de esta magnitud.

"Si lanzan un contenedor con nueve toneladas de cocaína, es porque están superseguros de que va a llegar a su destino", remata Arroyo.

Una lucha sin final, pero con sentido

El crimen organizado no se deja atrapar. Se disfraza, se adapta, se expande. Pero quienes lo combaten siguen ahí. "Lo que sí podemos conseguir es estar en una tensión que finalmente no nos haga perder", dice Miguel del Castillo, juez con años de experiencia en zonas calientes como Algeciras o Marbella.

Desde la justicia, el problema tiene otra cara: la saturación. Emma Ortega lo explica con resignación: "Cuando entra una macrocausa, te paraliza el juzgado. Son juzgados mixtos que no solo llevan lo penal". A ello se suma una violencia creciente que presiona a todos los niveles. "Se aprecia un incremento exponencial de la violencia respecto a hace cinco o seis años".

Del Castillo critica con dureza las limitaciones del sistema. "Tenemos un procedimiento garantista, pero lo podríamos hacer igual de garantista con menos posibilidades de dilación. Estamos muy infradotados y mal organizados. Aquí en Marbella no tenemos ni laboratorio para análisis de droga".

Treinta y cinco años después de la operación Nécora, la lucha continúa. Cambian las rutas, los métodos y los rostros. Pero no la determinación de quienes, desde una comisaría, un juzgado o un puerto, siguen plantando cara. Lo que comenzó como una operación judicial es hoy una resistencia constante, cotidiana y sin aplausos.

La Nécora no es solo memoria. Es advertencia. Es la prueba de que se puede poner contra las cuerdas a un poder que parecía intocable. Pero también recuerda que esa victoria fue parcial. El narco no duerme. Se oculta, se transforma y corrompe.