Los patriarcas gallegos dan el relevo
- El nuevo narcotráfico tiene estructuras en red, tecnología y rutas alternativas: "El Guadalquivir es una autopista"
- El eco de la operación Nécora aún resuena 35 años después en la lucha contra el narcotráfico
“¿En qué momento se fue todo al ca***o? Cuando encontramos el primer cuerpo colgando del viaducto Sur, el quinto puente de Guayaquil”. La sinceridad del teniente coronel Roberto Santa María está avalada por quien lo ha visto todo en el submundo del narcotráfico. Estaba al mando del distrito de Durán, el más peligroso de Guayaquil, y testificó cómo el primer puerto del Ecuador se convertía en el principal punto de envío de cocaína de Latinoamérica a Europa.
¿Qué había ocurrido? Los dos cárteles más poderosos de México, el de Sinaloa y el Cartel Jalisco Nueva Generación, se habían infiltrado en los puertos de Guayaquil para esparcir la coca latinoamericana por el mundo. Sinaloa a USA y las cuatro letras a Europa. Y todos saben que esos cárteles los cadáveres en la vía pública, la mayoría de las veces mutilados, llevan su firma.
El tráfico internacional de drogas deja siempre un reguero de sangre, que cada vez es más evidente en nuestro país. El último episodio fue el asesinato a sangre fría, firma de sicarios, de dos jóvenes escoceses que tomaban su pinta guinness en un pub irlandés en Fuengirola, Málaga. Fue a finales de mayo. El escenario no es casual: la Costa del Sol está en el vértice de un triángulo, como si la península ibérica girara sobre tres esquinas que delimitan el mejor escenario del crimen organizado mundial.
La Costa del Sol, enclave del tráfico de drogas
Cualquier grupo delincuencial que aspire a algo en el panorama internacional ha de tener delegados en la Costa de Sol, donde se cierran los grandes negocios del tráfico de drogas a nivel global. En el submundo del hampa, nada es gratis: traficantes de armas, sicarios, escoltas armados hasta los dientes, prostitución de lujo, soldados de fortuna y demás satélites de la mafia.
Uno de los grupos más potentes del nuevo ecosistema, la Mocro Mafia, encuentra en la Costa del Sol su patio trasero para cerrar todo tipo de negocios.
El segundo ángulo del macabro triángulo es el peñón de Gibraltar, un paraíso fiscal donde es más fácil crear una sociedad mercantil en un despacho de abogados que encontrar un quiosco para comprar la prensa. Los narcos saben que de nada les sirve tener sacos de billetes de cien euros escondidos en el ático de una villa marbellí si no tienen un buen asesor fiscal que les lave ese dinero negro.
Y la tercera pata de la mesa equilátera está al otro lado del estrecho, en Marruecos, uno de los primeros productores de hachís del mundo, con una casta delincuencial que aspira a tener su peso en la jerarquía global. Ya no se conforman con vender la mercancía, lo quieren todo y saben cómo hacerlo: copiando a los buenos, colombian style le llaman. Cualquier grupo incipiente, con dinero para financiar una tonelada de hachís, tiene que pasar por el aro de enviar al Rif a un prenda. Si la droga llega a destino y se paga convenientemente, el prenda (normalmente un cuñado o hermano del aspirante a narco) contará maravillas del tallín y el té moruno. Ahora bien, si la Guardia Civil intercepta el camión en Despeñaperros, el prenda va a sudar. Me hablaron de un camionero, aspirante a prenda, al que colgaron de los pies en un pozo durante días y solo lo sacaban a tierra para machacarlo a palos. Su cuñado había intentado engañar a los de Ketama.
La cocaína y el hachís, principales entradas
Las principales drogas que se introducen en España son la cocaína, vía contenedor marítimo, y el hachís, en potentes narcolanchas, aunque en los últimos años se están incrementando mucho los decomisos de marihuana, de producción local en macroinvernaderos. El sello de la Alpujarra todavía tiene caché entre el colectivo de nietos de la revolución jipi de Glasgow de los setenta.
El año 2023 pasará a la historia de los agentes de aduanas y las unidades policiales antidroga porque se decomisaron un total de 90 toneladas de cocaína, más del doble que el año anterior (40tn).
Lo ultimísimo en el conservador mundo del narco mundial es la irrupción de alternativas a los contendores. “Interceptado en Brasil un narcosubmarino que se dirigía a España Se ha detenido a cinco personas en una operación que sigue abierta. Se desconoce el destino concreto y la cantidad de droga que podía llegar a mover para cruzar el océano” (La Voz de Galicia, 2 de junio pasado)
El actual ministro de Interior, Grande-Marlaska, tenía un problema enquistado al tomar posesión del cargo, junio de 2018 y decidió echarse al toro. En febrero de ese año, una coya de narquillos, una docena de encapuchados, entraron en el hospital de La Línea, Cádiz, y rescataron a un colega al que la Policía acababa de detener tras un forcejeo. El nuevo ministro no solo dio orden de que se detuviera de inmediato a los doce osados y al liberado, de nombre Samuel Crespo, sino que creó una superestructura en la Guardia Civil, de nombre OCON-SUR, para frenar el avance del narco. El mismo ministro desmanteló ese cuerpo especial en octubre de 2022, sin explicaciones oficiales claras, más allá de que su teco, David Oliva, está siendo investigado por un presunto caso de corrupción policial (revelación de secretos y cohecho). Cosas del estrecho.
Los refuerzos, también de la Policía, consiguieron el objetivo inmediato de evitar lo que muchos ya denominaban el narcoestado de La Línea, pero el triángulo sigue girando y la bolita roja siempre cae en la casilla de los malos. España ya no es la principal puerta de entrada de la droga a Europa, un título que nos ha arrebatado el macrocomplejo portuario de Róterdam/Amberes, y no tenemos cadáveres colgando de los viaductos de la N-340 que cruza la Costa del Sol por el centro de Marbella, pero las que sí se han instalado en nuestro país son las mafias albanesas.
Se iniciaron en el negocio de la droga como correveidiles de la Ndrangheta calabresa y ahora controlan buena parte de los contenedores de cocaína que llegan de Latinoamérica a Europa. Tienen oficinas en los centros de producción y distribución mundial de esa droga (Ecuador, Colombia, Perú y México) y sucursales en los principales puertos de entrada de la merca en Europa: Algeciras, Valencia, Vigo/Marín, Hamburgo, Lisboa y los mencionados Róterdam y Amberes. Está por escribir la historia de unos cabreros de las montañas en el extraradio de Europa que llegaron, en corto espacio de tiempo, a controlar en tráfico internacional de drogas, sin que nadie les viera venir. Han tenido incluso la osadía de infiltrarse en un territorio sagrado en los anaqueles del contrabando, las Rías Baixas gallegas.
Galicia pasa a un segundo plano
Os vellos patriarcas gallegos están de retirada o en el cementerio. Laureano Oubiña ya ha dejado de reclamar que le devuelvan el pazo Baión, histórico emblema de la lucha de las madres contra la droga en Galicia. El Pablo Escobar gallego, Sito Miñanco, sólo aspira a que la libertad en precario que disfruta no le vuelva a llevar a la cárcel, en la que ha pasado más media vida.
Quedan muy lejos aquellos años ochenta, cuando Sito aprendió de los presos colombianos, en las galerías y patios del derribado penal de Carabanchel, que “es mejor pringarse y caer por una tonelada de cocaína que por mil cajas de tabaco de contrabando”, el famoso tabaco de batea de la época.
Estos narcos de las Rías Baixas ya no juegan ni en tercera regional porque les han pasado por encima otros más duros y con hambre atrasada de las montañas de los Alpes Dináricos albaneses, que vienen a ocupar su territorio sin que nadie se lo impida. Como mucho, algunos aspirantes a lancheros, que aprendieron el oficio jugando a esquivar bateas en la ría de Arousa para hacerse un shelfi, ofrecen sus servicios a bajo coste a las organizaciones marroquíes en el Estrecho. El transporte de la droga está en su ADN desde que las primeras generaciones de contrabandistas, aún no se llamaban narcos, cargadas pesadas y voluminosas cajas de cartones de tabaco que los barcos mercantes arrojaban al mar, es su ruta hacia el norte de Europa. Eso sí, si exigen un prenda, que vaya el suegro.