Gigantes reinantes, cabezudos autoritarios y otras figuras centenarias de San Fermín
- Los gigantes llevan desfilando por Pamplona desde, al menos, el siglo XVII
- Aunque participan en varias actividades, su día principal es el 14 de julio
Ocho gigantes de madera, papel y cartón –casi cuatro metros de altura, 60kg de peso– bailan, 13 días al año, en Pamplona. Salen por pares de rey y reina y se funden, todas las mañanas desde el 7 hasta el 14 de julio, en un vals con gaiteros y txistularis de fondo. Cada pareja representa un continente; África, Asia, América o Europa. Son parte de las 25 figuras que saludan, desfilan, bailan y golpean sin descanso durante los sanfermines.
Los cabezudos, algo más pequeños, representan a la autoridad y saludan y estrechan las manos del gentío. Los otros dos grupos de figuras son los hostigadores del público: por una parte los kilikis, seis figuras antropomórficas aún más pequeñas, y por otra los zaldikos, media docena de armazones en forma de caballo –"zaldi" significa caballo en euskera– en los que se introduce un jinete medieval. Ambos corren y golpean a niños y mayores con sus "vergas" –palos de madera con una bola de gomaespuma atada de una cuerda en su extremo–.
La tradición pamplonesa es centenaria, su mención documentada más antigua se remonta al año 1600. Los gigantes desfilaron por la ciudad hasta 1780, cuando Carlos III, rey de España, prohibió –por "indecorosa"– la participación festiva de estas figuras dentro de las procesiones y actos religiosos, de los que formaban parte.
En 1860, tras años de ausencia gigantesca en Pamplona, un artesano navarro –Tadeo Amorena– construyó, con permiso del Ayuntamiento, las cuatro parejas de reyes y reinas que aún se utilizan hoy en día. 30 años después otro artista creó a los cabezudos. Los demás símbolos de papel y cartón se fueron construyendo a lo largo del siglo XX.
Una comparsa de 160 años de vida es la encargada de preservar las reliquias sanfermineras; las cuida, repara, viste y utiliza, todos los años, para desfilar, bailar y, en definitiva, dar vida a las fiestas de la ciudad. Su actual presidente, Ibon Laspeñas, es además el porteador del rey asiático.
El equilibrio y una organización exhaustiva, las claves de la tradición
La clave para ser capaz de bailar con un armatoste de casi cuatro metros y 60 kilos encima –armazón de madera, cartón, papel y ropajes incluidos– es el equilibrio. "Es lo más importante, eso y el ritmo", afirma Laspeñas. De hecho, los porteadores empiezan a ensayar desde Semana Santa, "dos días a la semana y unas dos horas al día".
“Cuando llevas mucho rato, un segundo se convierte en una eternidad“
Las salidas que realiza la comparsa, que no se limitan únicamente a la época de San Fermín, duran, según el presidente, "en torno a dos minutos y medio" aunque "sí hemos hecho cosas más largas de hasta cinco o seis minutos". Cada instante pesa: "Cuando llevas mucho rato, un segundo se convierte en una eternidad".
Tres gigantes de San Fermín realizan un vals en las calles de Pamplona Pablo Blazquez Dominguez/Getty Images
El proceso de aprendizaje no es sencillo, de hecho, cuenta que "se empieza con kilikis, zaldikos…" y luego se pasa a los gigantes. Él lleva desde 2013 a los mandos de su figura, aunque ingresó en la comparsa dos años antes. Cuenta que, en el caso de los gigantes, cada porteador suele ceñirse a una figura concreta, pues son diferentes "en cuanto a su funcionamiento, pasos, bailes…".
Las procesiones no han estado exentas de incidentes. Han llegado a ocurrir caídas, por ejemplo, de los kilikis, que "corren y se pueden tropezar con un adoquín mal puesto, la pierna de alguien…". Los porteadores de gigantes, además, tienen "poca visibilidad", cuenta Laspeñas: "Igual haces un cruce de medio lado y vas rezando porque el compañero de al lado vaya por su sitio".
El kiliki "Patata" persigue a un niño a la carrera Pablo Blazquez Dominguez/Getty Images
También la gente de alrededor puede generar percances, en un ambiente en que desfilan el alcohol y otras sustancias, sobre todo cuando el cometido de algunas figuras es, precisamente, molestar al público. "Hemos llegado a tener problemas de ese tipo" aunque "es muy raro que pase algo, porque la comparsa es muy querida", dice.
La organización fiestera, compuesta por 120 personas, cuenta su presidente, no podría funcionar –o no de la misma forma, al menos– sin los familiares y amigos que los apoyan. "Todas estas personas que están en la sombra y se acercan, nos ayudan a vestir, arriman el hombro…", dice. Dentro de este equipo no oficial de apoyo, hace mención especial a su mujer, que "siempre está dispuesta a ayudar para que todo esté listo".
Una procesión en auge, sobre todo entre los niños
Hay un especial cariño a las figuras sanfermineras "en todo Navarra", según el presidente de la comparsa. "Hay ganas de que salga la comparsa, son unas figuras muy queridas" cuenta, y hace hincapié en los más pequeños: "Hay un boom en cuanto a los txikis –pequeños, niños–, que sí tienen esa necesidad de ver a la comparsa".
Tanta ha llegado a ser la expectación que se tuvo que modificar una de las tradiciones que interpretan las figuras en pos de permitir a más gente disfrutar de ella. Cada 14 de julio, con el fin de fiestas, gigantes, cabezudos kilikis y zaldikos realizan una última actuación antes de entrar a la estación de autobuses que hace las veces de silo durante la mayoría del año.
Antes la despedida se hacía en la misma estación, pero llegó un momento en que "la afluencia de gente no permitía hacerlo", según Ibon Laspeñas. Ni siquiera en la nueva terminal de Pamplona, más grande, pues es "demasiado oscura". La comparsa decidió, entonces, trasladar el evento a la plaza del Ayuntamiento y darle "una vuelta de tuerca". Pusieron un animador y convirtieron la despedida en una fiesta multitudinaria: "Ahora es como el punto final de todas las fiestas de San Fermín".
* Antxon Gómez Landajuela es alumno del máster de Reporterismo Internacional de la UAH con el Instituto de RTVE. Este artículo ha sido supervisado por la redactora jefa de Sociedad, Lucía Rodil.