La resistencia amazónica ecuatoriana contra las petroleras: "No todo en la vida es dinero y petróleo"
- Hay 600 casos de cáncer entre la población indígena por las piscinas de crudo abandonadas por Chevron en los 90
- Petroecuador pretende abrir más de 30 pozos en territorios ancestrales
Caso Chevron: una cuña de queso, un galón de diésel y un trozo de panela
Ecuador es Estado de estados, tiene 14 nacionalidades reconocidas. Una de ellas es la Cofán. Su territorio está en la Amazonía norte ecuatoriana, es uno de los pueblos más representativos de la resistencia indígena. Para llegar allí, primero hay que atravesar los Andes, un trayecto de unas seis horas por carretera desde la capital, Quito. Ibon Tobes, biólogo e investigador de la Universidad Indoamérica, lleva años trabajando con los cofanes. Nos dirigimos a la zona en su camioneta, la carretera está desviada por un deslave. "Con esta geología que tenemos, se producen desastres y vertidos de crudo", dice señalando un oleoducto partido a la mitad. Dos conductos de metal nos acompañan durante todo el trayecto, el OCP (Oleoducto de Crudos Pesados) y el SOTE (Sistema de Oleoductos Transecuatoriano).
El primero es privado y con mayor capacidad que el SOTE, que es estatal. Llevan tanto tiempo ahí, que ya forman parte del paisaje. Algunos niños hacen equilibrios sobre ellos y los mayores revisan el móvil sentados sobre esas largas serpientes metálicas.
Rotura de oleoducto producido por el deslave en la zona Celia Vidal (RNE)
Dureno es una de las pocas comunidades cofanes aisladas que quedan en la zona de Lago Agrio. Ppara llegar a ella hay que atravesar el río Aguarico y son ellos, los cofanes, quienes deciden quién lo cruza. Dejamos la camioneta en el puerto de Ramiro Ortiz, un joven cofán que después nos contará su historia. Allí, por dos dólares, el canoero transporta al equipo de RNE al puerto de Dureno. Está anocheciendo, se escucha la selva, la zona despejada en la que está la Ciudad del Milenio, rodeada por el bosque. Los cofanes son cazadores y recolectores, su entorno es su sustento.
Río Aguarico que lleva a la Comunidad cofán de Dureno Celia Vidal (RNE)
Un poco más al norte pasa la E10, la Transversal Fronteriza, pero no llega al pueblo. Que no exista un acceso terrestre es vital para la conservación de la comunidad y su cultura. Un aislamiento que está en peligro desde que la estatal Petroecuador intenta abrir unos 30 pozos de extracción en la zona, para ello pretende construir una carretera de unos 12 kilómetros. "Sería el fin de nuestra cultura", dice Abdon Yumbo, un cofán veterano que nos recibe en la comunidad. "Esto es mi vida, sin territorio no podemos vivir", no podrían sobrevivir sin selva, "aquí cazamos, tenemos el remedio y a nuestros antepasados, los espíritus", apunta.
Abdon Yumbo, cofán veterano que conoce la historia del territorio Celia Vidal (RNE)
La historia de los cofanes
Yumbo habla con la calma que dan los años, pero con la urgencia de quien sabe que un mal paso en la historia puede acabar con una generación entera. "No tenemos escritos, nos remontamos a lo que escribieron los misioneros en 1600, cuando un cura fundó San Pedro de los Cofanes, decía que lo habitaban 20.000 almas". Yumbo fue profesor de la comunidad, conoce la historia gracias a lo que les narraban los mayores y ahora él es quien lo cuenta: "En 1900 hubo otra incursión y ya en la guerra con Perú entraron los militares y la gente huyó a la selva", explica.
El territorio cofán abarca 9.571 hectáreas. No toda la selva es virgen, hay zonas que sí han sido tomadas por las petroleras. Yumbo explica cómo comenzó todo, con la entrada de la estadounidense Texaco en 1963. "Cuatro años después, los trabajadores petroleros asesinaron a nuestro taita (jefe), para abusar de su mujer", dice. Pero esa es otra historia. Texaco, ahora conocida como Chevron, monopolizó las extracciones de crudo de la Amazonía ecuatoriana desde 1960 a 1990. A cambio, la población recibió un galón de diésel, una cuña de queso y un trozo de panela.
Mapa de la zona explotada por Chevron en el territorio cofán dentro de la Amazonía Ecuatoriana Celia Vidal (RNE)
Donald Moncayo, director de la UDAPT (Unión De Afectados/as por las Operaciones Petroleras de Texaco), cuenta que en la zona no había ninguna carretera y por aquel entonces, todo el material se transportaba en helicóptero. Un gran pájaro de metal que los cofanes miraban con curiosidad: "Se toparon con esos señores que, con señas, les invitaron a comer. Los cofanes decidieron llevarse las cucharas de la sopa como prueba de que habían tenido contacto", asegura Moncayo. En ese primer encuentro, los trabajadores de la petrolera les dieron también el diésel, el queso y la panela. "En la montaña destaparon el queso y decían que apestaba, tomaron un poco de diésel y también lo tiraron. Y la panela, que huele rico, les pareció que estaba buena", dice Moncayo. A los pocos días, la petrolera entró en la zona.
En la sede de la UDAPT, en Nueva Loja, hay una fotografía de unos niños detrás de un grandísimo incendio. Están sonriendo, impacta ver las caras de felicidad delante de lo que es un "atentado contra la naturaleza", como dice Moncayo. Ahí nadie tenía ni idea de nada, "se impregnaban el cuerpo con el crudo, no sabían que era perjudicial para la salud", dice con indignación. El crudo llegó a los ríos y ahí comenzó a tomar peso el asunto. "Los peces morían", puntualiza.
Niños frente a la quema de uno de los pozos de petróleo de Chevron en los años 70 UDAPT
Ramiro Ortiz, el dueño de uno de los puertos del Aguarico y vicepresidente de la UDAPT, recuerda cómo se bañaba de pequeño: "Nos daban jabón en las manos, que apartaba esa capa negra espesa y se hacía un hueco, ahí nos sumergíamos y cerrábamos fuerte las manos para guardar el jabón. Después, para salir, hacíamos lo mismo, un hueco abriendo las manos y salíamos a la superficie".
La condena que Chevron jamás cumplió
En 1993, los cofanes, junto a otras nacionalidades indígenas, presentaron una demanda colectiva contra la petrolera Texaco, hoy Chevron, ante tribunales estadounidenses y ecuatorianos. En 2011, un tribunal de Ecuador ordenó a Chevron pagar 18.200 millones de dólares por la contaminación. Para entonces, la compañía había retirado todos sus activos y en la única cuenta que tenía abierta en el país había 356 dólares con 52 centavos. Chevron nunca pagó la multa, ni reparó los daños.
Los efectos de estos vertidos son desastrosos hoy en día. Entre las provincias de Orellana y Sucumbíos, a la que pertenece Dureno, hay al menos 600 casos de cáncer registrados. La mayoría, un 73%, son mujeres. "La contaminación, día a día, opaca nuestra vida", dice Scarlet Zambrano, coordinadora de la Comisión de Mujeres de la UDAPT. "Tratamos de dar herramientas a las mujeres para que puedan luchar por sus derechos", apunta.
Scarlet Zambrano, coordinadora de la Comisión de Mujeres de la UDAPT Celia Vidal (RNE)
Toxic tour: la Amazonía que huele a gasolinera
Moncayo lleva a RNE a algunos pozos abandonados para hacer un 'Toxic Tour', una visita guiada por el desastre del petróleo. Texaco, ahora Chevron, derramó 650.000 barriles de crudo en la selva y los caminos para reducir costes de eliminación, excavó 880 fosas de residuos sin revestirlas y vertió 60.000 millones de litros de agua tóxica en los ríos y lagunas de la selva.
Hoy en día hay varias piscinas de petróleo sin refinar y sobre algunas crecen los árboles. También se filtra por el suelo, absolutamente todo está contaminado. Durante la visita, un hombre que trabaja las tierras en las que se encuentra una de las piscinas, se acerca con curiosidad.
—Entonces, ¿todo esto está contaminado? —pregunta el señor.
—Sí, si quiere tener animalitos, le soy honesto, hágalo del río para abajo —responde Moncayo.
—Yo le dije a mi mujer, nosotros bebemos agua de aquí, pero no sabíamos nada.
—No lo hagan, está contaminada.
—Pero la hervimos bien —responde el señor con una risa nerviosa.
—Los hidrocarburos no le salen hirviendo —sentencia Moncayo.
No son sus tierras, son las de "un viejo" que ya no atiende a razones, explica el hombre. Él no puede hacer nada, no puede pedir el agua potable y no hay alternativa. Después de un rato más escuchando a Moncayo, el hombre recoge su machete, da las gracias y se abre paso entre una selva que apesta a gasolinera.
Los mecheros que están apagando la Amazonía
Las piscinas abandonadas no son el único problema, los inmensos mecheros de quema de gas que utiliza ahora mismo PetroEcuador, la estatal que explota la zona, están apagando la vidas de la selva. Moncayo machetea y nos guía hacia un mechero, el ruido del bosque va transformándose en otro parecido al de un dragón que, cada tres segundos echa fuego. "Es como si la tierra respirase", dice Moncayo. Cada vez hace más calor y se escucha menos la selva. Llegamos a un claro en el bosque en el que no hay vida, de hecho, hay muerte. Un cementerio de insectos y animales alrededor de un inmenso mechero que no apaga nunca su llama. "Esto es un genocidio contra la naturaleza", dice Moncayo con tristeza. La piel ahí arde.
Cada mechero quema hasta 250 sustancias tóxicas, entre ellas metano y butano. En Ecuador hay cerca de 500 mecheros activos y al menos 77 de ellos se encuentran en áreas protegidas, como el Yasuní. Hay 92 centros poblados a 650 metros de un mechero, es decir, al menos 12.000 personas corren un riesgo muy alto. También se han registrado varios casos de cáncer de pulmón.
Donald Moncayo (UDAPT), frente a uno de los mecheros de Petroecuador en plena Amazonía Celia Vidal (RNE)
En 2020, nueve niñas amazónicas presentaron una demanda constitucional contra el Estado de Ecuador por violaciones a los derechos humanos y ambientales. Una de ellas es Leonela Yasuri Moncayo, de 14 años. "Los jueces nos dieron la razón y dijeron que había tres instituciones con obligaciones. El Ministerio del Ambiente debe estudiar el agua. Las petroleras dijeron que era apta, pero no lo es. El Ministerio de Energías y Minas tiene la obligación de hacer la respectiva eliminación de los mecheros", dice Leonela.
El Estado tiene hasta 2030 para eliminarlos, "sin embargo, no hacen caso y aumentan las maneras de poder usarlos, como meterlos dentro de un tanque", apunta enfadada. También el Ministerio de Salud tiene la obligación de hacer estudios sobre las personas que tienen cáncer: "La mayoría son mujeres, que es lo más triste. Siempre vamos a tener que hacer los oficios en las casas y lavar en los ríos contaminados. El agua entra por nuestras partes", lamenta. La adolescente denuncia que no hay ningún centro oncológico en la zona.
Río Aguarico en el que los cofanes desarrollan gran parte de sus actividades diarias Celia Vidal (RNE)
La resistencia indígena de la Amazonía involucra a la infancia en la lucha desde el principio. "Un líder sabe que no va a estar siempre", dice Moncayo. Son las niñas las más afectadas por la explotación y son los jóvenes quienes defenderán en el futuro los territorios ancestrales. Leonela tiene una fuerza y una ilusión contagiosa. "Pueden seguirnos en Instagram", dice acelerada y con una gran sonrisa, "nos llamamos @guerrerasxamazonia". Ahí es donde ella y sus compañeras invitan al mundo a unirse a su lucha.
Resistencia: el asesinato de Eduardo Mendúa
En Dureno el pueblo está dividido. Tanto, que hay dos alcaldes. Uno es el que el Estado ecuatoriano reconoce como legítimo y que representa a quienes sí quieren dejar entrar a la estatal Petroecuador a explotar la zona. El otro es Adrián Mendúa, de 22 años, que preside la resistencia de los cofanes. "Nos llegan amenazas de que están esperando a que nos descuidemos en algún momento y poder cometer un delito. Nosotros somos los que estamos frente a la compañía y decimos que no", dice Adrián. A pesar de su juventud, su voz suena cansada. Jamás se imaginó ser el presidente de su comunidad.
Adrián Mendúa, presidente de los cofanes que están en contra de la explotación petrolera Celia Vidal (RNE)
A última hora se sienta en la hamaca de la entrada y cuenta a RNE que necesitan apoyos y que este mensaje llegue a la mayor parte de organizaciones ecologistas. Nadie quiere mojarse, dice, no interesa y es peligroso. Antes de todo esto se ocupaba su padre, Eduardo Mendúa, el líder cofán y dirigente de la CONAIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador), que fue asesinado en 2023 por defender su territorio.
"No sabemos hasta dónde vamos a poder llegar, ya tuvimos la pérdida de mi padre", dice Adrián. A Eduardo lo mandó matar el anterior alcalde, de la oposición, que contrató un sicario: "Las personas que hicieron esto están en Colombia y la justicia ecuatoriana no puede entrar ahí", apunta. El que sí fue detenido, asegura, fue el canoero "que ayudó a cruzar (el Aguarico) a quienes cometieron el delito". Adrián nunca quiso meterse "en este tipo de conflictos", pero tras el asesinato de su padre, "la vida dio un giro" y tuvo que tomar el mando. Ahora convive con los cómplices de la muerte de su padre, una gran herida que tardará mucho en sanar.
Mausoleo de Eduardo Mendúa, líder cofán y presidente de la CONAIE asesinado en 2023 por defender sus territorios Celia Vidal (RNE)
A pesar de la división en la entrada de la comunidad de Dureno hay un mausoleo dedicado a Eduardo; flores, velas y su fotografía con la leyenda '¡Jamás callarán su lucha!'. Adrián dice que se mantienen firmes: "Hemos decidido que no permitiremos el ingreso a la compañía". De fondo se escucha la selva, hace largas pausas reflexivas que le permiten a él mismo dudar de hasta dónde pueden llegar, "No queremos que nadie más muera por esto, quizá en cinco años nuestro territorio deje de ser lo que es", dice.
Suelo ancestral y subsuelo estatal
Aunque la Constitución ecuatoriana reconoce los territorios ancestrales como un derecho colectivo de los pueblos indígenas, el Estado puede otorgar concesiones de explotación minera o petrolera en esos territorios. Una limitación de los derechos porque, aunque su tierra es suya, el subsuelo pertenece al Estado.
Fachada de una de las casas de Dureno en la que se lee ‘ingi tsampi’, que significa ‘nuestra selva’ en lengua cofán Celia Vidal (RNE)
"La selva es nuestro hogar", dice Gabriela Mendúa, la hermana de Adrián. Está sentada en la puerta de la casa de su madre, Fabiola, lideresa cofán y viuda de Eduardo. En la fachada de la entrada hay un graffiti en el que se lee 'INGI TSAMPI', que significa "nuestra selva" en lengua cofán. Fabiola recalca que es importante no perder su cultura, de hecho, es Gabriela quien la traduce mientras hablamos. "La gente confía en ella y está orgullosa de esto", dice sobre su madre, "muchas personas se acercan a pedirle consejo", desde que su marido fue asesinado, se ha convertido en una guía para la gente de Dureno.
Fabiola Ortiz, lideresa cofán y viuda de Eduardo Mendúa, en su casa en Cofán de Dureno Celia Vidal (RNE)
También es quien mantiene viva la lucha. "Si la petrolera quiere entrar, vamos todos y nos ayudamos, sabemos que podemos y no hay nadie que nos pueda intimidar", dice Fabiola. Habla de las mujeres como motor de la lucha y la resistencia.
Dureno atraviesa su momento de mayor inseguridad. "Tenemos una Guardia Indígena, que se mantiene vigilante y hace rondas para evitar el ingreso y apropiamiento del territorio por parte de los colonos", dice Adrián. Antes de irse a dormir, se acerca al micrófono de Radio Nacional de España y hace un llamamiento. "Si alguien puede ayudarnos, que lo haga. Si no tiene recursos, que difunda nuestro mensaje de que no todo en la vida es dinero y petróleo", dice con la voz quebrada. Hay un dolor muy profundo en sus palabras. "Si acaban con esto, no vamos a tener ninguna razón por la que ser cofanes", concluye.
Fabiola enseña a las mujeres cofanes con trajes tradicionales de baile Celia Vidal (RNE)