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Análisis

El desarme de Hizbulá deja de ser tabú y condiciona la reconstrucción del Líbano tras seis meses de tregua

  • Hizbulá pierde apoyo popular tras la última guerra con Israel por la frustración de la población
  • La milicia digiere la derrota de Bachar al Asad en Siria y las negociaciones de Irán con Estados Unidos
Varias mujeres esperando para depositar su voto en los comicios en el sur del Líbano
Varias mujeres esperando para depositar su voto en los comicios en el sur del Líbano EFE/ Edgar Gutiérrez Cussó
EBBABA HAMEIDA

En Líbano la posguerra siempre dura demasiado. Seis meses después del alto el fuego entre Israel e Hizbulá, el país de los cedros vive en vilo y con los ojos puestos en la reconstrucción, no solo material, también moral, ideológica y política. Las carreteras, infraestructuras y el 90% de los edificios han sido destruidos y decenas de familias aún no han podido volver.

El sábado se celebró la cuarta y última fase de las elecciones municipales, la primera cita con las urnas en décadas para elegir a los líderes locales. En el sur los comicios han sido un plebiscito sobre la última guerra y, aunque la milicia chií y su aliado Amal han reafirmado su apoyo a nivel nacional, han perdido músculo en el sur y en suburbios de la capital como Bekaa y Dahiye.

Daya, una mujer de 42 años que vive en Blida, justo en la línea divisoria entre los dos países, es un ejemplo del desencanto. Decidió abstenerse porque "ningún partido me representa ni va a reconstruir mi casa". De hecho, la participación ha sido la gran ganadora: rondó el 25%, y aunque Hizbulá mantiene su influencia, ha quedado manifiesta la frustración de la población en sus principales bastiones.

El país conmemoró el domingo los 25 años del fin de la ocupación israelí en la franja meridional. Daya recuerda que entonces vivieron bajo una especie de Administración paralela de Israel junto a sus aliados de la milicia cristiana local Ejército del Sur del Líbano y en medio de una guerra de guerrillas con Hizbulá. "Tienen que venir todos los políticos a ver los daños. Casas, escuelas y centros de salud totalmente arrasados. ¿Por qué? ¿Qué van a hacer?", se pregunta con tono indignado. "¿Seis meses de alto el fuego? Esto es lo que dicen, pero aquí la semana pasada sufrimos una ola aterradora de bombardeos", denuncia.

Beirut ha intentado implementar la resolución 1701 del Consejo de Seguridad que otorga a la misión de Naciones Unidas en el Líbano (FINUL) el mandato de ayudar al Ejército libanés a mantener su zona fronteriza meridional con Israel libre de armas o de personal armado que no sea del Estado. Sin embargo, en estos seis meses de tregua con Israel, Tel Aviv ha llevado ataques en más de 3.000 ocasiones. Su fuego de artillería no solo ha alcanzado el sur del río Litani, sino también al este del país, a los suburbios de Beirut y cerca de las fronteras con Siria. El último ataque coincidió con la llegada a Beirut de la enviada estadounidense Morgan Ortagus, que viajó para presionar para el desarme del grupo chiita y avanzar hacia la retirada israelí de los cinco puntos fronterizos aún en disputa.

El dilema del Gobierno libanés

Seis meses después, los ciudadanos observan con frustración cómo la reconstrucción se ha convertido en una baza para los países occidentales a la hora de exigir el desarme de Hizbulá. Estados Unidos y parte de la comunidad internacional no la financiarán si no se expulsa a "grupos armados del control del Estado", pero la milicia, incapaz de impulsar la reconstrucción como en 2006, asegura que esto es una forma de marginar y discriminar a la comunidad chií.

Precisamente, este es el motivo por el que Hizbulá ha salvado los muebles en estos comicios, aunque el apoyo popular está cambiando y no se descarta la apertura de nuevos horizontes políticos en las elecciones parlamentarias del próximo año. "Muchos ven que la aceptación de la tregua otorgó a los israelíes libertad de movimiento, sintiéndose abandonada a su suerte ante la devastación de la posguerra, donde Hizbulá no puede iniciar un proceso de reconstrucción", explica desde Beirut la periodista libanesa Sahar Albashir.

Las consecuencias de la guerra y la debilidad de la milicia chií han permitido al Estado libanés abanderar la contención de Hizbulá. "La milicia ha quedado muy disminuida, con un perfil muy bajo en los últimos meses. Cosa muy notable e incluso sorprendente teniendo en cuenta que en noviembre no estaba ni mucho menos debilitada", explica Ignacio Gutiérrez de Terán, profesor del Departamento de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad Autónoma de Madrid y autor del libro Hezbolá, El laberinto de Oriente Medio. "Muchos vinculan el impacto de los resultados de las negociaciones entre Estados Unidos e Irán con los cambios que estamos presenciando en la región, desde la caída de su aliado Bachar al Asad en Siria, y el reciente acuerdo entre la Casa Blanca y los hutíes", explica Albashir.

El Gobierno de Benjamín Netanyahu canta victoria al sostener que la milicia ha quedado neutralizada, pero muchos lo cuestionan. "Desde fuera lo ponemos en duda. Por supuesto que ha quedado dañado con la guerra, pero su capacidad militar sigue fuerte", añade Gutiérrez de Terán. Lo cierto, aseguran los expertos, es que ya se ha roto el tabú sobre el desarme de la milicia y "hay un intento dentro del Líbano para hallar una especie de consenso nacional para afrontar el principal problema, que es el económico", explica el analista. La reciente elección del nuevo presidente y el primer ministro no fue del agrado de la organización islamista, pero no ha podido "torpedear esas elecciones debido a que no tiene el protagonismo ni el peso político que tenía en el pasado", explica el catedrático de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Complutense de Madrid, Ignacio Álvarez Ossorio.

la sociedad política libanesa que gobierna el país quiere dejar claro que Palestina no debe ser un asunto principal

El Ejecutivo de Beirut se enfrenta a un difícil dilema: integrar o desmantelar el brazo armado chiita. Para Tel Aviv y todos su aliados, el desarme de Hizbulá tiene que extenderse por toda la geografía libanesa, más allá de la línea azul marcada por el río Litani. Además, la sociedad política libanesa que gobierna quiere dejar claro que Palestina no debe ser un asunto principal. "Muestran un claro acercamiento a Estados Unidos y sus aliados como Arabia Saudí para que vuelvan sus inversores y se produzca un florecimiento económico, además podrían ser quienes ayuden en la reconstrucción", apunta Gutiérrez de Terán. Además, la debilidad de Hizbulá otorga mayor margen de maniobra al Gobierno, que "está intentando normalizar las relaciones con los países del Golfo, que son claves de cara a la posible reconstrucción del país", coincide Álvarez Ossorio.

La pérdida de influencia de Hizbulá

Antes y después de la guerra se ha demostrado que Hizbulá aún conserva una base social, sobre todo porque se trata de una población que se ha sentido abandonada por el Gobierno. La organización islamista lleva décadas conformando una especie de Estado dentro de un Estado a través de su vertiente más benéfica y llevando a cabo acciones humanitarias que han suplido a las autoridades centrales.

"Sigue conservando prácticamente intacta su base social, pero, efectivamente, la falta de recursos económicos porque se han cortado las vías de suministro podría pasarle factura porque buena parte de los sueldos que pagaba ya no está llegando al país", matiza Alvarez Ossorio. La milicia era el segundo empleador más importante del país, con 100.000 asalariados antes del estallido de la guerra en Gaza, pero la reducción de esta cifra pone de manifiesto su incapacidad para repartir ayuda. "Se dirigían sobre todo a las clases más desfavorecidas, que eran los únicos a los que han prestado ayuda en los momentos de dificultad", concluye.

Según fuentes diplomáticas, más del 90% de su arsenal avanzado ha sido destruido en ataques israelíes. "La debilidad en el frente les llevó, junto con las autoridades libanesas, a aceptar la tregua que otorgó a Israel la libertad de operar contra cualquier objetivo que consideraran una amenaza", argumenta Albashir. Su incapacidad para reconstruir también pone a prueba al Gobierno libanés, que requiere fondos y apoyo internacionales condicionados a la retirada de las armas de la milicia.

Pero una de las consecuencias más evidentes de la última guerra con Israel es la ruptura del tabú sobre el desarme de la milicia. "El Gobierno se siente presionado para que establezca un plazo claro para la retirada de las armas", explica la periodista. Sin embargo, el presidente libanés, Michel Aoun, ha declarado que solo se logrará mediante el diálogo interno para evitar tensiones y enfrentamientos entre civiles.

Álvarez Ossorio coincide en que el gran perdedor es Hizbulá porque ha quedado completamente descabezado políticamente, militarmente y ya no tendrá la capacidad que tenía en el pasado de condicionar las decisiones del Ejecutivo. "Mantiene sus estructuras sociales, pero ha tenido una situación de máxima debilidad también porque Irán es su patrocinador principal, no está en condiciones de proporcionarle la ayuda que le proporcionó en el pasado, y la caída de Bashar al-Assad también es importante porque ha cerrado la vía por la que normalmente entraban los suministros militares y la financiación", argumenta el profesor de la UCM. "Siria era su gran base y paso para su abastecimiento militar", explica Gutiérrez de Terán. Y todo mientras Irán e Israel mantienen la confrontación que sigue tensando la región.

La debilidad de Irán

Más allá de las consecuencias para la milicia, Hizbulá también ha tenido que afrontar la debilidad y derrota de sus aliados, especialmente la de Irán. "Tel Aviv ha dicho que han destruido el sistema de defensa aérea de los iraníes, que en cualquier momento pueden atacar y llevar a cabo una labor de destrucción mucho más amplia y completa de las infraestructuras atómicas de Irán y de su industria militar pesada", apunta Gutiérrez de Terán. Mientras tanto, Teherán se ha centrado en las negociaciones nucleares con Estados Unidos. "La fragilidad del régimen de los ayatolás es también manifiesta y los últimos acontecimientos dan a entender que los iraníes han comprendido que esto era una estrategia para neutralizar por completo la influencia regional de Irán", explica Álvarez Ossorio. Irán se está recomponiendo y se prepara para una posible vuelta a un enfrentamiento militar con Israel, algo que podría esquivarse si siguen las negociaciones con la Casa Blanca.

"El futuro del régimen dependerá de lo que salga de las negociaciones porque, en caso de no llegar a buen puerto, podría haber un ataque concertado entre Israel y Estados Unidos contra las principales centrales nucleares del país", matiza el catedrático de la UCM. La situación del régimen pesa se encuentra en uno de los puntos más críticos desde la guerra de Irak en los años 80. Además, "son plenamente conscientes de que la estrategia de movilización de sus aliados regionales ha sido un absoluto desastre", añade.

La prioridad absoluta ahora mismo del régimen iraní es garantizar su propia supervivencia a nivel interno y, por lo tanto, concentrarse en el interior del país para apaciguar las muestras de descontento por parte de la población con la delicada situación económica. La misma crisis económica que golpea al Líbano, donde el 90% de la población vive bajo el umbral de la pobreza. Y el futuro está muy ligado a la evolución de la región y la búsqueda de la estabilidad que ponga el fin definitivo a la guerra.